Querido Sr. Collins,
fue un placer para mi haber recibido tan sorpresiva carta, debo admitirle que es la primera que recibo. Y a su duda de vernos este domingo, mi respuesta es que "si", me encantaría pasar el tiempo con usted.
Gracias por preocuparse de mi tristeza, sepa que ya sigo siendo la misma persona de siempre. Así que no volveré a quitarle el sueño, no es bueno que se preocupe mucho por mi, no debería hacerlo. Por otro lado, me da alivio saber que la presencia de mi tío le agrado, cómo usted dijo: "Es un hombre muy alegre"
Puede que a muchos les incomode los comentarios que él hace, pero me basta con saber que a usted le agrado. Su opinión me interesa mucho, creo que afecta gran parte de mi vida.
Nos vemos el domingo, a la una de la tarde en el mismo lugar de siempre.
Con mucho aprecio: Brooks Allen Bell.
Y el domingo había llegado de manera rápida para Allen, un fin de semana bastante nublado y con la certeza que pronto llovería. No era un perfecto clima para salir y encontrarse con la persona que más le importaba, pero, ¿que importaba el clima o las demás cosas cuándo lo tenía a él?
Todo era insignificante a comparación del gozo de su alma cada vez que Wellington aparecía. Él podía borrar su tristeza y todos los sentimientos negativos, era casi cómo su receta médica para ser feliz. Recordó que esa mañana el doctor Williams había pasado por su casa y le preguntó sobre la dirección del cartero James Ritter, a lo que Allen contestó que vivía frente a la casa de la señora Bertha Peterson.
Esa mañana era silenciosa en la casa, ni Gregory o Anne-Marie tenían que trabajar, así que decidieron descansar un poco más. En cambio Allen se había levantando muy temprano para barrer la casa, sacudir los muebles, lavar la montaña de platos, ollas y sartenes sucios. El sábado fue un día bastante atareado, las órdenes de pan fueron grandes y Gregory se vió feliz al momento de llegar la noche.
Al terminar de lavar todos los utensilios de cocina, Allen se sentó en el último escalón de madera para descansar las manos que tanto le dolían. Después de su pequeño receso, volvió a su labor, y el agua potable se estaba terminando después de lavar. Gregory fue el primero en despertar casi a los diez de la mañana cuándo Bell yacía desayunando en el comedor.
—Buenos días padre —saludó Allen masticando el trozo de pan.
—Buenos días —bostezó Gregory sentándose al lado de su hijo.
—Preparé el desayuno y ya hice el oficio de la casa. Así podrán descansar mejor este domingo —informó Bell llevando una cucharada de huevos revueltos a su boca.
—Gracias hijo —sonrió Gregory de medio lado, alborotando el cabello polvoso del contrario.
—De nada —respondió Allen—. El agua se estaba acabando, mañana traeré más —añadió.
—¿Y por qué no vas ahorita? —preguntó el señor Bell arrugando sus delgadas cejas. Allen dio un largo sorbo a su café tibio, no sabía que inventarle a su padre para que le dejara la tarde libre.
—Es que... —Allen tragó otro sorbo de café—, tenía planeado ver a Joseph y los chicos, llevarlos a... —
—¡Ay, Brooks! ¿Cuántas veces tengo que decirte que esos huérfanos no son tu responsabilidad? —regañó Gregory golpeando el borde de la mesa con la palma de sus manos, aquel acto hizo temblar la bebida de Allen, dejándolo en silencio unos segundos.
—Pero, yo me siento responsable por ellos —afirmó Bell levantando la mirada.
—Porque dejaste que eso sucediera. Primero preocúpate por tu familia, tu futura esposa y por los hijos que tendrás, no pierdas tu tiempo con esos niños que no valen la pena —aconsejó Gregory señalándolo con una mirada severa.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...