El miércoles era un día nublado y aburrido para Wellington, esa mañana Brigham llegó temprano para pasar tiempo en la casa al lado de sus padres. Thomas se encargó de contarle las cartas de Will y Caroline se dedicaban, y Brigham no optó más que a reír, haciendo que el señor Collins se molestara un poco. Wellington no se metió en aquella absurda conversación hasta el momento que hablaron de la posibilidad de un noviazgo.
—Padre, intercambiar cartas amistosas no llevan a un noviazgo —aseguró Collins alzando las cejas y rascando la zona donde el bigote ya no existía. La mañana anterior había decidido desaparecerlo por completo, creyendo que no iba con su estilo, pensando que se parecía mucho a su padre.
—Tiene razón Willie, papá. Si intercambiar cartas amistosas fuera un noviazgo, yo ya estaría comprometido con Franz Schmidt —bromeó Brigham soltando una risa floja mientras sus labios rozaban el vaso de vidrio lleno de vodka.
—Deja de bromear —regañó Thomas dándole un codazo a su hijo en la costilla, quién yacía a un lado suyo ocupando con el cuerpo gran parte del sofá. Wellington se removió en su asiento incómodo ante la broma de Brigham; si mandar cartas amistosas sería cuestión de noviazgo, él ya estaba rotundamente casado con Allen.
—¡Ay, papá, que amargado eres! —Brigham volvió a reír, alborotando el cabello negro de su padre, Thomas apartó rápidamente su mano en un gruñido molesto.
—No soy amargado, créeme que en mi juventud fui alguien muy alegre —afirmó el señor Collins enderezando la espalda y levantando la barbilla con seguridad.
—Depende de cómo uses la palabra "alegre" —formuló Wellington bebiendo un sorbo de su té negro. Se sentía plenamente orgulloso de su fuerza de voluntad, no cediendo al alcohol. Tenía el presentimiento que Bell lo veía y desaprobaría su comportamiento, tenía presente que él odiaba ese tipo de bebidas.
—¡Oye, oye! Ahora que me acuerdo, tu le pusiste a tu caballo el nombre de mi amigo —señaló Brigham bebiendo otro largo sorbo de su vodka.
—Si, ¿por qué? —Collins le miró serio.
—Will, no seas tan grosero —pidió Thomas ladeando la cabeza.
—No tuve otra opción, es el tipo que me cae mal entre todos tus amigos —Wellington levantó los hombros sin importancia.
—¿Y por qué te cae mal? —inquirió Brigham casi que de manera retadora, dejando el vaso sobre su regazo y cruzando los brazos.
—Tu ya sabes porqué, es escándaloso, dice y hace cosas estúpidas. Es cómo estar viendo a un segundo Brigham pero mucho peor que el original —explicó Wellington dándole el último sorbo a su té.
—Creo que Will tiene algo de razón —apoyó Thomas rascando su patilla canosa y acomodando sus lentes en el proceso, cuáles ahora usaba más seguido por consejo de Eleonor.
—¡Ya veo porque Willie es tan amargado! —Brigham alzó los brazos de manera teatral haciendo a su vaso moverse bruscamente y regar la bebida alcohólica sobre su pantalón negro.
—¡Mira lo que hiciste! —bramó Thomas exasperado, pasando la mano por su frente en una señal de agotamiento.
—Demonios —gruño Brigham quitando el vaso.
—Y sólo con un vaso de licor, mira los estragos que haces hermano —Wellington puso los ojos en blanco, apoyando la barbilla contra la palma de su mano.
—¡Johnson, Johnson! —llamó Brigham tratando de no moverse lo suficiente y así el líquido no cayera sobre el sofá. Ante el llamado, Sloar aceleró su paso lo más rápido que pudo hasta la sala, dejando las ollas a medio limpiar.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...