Capítulo 4

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Otro día de trabajo estaba por comenzar. Draco había considerado la idea de dejar esta porquería de club y comenzar algún negocio en el mundo mágico, pero todas sus ideas se habían esfumado como humo de cigarro
en el momento que caminaba por la calle. Una señora vestida en joyas, probablemente perteneciente a alguna familia rica, cruzó de acera solo para no toparse con él. Es cierto, era un ex mortifago que se apellidaba Malfoy. La gente aún tenía miedo al ver ese cabello blanco y esos ojos grises vacíos. Años atras, cualquier persona con ese apellido tenía todas las puertas del mundo mágico abiertas, pero ahora, tiempo después de la batalla, los esquemas de linajes de sangre, las creencias y todo el respeto que estas implicaban estaba destruido. Draco posó sus largos dedos en sus sienes, dando toques circulares para calmar el dolor de cabeza que se intensificaba cada que pensaba en la manera en que, todas las puertas de la vida, se habían cerrado ante él.

Como siempre, Betty entró en la habitación. —¿Qué tienes, Malfoy?

Draco levantó la vista, apartando sus dedos de sus sienes. —Jaqueca, nada grave.

—Bueno, resuelve eso. Te quiero listo en diez minutos, como siempre. —Betty caminó a la puerta, perdiendose en el pasillo, no sin antes lanzarle un beso a Draco, acompañado de guiño de ojos. Realmente esa mujer le daba miedo a Malfoy, o asco, era difícil diferenciarlo.

Draco se observó en el espejo, antes de comenzar con el cliente de la noche. Su cabello había crecido notablemente en los últimos meses, pero realmente no estaba interesado en cortarlo, ni siquiera le importaba. No recordaba cuando había sido la última vez que se había preocupado por su imagén física, a pesar de que su trabajo requería lucir bien. Betty siempre le recordaba que él lucía bien con cualquier cosa, y que por eso, la gente pagaba más por él que por otros.

Alguien llamó a la puerta con un toque suave. Draco se movió en la habitación que ya había vuelto a su decoración natural, y por una parte, eso le gustaba, porque siendo sinceros, Gryffindor para él era lo mismo que decir Harry.

Sus dedos tocaron la madera áspera y la puerta se abrió, dejando ver nada más y nada menos que una chica. Por una parte Draco estaba agradecido, con esta eran dos veces que lograba librarse de hombres brutos y sus toques que le provocaban náuseas.

—Imbécil. —murmuró Draco para sí mismo. Por otra parte había tenido la sensación que Harry iba a volver por él.

La chica entró en la habitación, parecía bastante cohibida y asustadiza, o tal vez solo eran nervios comunes.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Draco, intentando alivianar el ambiente. La chica se dirigió a los cojines de la esquina y se acomodó entre ellos.

Era guapa, tal vez demasiado, y tenía suerte de haberse encontrado con Draco en vez de cualquier otro tipo. —Jude.

—Bien, Jude. Yo soy Dra..—Draco fue interrumpido por la chica frente a él, quién ahora retiraba los pendientes de sus orejas y los colocaba en la mesita de noche, a un costado.

—Sé quien eres, Malfoy. —ella le sonrió, aunque pareció más una mueca de asco.— Tú y tu familia destruyeron a muchas otras. No hay nadie en el mundo mágico que no te conozca

Draco sintió como todo el peso del mundo caía sobre sus hombros. Él no esperaba que la gente lo olvidaría de un día para otro, sabía que llevaría tiempo, pero él no tenía prisa. Sabía que algún día podría volver a caminar por la calle sin que la gente hiciera gestos de desagrado, e incluso esperaba el día en que pudiera volver a mirarse en un espejo y no sentir asco de la marca que aún reposaba sobre su piel.

Las palabras de Jude volvieron a traerlo de vuelta a la habitación.

—Desnudate.

Draco llenó sus pulmones de aire, iba a necesitarlo. Sus manos bajaron hasta la hebilla metálica de su cinturón, sin despegar los ojos de los de Jude, quien tenía una mezcla de asco y odio destilandole de las órbitas. Jude caminó en dirección hacía Draco, dejando su bolso sobre la cama.

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