Capítulo 54

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—. Y no sé moleste en su papel de buen samaritano señor...

—Allen Bell, ese es mi nombre.

—Para ser un simple pueblerino, tiene elocuencia a la hora de hablar.

—Will —lo llamó Colette parada en el umbral de la puerta—. ¡Willie! —gritó al ver que no respondía.

Collins alzó la cabeza unos centímetros del escritorio donde su mejilla reposaba, se había quedado dormido escribiendo un poema para Allen y dárselo esa noche después de la fiesta de su padre. Ese martes acordaron verse después de las diez de la noche, sabía que él llegaría cansado por el trabajo y quiso desistir ante la idea, más Bell mantuvo firme ante el acuerdo de encontrarse ese día.

—¿Quién es? —gruño Wellington sin darse la vuelta, guardando apresurado el poema dentro del último cajón del escritorio. Colette puso los ojos en blanco soltando una pequeña risa mientras caminaba hacia su hermano mayor. Ella portaba un vestido rojo vino con encaje sobre las mangas largas que tapaban sus muñecas, junto a un moño de rizos bien ondulados que cubrían su frente.

—Wellington, ¿acaso no piensas bajar a la fiesta de papá? —inquirió Wales pasando su brazo por los hombros ajenos, encorvando la espalda para quedar a una altura razonable.

—Claro que iré —respondió Collins acomodando su pajarita blanca que hacia juego al chaleco, saco frac color negro y pantalón del mismo tono; y entre la iluminación de las velas salía a relucir su reloj de bolsillo—. ¿Brigham se encuentra? —preguntó al levantarse.

—Oh, por supuesto. Gracias a Dios no trajo a sus amigos, sólo a Clarice, y obvio, Caroline también está —informó Colette advirtiéndole lo que se encontraría al bajar. Collins soltó un sonoro bufido mientras caminaba hasta el espejo para arreglar su cabello con su cepillo, peinándolo hacia atrás.

—No puedo creer que mis padres sigan con esa tontería, jamás contraeré nupcias con esa mujer —rechistó Wellington peniando con enojo los mechones que parecían no aplastarse.

—Ay Will, trata de no amargarte la noche. Hoy es el día de papá, lo veo muy feliz conversando con sus amigos, no sería bueno arruinarlo —Colette se paro detrás de su hermano, apretando su hombro en modo de apoyo.

—Lo sé, pero... Sólo no quiero que esa señorita se me acerque, nada más.

—Yo te ayudaré con eso. Puede que me gustaría verte casado y con una familia, pero odio ese tipo de actitud por parte de ella. ¿No te acuerdas con Clarice?

—¡Por supuesto! Recuerdo muy bien lo insistente que era, pero la diferencia es que Brigham sí estaba enamorado —aclaró dando la media vuelta y agarrando los hombros de su hermana—. Agradezco que me apoyes —le sonrió.

—Sabes que tienes mi apoyo incondicional —Wales le devolvió la sonrisa, apartando el cabello gris que caía sobre la frente de Collins.

—Anteriormente, no pude hablar contigo sobre algo... —Wellington bajó sus manos de los hombros contrarios, quitando el mechón que le picaba.

—Creo que ya sé de lo que se trata —formuló Colette en voz baja, sentándose en el borde de la cama. Mantenía la mirada sobre el suelo y tocaba nerviosa el rizo que colgaba a un lado de su oreja izquierda.

—¿Hablaste personalmente con Rachael? —y al pronunciar ese nombre, Wellington no sintió dolor alguno o cualquier otro sentimiento hacia ella.

—¡Lo lamento! Yo pensaba decírtelo, pero era tu cumpleaños y no quería arruinarlo al mencionarla —justificó Wales con una mirada suplicante por el perdón.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora