Extra

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Solo un extra porque extrañaba muchísimo escribir, supongo que esto sucedió alguna tarde entre las que Draco y Harry pasaron en Francia, mucho antes de la huída del último por el balcón.

Francia.

Había estado haciendo calor últimamente. Un calor horrible. El Sol, furioso y caliente, se colaba por la ventana vieja y algunos de sus hoyos. Las partículas de polvo iluminadas parecían luciérnagas, aunque en el día y no tan brillantes. El lienzo no estaba completamente blanco, Draco ya había empezado su pintura hacía algunos instantes, con el fresco del aire acariciando su cabello blanco, y sus ojos, los que hoy estaban tan fríos y grises como la plata, en dirección a la cama. A Harry.

—Quizá si no te movieras tanto, podría llamarme a mí mismo pintor. —se quejó el de mayor estatura, sentado en una pequeña silla de madera que tenía una pata chueca y torcida. Oh, demonios, cuanto amaban esa habitación en Francia.—¡Harry, quieto!

El castaño atrapó su labio inferior con sus dientes, maravilloso puente blanco que resaltaba el marfil. Sus cejas se arquearon de una manera tan inocente que hizo que Draco quisiera abrazarlo.

—Es solo que... no encuentro una posición correcta.

—Lucías bien de la manera en que estabas. —murmuró Draco, Harry era muy movedizo para pintarlo. Pensó que quizá era mejor empezar con un paisaje o algún objeto interesante, pero al girar su rostro hacía la cama, con la sábanas blancas de un lado a otro destendidas y Harry entre ellas, desnudo de la cintura para arriba, pero sin causar ningún morbo, solo una extraña mezcla entre la feminidad, la masculinidad y la sensualidad en el arte, Draco no pudo estar más convencido que quería pintarlo solo a él por el resto de su vida.—Déjame a mí.

Dijo, antes de encaminarse a la cama y pasar frente al pequeño balcón.

—¿Debo acostarme? ¿O prefieres que esté semi-acostado? ¿No crees que debería quitarme también el pantalón? —Draco dejó ver su puente de dientes tan recto y burlón en cuanto Harry dijo eso, siempre sabía como alivianar las situaciones con algún comentario chistoso.

—Harry, estás perfecto así. —prometió, haciendo que levantara su codo y mejorara su postura. Antes de irse nuevamente a su lugar, Draco pasó uno de sus dedos por las cejas de Harry, peinandolas en una sola dirección. Su dedo recorrió el puente de su nariz, tan perfecta y un poquito sonrojada en la punta, para al final, terminar acariciando sus labios rojos y delgados, en un fino toque embelesado que no ignoraba en lo absoluto sus lunares café y las diminutas partículas de polvo en sus pestañas. Harry se sintió hipnotizado por la caricia, una extraña caricia romántica en medio de una tarde sin sentido.—Eres tan hermoso que a veces tengo miedo de no saber pintarte bien. Creo que es imposible plasmar tu belleza, Apolo.

Harry chistó mientras Draco volvía a su asiento. De paso por el camino, Malfoy asomó su cabeza por el balcón, sorprendiendose de ver personas caminando en las calles y automóviles en marcha.—¿Apolo?

La posición no estaba matando a Harry como naturalmente se hubiese imaginado. Se sentía cómodo, con un codo hundido en el colchón, las sábanas destrozadas en un inimaginable desorden bajo él, y sus piernas, que a pesar de estar rebestidas por un pantalón, se mantenían cubiertas por la sobre-cama blanca. Parecía un ser irreal estando allí, con la luz blanca y brillante de la tarde colandose por las puertas abiertas del balcón. Su cabello castaño despeinado le daba un toque femenino, despreocupado, embriagante, pero su cuerpo desnudo y pálido le hacía lucir tan viril que intimidaba.

—Fue el dios griego más hermoso.

—¿Es un halago? —preguntó inocente. Él no era un dios griego.

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