12. Un auto robado como todas aquellas cosas que nunca nos dijimos

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Sin dinero y sin conductores designados comenzamos a caminar por la calle. Había parecido un buen plan cuando salimos pero al cabo de hacer dos calles ya me dolían los pies.

–Aún no puedo creer que le hayas robado el auto de juguete a una niña de seis años –se queja por tercera vez James de Barb.

Ella lo ignora por completo y acelera su auto a batería por la acera dejándonos atrás, no porque fuera rápido sino porque nosotros estábamos realmente cansados.

Después de una larga caminata llegamos a casa de Nolan. Me habría gustado que Molly no se quedará allí así podría evitar tener que volver con James y quedarme en su casa a dormir como hacíamos antes pero no quería ser pesada así que no dije nada.

–Adiós Julie –Molly se despide de mi con un emotivo abrazo, aún debía estarle haciendo efecto el alcohol. En cuanto me suelta mira directo a James –Asegúrate de que llegue viva a su casa.

–Disculpa pero no me llamo Bárbara.

–Oh y a ella también –señala a Barb que aún estaba jugando con su auto a batería haciéndolo dar vueltas en círculo.

–Descuida Barb se quedará en mi casa a dormir –le dice James y luego me mira a mi– Y Julie llegará sin lesiones a la suya.

Nos despedimos, Molly y Nolan entran a su casa. Me sentí mejor después de eso, había conseguido no ser una amiga pegagoza y no estaba pasándola mal con mis dos compañeros de regreso a casa.

Solo había una cosa que me molestaba.

–Estos zapatos están matandome –me quejo mientras íbamos caminando uno al lado del otro prácticamente solos porque Barb seguía manejando su auto adelante nuestro.

–¿Por qué las chicas usan tacones si después no puede ni caminar con ellos?

–Si que podemos pero no en caminatas en medio de la calle para regresar a nuestras casas. Pensé que volvería en auto pero mi conductor designado decidió embriagarse hasta morir.

James lanza una risita suave y se por ella que no pensaba discutir conmigo esta noche pese a que había dejado el insulto a sus pies. No, James parecía más tranquilo y animado últimamente.

–Deberías agradecerme por hacer que todos voten por Molly –me advierte en tono de burla– Me debes un gran favor y estoy pensando en formas creativas de cobrártelo.

Su sonrisa juguetona parecía eclipsar la noche y mis mejillas ardían en contraste con el frío que comenzaba a hacer.

–Te recuerdo que aún no han sido las elecciones –intento parecer segura pero me tambaleo en mis tacones y mi amenaza pierde fuerza.

Él me sostiene del brazo cuando tambaleo y dice –Se dice gracias Julie ¿Conoces la palabra? Se suele usar cuando alguien hace algo bueno por ti.

–No tienes porque agradecerme haberte vuelto un ser humano empatico y colaborativo con una causa noble –me burlo y él suelta mi brazo para empezar a caminar de nuevo.

–Eres imposible –lanza un resoplido dándome la espalda.

Dejo que avance unos pasos lejos de mi, necesitaba algo de esa distancia. Sabía que debía agradecerle por lo que hizo pero aún estaba molesta y no había una clara razón para eso. ¿Fue por eso que quizo que fuera? Tal vez lo único que quería era que viera que estaba ayudando a Molly después de todo dijo que votaría para que nosotras comamos postres sin culpa. Pero parte de mí no quería que fuera solo por eso.

Miro mis pies, era claro que tenía problemas más graves ahora mismo. No iba a aguantar hasta llegar a casa.

–¿Cuantas enfermedades crees que tendré si me quito los zapatos y vuelvo a casa descalza? –pregunto sin mirarlo realmente y concentrándome más en el suelo de la calle. Había grandes probabilidades de que me cortara la planta del pie con algún vidrio, un clavo era otra posible opción– Que más da –digo finalmente y me detengo en la calle para quitármelos.

Antes que te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora