Thomas sacó varios billetes del bolsillo de su pantalón negro, colocándolos en la mesa del comedor mientras Fox miraba muy atento, esperando la orden de su jefe. Yace varios días, Eleonor se encargó de contratar a la joven cocinera Cecil, quién había estado en la fiesta de su nieto Theodore ayudando.
Esa mañana soleada de martes, Brigham había llegado al lado de su esposa y empleada Beatrice Lux; el señor Collins no entendía el por qué de traer a la empleada. Brigham lo justificaba por el hecho de hacer los preparativos para la fiesta de Wellington, cual sería el viernes por la noche.
-Y... ¿Para qué es ese dinero? -inquirió Fox contando mentalmente la cantidad que había esparcida sobre la mesa.
-Mil libras... -susurró Thomas acomodando sus lentes-. Es para la fiesta de Will, sabe que siempre me gusta organizar el dinero. A pesar de poder gastar lo que quiera, prefiero hacerlo así.
-¿Y yo tengo que comprar la comida y bebida de la fiesta? -inquirió Fox frunciendo las cejas.
-Jamás. Eso lo hará mi esposa -respondió sin dejar de contar y dividir el dinero en cantidades menores a mayores.
-¿Y qué haré yo?
-Vaya a comprar pan a la casa de los Bell, que no tenga mucha levadura-Fox extendió rápidamente la mano esperando los billetes e ir a completar su tarea-. ¿Qué? -preguntó extrañado.
-El dinero para ir a comprar -contestó con obviedad.
-Oh no, señor Fox, usted ira a la casa de ellos y vendrá con el señor Bell, yo le pagaré aquí. No dejaré que usted se encargue del dinero -explicó Thomas apilando los billetes.
-¿Por qué no le dice a su hijo Wellington que vaya? Con el tiene más confianza -aconsejó Fox.
-¡Usted es el empleado y le estoy dando una orden! -gritó Thomas dándole un golpe con el puño cerrado a la mesa. Fox asintió de manera frenética y salió corriendo del comedor. Normalmente el señor Collins le hubiera dicho a su hijo que fuera, pero en esos momentos se encontraba escribiendo una carta para Caroline, y prefería no interrumpirlo por el hecho de que casi tenía que suplicarle a que respondiera.
Brigham se levantó del sofá sosteniendo su vaso a la mitad de vodka, sin antes darle un leve apretón a la pierna de Clarice. Se dirigió hacia la cocina por petición de su esposa, quien no dejaba de pedirle algún tipo de fruta y ya lo tenía molesto. Brigham sonrió de medio lado al notar la presencia de Cecil, tenía su uniforme, cabello negro amarrado en un moño con dos trenzas cruzadas y piel pálida que resaltaba sus ojos negros.
-Buenos días señor Collins -saludó Cecil levantando la mirada de la carne que cortaba. Beatrice alzó su mirada de las cucharas de plata que intentaba darles brillo. Brigham bebió de un sólo trago, dejó el vaso sobre la mesa y caminó hasta Lux.
-Querida, podrías llevarle esas uvas a mi esposa -ordenó Brigham en voz baja, Beatrice sólo asintió dejando las cucharas en su lugar.
-Enseguida -murmuró Lux tomando el plato de porcelana lleno de uvas moradas. Al momento que Beatrice salió de la cocina, Brigham se acercó más a Cecil, mirándola atentamente y eso incómodo a la joven empleada.
-¿Cuántos años tiene? -preguntó Brigham.
-Veintitrés -contestó Cecil sin levantar la mirada de su labor.
-Bastante joven -sonrió Brigham acercándose un poco más y ella se alejó de manera sutil. No pensó vivir ese tipo de situaciones, lo señores de la casa eran serios al igual que el señor Wellington pero... no podía decir lo mismo de ese hombre-. ¿Algún pretendiente? -preguntó, quitándole un mechón suelto que reposaba sobre la mejilla de la empleada.
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Wellington. [LGBT]
RomanceWellington Collins de cuarenta años, jamás contrajo matrimonio y el amor le parecía tonto. Todo gracias a una decepción amorosa en el pasado que marco profundamente su vida. Hasta que un día conoce a Allen Bell, un joven de veintiséis años de clase...