Capítulo 1

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(Aclaración)

°Esta historia está ambientada en mil ochocientos setenta.

°Historia homosexual.

°La historia es lo más posible arraigada a la época.

Abbotsbury, Inglaterra, 1870.

Wellington Christopher Collins, un hombre de cuarenta años, sargento retirado del ejercito inglés. A pesar de tener tal edad, jamás se había casado, consideraba el amor algo inservible y tonto, algo en lo que sus tres hermanos se veían inmersos. Era tal punto su desagrado que no soportaba del todo las muestras de cariño de sus padres. Su madre (Eleonor) y su padre (Thomas Collins), insistían constantemente que se casara, que formara por fin una familia, él siempre se negaba ante tal idea.

"Will" o "Willie"-cómo normalmente le llamaba su familia-había logrado ponerles un alto a su persistencia con una simple frase: "El amor es una falsedad, y todos parecen estar felices con eso", eso dejo callados a los señores Collins. Wellington era el mayor de los cuatro hermanos, Colette Collins de veinticuatro años, Heloise Collins de veintiséis años y Brigham Collins de treinta años quien era un contador en el banco central de Abbotsbury. Sus dos hermanas estaban casadas y con sus respectivos hijos.

Sus amados sobrinos, Theodore (hijo de Heloise) y Henry (hijo de Colette) eran la alegría del hogar cada vez que llegaban de visita, tal vez a una tarde de té o una fiesta que sus padres organizaban durante los fines de semana para socios importantes de Brigham. Aquellas fiestas tanto cómo para sus hermanas y él le eran sumamente tediosas, Wellington no podía evitar soltar sus típicos sarcasmos sutiles en grosería que su padre-cada vez que lo lograba escuchar-le corregía.

Su padre era un coronel jubilado de mucho respeto, gracias a la su labor eficiente y su fuerte carácter, algo que heredó de él, ambos tenían un carácter similar. Wellington se caracterizaba por ser alguien de pocas palabras pero con todo tipo de comentarios satíricos a cualquier tipo de persona, sin importar los sentimientos ajenos o que imagen transmitía a los demás. Eso era algo que con su padre no compartía, y a Thomas le disgustaba.

La relación con sus padres no eran la mejor de todas, pero ambos se podían soportar, claro que tenían que soportarse, eran una familia importante y de buena posición económica. Su hogar de dos pisos era de ladrillo grisáceo por fuera, dándole un aspecto de castillo medieval, las pisos eran de madera oscura al igual que muchos de los muebles. El jardín abarcaba cinco hectáreas lleno de rosales, arbustos redondos muy bien formados gracias a los constantes jardineros que llegaban cada mes a podar el césped y cuidar las rosas de diferentes colores.

A Wellington todo su hogar le parecía aburrido, no veía nada más allá que las cuatro paredes. Tal vez con el tiempo logró volverse amargado, la sombra de lo que alguna vez fue, lo único en lo que se distraía era en las actividades al aire, cómo montar a caballo y pasear a lo largo del pueblo lleno de puro campo verde, también pescaba y cazaba una que otra ave. Pero todas esas cosas las hacia sólo, no soportaba incluso la compañía de Brigham (con el que se llevaba mejor en la familia.)

No odiaba a sus hermanas ni mucho menos, pero cuándo quería socializar con ellas, constantemente le recordaban lo soltero que estaba y con una "sutileza" le decían que buscara a una mujer que desposar. Wellington tan sólo gruñía en respuesta sin prestar mucha atención a lo que ya habían dicho cientos de veces.

Por otro lado, su madre se caracterizaba por ser una mujer amable, reservada, comprensiva y de temperamento manso, una dama que era sociable y le daba crédito a sus empleados los cuáles trataba cómo su igual. La respetaba por ello, sólo que no le agradaba mucho la idea de tener tal confianza con los trabajadores. No todas las personas de clase baja eran sencillos y honestos, algunos en más de una ocasión se aprovecharon de la hospitalidad de ella.

Wellington. [LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora