50. Dudas

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Volví a ver a James el lunes por la mañana, cuando estacione mi auto frente a la casa de Barb. No es como si pudiera ignorar su enorme camioneta negra aparcada en el garaje de su casa pero aún así cuando nuestras miradas se cruzaron por un breve momento y él solo asintió a modo de saludo, sentí como mi estómago se apretaba de los nervios.

—Solo tengo que cargar una última cosa y estaré lista —Barb aparta las mechas de cabello que caían por fuera de su coleta y se habían pegado a su rostro.

—Es solo una noche ¿Qué tanto llevas? —miro su maleta extra gigante apenas caber en el baúl de mi auto.

Las semanas de inscripciones a la universidad habían comenzado, ya habíamos hecho todo el papeleo online pero nos quedaba presentarnos a la universidad y terminar el resto. Barb y yo iríamos al mismo sitio así que decidimos que nos tomaríamos unas minis vacaciones juntas. Molly estaba demasiado ocupada con su trabajo de presidenta estudiantil y con todo su plan para ir contra el equipo de fútbol y su lugar de privilegio por años. Además ella se tomaría el próximo año libre, e iría a India a meditar y trabajar en una escuela, todo ese plan a futuro se formuló cuando vio Comer, rezar y Amar, la vimos juntas pero no nos dio el mismo efecto, jamás logre entenderla por completo.

—Dijiste que podríamos salir a emborracharnos —protesta haciendo un mohín y cruzándose de brazos.

—Es lunes —pongo los ojos en blanco— No existe bar abierto un lunes. Al menos no uno decente.

—Además se supone que es un viaje estudiantil —aclara James detrás de ella, recordándole el único motivo por el que su mamá la dejo ir conmigo. James había ayudado a convencerla de lo responsable que yo era conduciendo, aunque jamás me había visto conducir.

No sabía cuáles eran los planes a futuro de James, más allá de lo que dijo el día de nuestra tonta cita, pero no hablo nada sobre inscribirse esta semana o si es que estudiaría en el país o se marcharía. No debía importarme, yo le dije que se alejara. Y él parecía ser realmente bueno acátanos órdenes.

—Ambos son un fastidio —se queja y desaparece en búsqueda de la siguiente maleta innecesaria. Yo me meto en el auto como una cobarde y finjo que James no estaba allí afuera parado y viéndome con cara de perrito abandonado un día de lluvia.

El viaje fue tranquilo, Barb era una excelente copiloto, dirigió la playlist con temas que ambas sabíamos y que cantamos a todo pulmón y luego se quedó dormida a mitad de viaje con su boca un poco abierta dejándome sola con mis pensamientos.

La parte incómoda del viaje fue cuando le presenté a Seth al llegar al departamento de papá, en el que viviría el próximo año. No nos quedamos mucho tiempo, Bárbara no había dicho más que dos palabras mientras estuvimos allí, resolvimos el asunto de la universidad, y luego de recorrerla y fantasear sobre el próximo año allí, recorrimos el centro. Finalmente encontramos un bar pequeño y algo antiguo y nos embriagamos.

—¿Qué hay entre Connor y tú? —acabo mi segunda cerveza y me animo a preguntarle. Ella iba por su tercera así que estaba algo más que alegre, era mi oportunidad de indagar.

—¿Qué hay entre tú y Seth? —replica elevando una ceja en tono acusativo. Resoplo molesta, era mi turno de ganar la partida.

—Responde tu primero.

—Nada —sonríe quitándole importancia como si no no viera las miraditas entre ellos— No hay nada entre Connor y yo.

Hace un ademán con la mano para que yo continúe.

—Nada —le sonrío. Dos podrían jugar este juego— Ya no hay nada entre Seth y yo.

—Eres insoportable —gruñe molesta y le pide al camarero otra cerveza para las dos— No puedes decir que no hay nada. Los veo juntos, lo veo a él y la forma en la que te mira. No lo supero.

Antes que te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora