Capítulo 57

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La navidad era una de las pocas cosas que la familia Bell celebraba, más que todo por el cumpleaños de Allen, y él anteriormente había pedido permiso para faltar al trabajo ese día tan especial. Se le fue concedido pero con una baja de sueldo y horas extra de trabajo los sábados. Esa mañana nublada, con una capa densa de nieve que cubría las calles, Gregory se apresuró a levantarse para preparar el pastel de vainilla que hacia todos los años para su hijo.

Allen se tomó la libertad de levantarse tarde ese jueves, ni siquiera sus padres le permitieron salir de la cama, llevándole el desayuno hasta donde estaba acostado.

-No es necesario -comentó Bell, sosteniendo su taza caliente llena de café humeante.

-Es tu cumpleaños querido, lastima que tenga que trabajar pero, tu papá te hará el pastel de vainilla que tanto te gusta -Anne sonrió, dándole un corto beso en la mejilla a su hijo y con su mano alborotando más el cabello ajeno.

-No te preocupes madre, sólo tengo que soplar unas velas y abrir mi regalo. Por cierto... ¿El regalo de mi cumpleaños cuenta también como el de navidad? -Allen bajó la taza de sus labios, la colocó en la mesita en espera de una respuesta.

-¡Por supuesto que cuenta! Saldría más costoso darte dos regalos -razonó Anne-Marie alejándose hasta la puerta de salida.

-Tienes razón -Bell asintió mirando su plato con varios trozos de pan fresco que habían hecho especialmente para él-. Cuídate madre -añadió.

-Igual, espero que la pases muy bien -Anne salió de la habitación dejando la puerta entreabierta.

Cuando Allen terminó su desayuno, salió de la alcoba con ambos recipientes vacíos, saludó a su padre quien le deseo un feliz cumpleaños. Agarró la cubeta de madera con la mitad de agua, y lavó su rostro al igual que el cabello lo más que pudo, el frío del invierno era su enemigo. La nieve no dejaba de caer, creyó que habían pocos niños en el pueblo, pero esa mañana de navidad todos yacían afuera tirándose bolas de nieve o haciendo muñecos.

Posteriormente de su baño y colocarse la ropa más abrigadora posible, se encargó de quitar el exceso de nieve que obstruía la puerta trasera de la casa, con ayuda de una pala muy poco útil. Durante la tarea pensó en el día que pudo hablar con Williams sobre la repentina partida de James Ritter del pueblo, no podía sacar la frase dicha por él: "Es lo mejor para los dos".

Sin embargo Allen no se atrevió a preguntar que significaba esa frase, no le gustaba indagar en la vida de los demás. Un estornudo provocado por el frío lo sacó de sus pensamiento, rascó su nariz rojiza al igual que sus ojos, aspiró tras sentir la irritable comezón en el interior de su nariz, rascando con más insistencia.

Precisamente el día de su esperado cumpleaños no hubo ni un sólo rayo de sol que calentara su cuerpo, inclusive algunos de los niños que jugaban en la nieve se habían ido por el intenso frío que flotaba hacia todas las direcciones, trayendo consigo los copos de nieve. Allen botó una bocanada de aire caliente, enterró la pala, aunque terminó cayéndose y soltó otro bufido molesto; frotó sus manos por encima de los guantes para posarlas en sus pálidas mejillas y de esa manera entrar en calor.

No podía negar que amaba la fecha de su cumpleaños, pero odiaba el frío más que cualquier otra cosa, por otro lado se sentía alegre sabiendo que esa noche se encontraría con Wellington. Y ahora que pensaba muy bien, él jamás le dio un regalo de cumpleaños, no porque no se acordó, si no por cuestiones de dinero. No sabría que decir cuando él le entregue un lindo regalo, no aceptarlo sería injusto, aunque le prometería que para el próximo sí compraría algo especial para él.

Sacudió la poca nieve que quedaba en los escalones con la ayuda de su pie, se adentró a la casa observando como su padre parecía demasiado concentrado por hacer su pastel.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora