Allen se tomó la libertad de levantarse tarde aquel domingo, era el día libre de la familia después de una larga y agotadora semana. Anne-Marie no tenía que ir a la casa de los Collins, Gregory no se preocupó por encender el horno en la madrugada. Tan sólo un día de familia. Bell salió al medio día para traer agua en las dos cubetas anchas de madera, su madre tenía planeado hacer una sopa de verduras.
Allen arrastró los pies hasta chocar con los escalones de la puerta trasera, dejó caer las pasadas cubetas contra el suelo y soltó un suspiro cansado. El sol estaba muy caliente, la caminata con ese clima fue más tedioso. Tenía el rostro caliente y rojo, con el cabello medio rizado hecho una maraña, las gotas de sudor corrían por sus patillas y frente.
—Ay querido, te ves muy cansado —comentó Anne al momento de abrir la puerta trasera y notar a su hijo casi acostado sobre los escalones.
—Lo estoy —afirmó Allen volviendo a sentarse.
—Muchacho, déjame que te ayude con esas cubetas —habló Gregory acercándose a Allen, tomó una de ellas y caminó con dificultad al interior de la casa.
—Gracias papá —Allen le sonrió débilmente.
—Entra a la casa y limpíate un poco —pidió Anne alejándose del umbral.
La puerta del hogar fue golpeada varias veces, Gregory dejó el par de zanahorias que sacaba del saco de verduras y sacudió las manos sobre el delantal mientras caminaba a la sala. Abrió la puerta para encontrarse con la amplia sonrisa de Katherine, la cual portaba un pulcro vestido blanco de tres capas y un sombrero de plumas del mismo color.
—Hola señor Bell, ¿Allen esta en casa? —preguntó ella, ladeando la cabeza en un intento de divisarlo en la sala frente a la puerta principal.
—Por supuesto señorita, pase —afirmó Gregory abriendo más la puerta.
Kate entró a la casa mientras apretaba la pequeña bolsa de papel que traía entre sus manos.
—¡Allen, tu prometida esta aquí! —anunció Anne-Marie feliz ante la presencia de la dama, y rápidamente corrió hasta ella para darle un fuerte abrazo—. Oh mi querida Kate.
—Señora Bell —rió Katherine correspondiendo al abrazo.
Allen se levantó de golpe, su prometida ni siquiera le había avisado que vendría a visitarle. Empujó la puerta y entró a la cocina pero volvió otra vez al recordar que no había metido la cubeta de agua, la arrastró con cuidado para no derramar ni una gota, dejándola en la esquina cerca del horno.
—Allen, ve a saludar a tu novia —ordenó Gregory señalando la sala donde ambas mujeres de encontraban platicando. Bell metió las manos dentro de la cubeta y las paso por su cabello intentando peinarlo, una acción inútil ante la rebeldía de sus mechones más rizados en los bordes.
Secó las palmas contra el pantalón negro holgado que tenía un parche a la altura de su rodilla, caminó hasta el umbral que dividía la cocina de la sala y divisó a Katherine sentada en el sofá mientras le enseñaba varios tipos de tela blanca. Allen se acercó a los dos mujeres apretando los labios.
—¡Mi Allen! —se alegró Kate saltando del sofá para abrazar a su novio. Bell fue jalado bruscamente del cuello al sentir cómo el peso de Katherine ejercía para abrazarle.
—Es una chica muy cariñosa —comentó Anne soltando una pequeña risa mirándoles.
—¿Cómo estás? —preguntó Allen soltando los brazos ajenos de su cuello y así poder mirarla a los ojos.
—Estoy muy contenta querido, le estaba enseñando a tu madre... —
—¡Mujer, ven ayudarme con la sopa! —pidió Gregory desde la cocina.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...