Capítulo 60

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Draco rechazó con un gesto el trago que el hombre con chaqueta roja había ofrecido. Caminó por la pequeña cocina desparramada de latas de alcohol y trozos de hot-dogs que comenzaban a tener un aspecto putrido.

Malfoy quiso hacer una mueca. Deseaba poder salir de aquel pequeño e intrincado lugar. Antonio observó sin mucha importancia como el lugar parecía un deposito de basura común, sin embargo; parecía adaptado a ello.

—Antonio, siento haber disparado a uno de tus hombres. —explicó Draco, realmente se había dejado llevar por el enojo.—Perdí los estribos. Cuando lleguemos a Londres te daré tres de mis mejores hombres.

Desde que el Ministerio había impregnado las calles de Francia con papeles con el rostro de Draco y el de Harry, Malfoy se había tenido que adaptar a hacer tratos sucios con las pequeñas mafias francesas para sobrevivir.

—Maldito seas, Mala fé. —habló Antonio con aquel gesto despreocupado y grosero. Tenía un hilo de cerveza espumosa escurriendole de la boca, a un costado de la barbilla cubierta de una casí diminuta barba. Cuando el hombre abría sus labios, solo lo hacía para dos cosas: dar órdenes o maldecir. Y aunque en un principio había sonado grosero, Draco estaba acostumbrado a su manera de hablar. Sabía que por su expresión estaba más que de acuerdo con el trato... o eso le quiso hacer creer.—Tu tratos son tan justos y convenientes que no podría negarme.

Chistó. El ego de Draco se alimentó un poco.

—¿En serio crees, Mala fé, qué me va a importar la muerte de un estorbo como él? —cuestionó, aunque en realidad lo había dicho para convencerse sí mismo. Quizá queriendo que quedara en claro que no tenía aprecio ninguno por aquellas ratas.

Draco quiso reír o siquiera tener una buena respuesta, pero solo consiguió asentir repetidamente en un diminuto lapso de tiempo. Había comprendido algo. Y si bien él sabía que no confiaba en Antonio ni su gente, ahora lo hacía menos. Estaba preparando un plan en su mente. Sí llegaba a fallarle, Malfoy tendría que matarlo. Antonio tenía el verdadero rostro de culpabilidad y traición. Draco se volvió hacer la pregunta, pero esta vez ya tenía una respuesta.

¿Si no le importaba uno de los suyos, por qué debería entonces importarle un descendiente de los Mala fé?

Era prácticamente imposible que el rubio lo supiera con precisión, pero tenía la intuición de que la rama de descendientes suyos hubieron aplastado por siglos a personas como él, incluso gente cercana a sí mismo. Y aunque en Francia ya no quedaban más Malfoys vivos, Draco estaba seguro de que él pagaría con sangre todo lo que ellos hicieron.

El hombre volvió a vaguear con sus palabras, negando hacía los lados repetidas veces, con un gesto de despreocupacion torcido en sus labios.

—Pues no... no me importaba en lo absoluto aquel hombre. —volvió a dejar en claro. Tan seguido como dijo aquello, levantó su dedo indice y Draco sintió que podría sacarle el corazón del pecho solo por apuntarlo con sus sucias manos.—Pero no te atrevas a volver hacerlo, Malfoy. No quisiera perder más de mi gente.

Draco seguía mirándolo con atención. Atención fingida, claro está, porque en su mente lo que en realidad hacía era asesinarlo de miles de dolorosas maneras.

—No tengo problema con eso. —le aseguró Draco. Con sus ojos bien filosos se acercó a Antonio.—Pero que sea la última vez en tu vida que señalas con tu dedo a un Malfoy. Y eso incluye también a Harry. —se giró dándole la espalda, sin dejarle oportunidad a hablar, lo que se consideraba una gran falta al respeto.—Con permiso.

Y con ello, salió de la diminuta cocina en ruinas, dejando a Antonio hirviendo de enojo.

Tal vez, solo tal vez, esa sería una buena excusa para que sus problemas comenzaran.

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