73. Nada.

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Julie

Lo siento dentro de mi en la primera estocada, me concentro en esa sensación e intento hacer el esfuerzo de mover mis caderas para que su empuje sea más profundo. Nada.

—Quiero ir arriba —lo empujo hacia un costado. No aguardo a que proteste y lo monto. Cierro mis ojos concentrándome en la sensación mientras muevo mis caderas buscando mi placer. Nada.

Gruño otra vez frustrada. Llevaba sin un maldito orgasmo durante más de cinco meses. Estaba arruinada.

—Dios, te sientes tan bien —el sujeto debajo de mi habla respirando entrecortado. Casi me había olvidado que estaba allí. Luego tira de mi mirándome con unos ojos marrones intensos y planta un beso en mis labios.

—¡Fuera! —le grito apartándolo de un empujón y continúo empujándolo hasta que se cae de la cama.

—¿Pero que es lo que te sucede?

—¡He dicho fuera! —salto de la cama empujándolo hasta la puerta de mi habitación— ¿No entiendes el puto español?

—Lo que no entiendo es el idioma de la perras locas como tú —murmura molesto mientras recoge su ropa sin que yo deje de echarlo de mi habitación.

El idiota a penas consigue colocarse su bóxer y tomar el resto de su ropa mientras lo empujo fuera de mi departamento.

—¿Y ahora qué fue? —Seth asoma la cabeza fuera de su habitación. A veces olvido que vivo con otras personas.

—¿No tienes una novia a la que follar con tu pequeña polla? —bien, estaba siendo cruel sin motivos, en mi defensa tantos meses sin buenos orgasmos me estaba dañando el cerebro.

Él pone los ojos en blanco y sale de su habitación cerrando la puerta detrás para que su novia, Kim, no nos escuchara.

—¿Te hizo algo?

—Si —me cruzo de brazos— Fastidiar mi puta noche.

Él va a dar un paso hacia adelante cuando otras dos cabezas aparecen detrás de él. Genial.

—Al menos este duro cinco minutos —se burla Barbara y luego mira a Connor extendiendo su mano— Paga.

Connor, mi tercer compañero de piso si no contamos las vistas frecuentes de Kimberly, saca un billete de su bolsillo y se lo entrega a su novia.

—¿Recuérdenme porque les permito vivir conmigo?

—Tienes miedo de morir sola y que tu perra coma tus restos— Barb responde mi pregunta retórica con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Paso por su lado ignorándolos y cierro la puerta de mi habitación con fuerza.

Los odio. Y los necesito a la vez, lo que me hace odiarlos más. Así que solo me voy a dormir frustrada y con ganas de morirme porque mañana tengo clases temprano.

—Repite —responde Molly por teléfono cuando entro a la cafetería— ¿Qué fue esta vez?

Suspiro agotada y apoyo el teléfono en mi otra oreja balanceando nerviosa mi cuerpo de un pie al otro. Odiaba las filas largas solo por un vaso de café, pero pasaba de desayunar junto a esos malditos traidores que se hacían llamar mis amigos. Apostar por cuánto duraba el próximo chico que traía a casa era cruel. Aunque hasta yo tenía que admitir que estaba teniendo una mala racha.

—Hizo algo imperdonable —le explico a Molly. Odiaba que estuviera tan lejos y que estuviera tan ocupada siempre para poder hablar, así que lo hacíamos cuando aquí eran la ocho de la mañana y en la India era el mediodía y ella podía tomarse la pausa del almuerzo para hablar conmigo. En este momento sentía envidia de esos niños de la india a los que le daba clases. Si, era una mala persona y no me arrepentiré de nada.

Antes que te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora