Capítulo 13

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Draco lanzó el sobre a la cama matrimonial revestida de rojo.

—¡No y rotundamente no! —hace algunos minutos que ya le había levantado la voz a Harry, y ese era su mayor problema. El castaño detestaba que Draco construyera un muro de hielo cada vez que estaban en desacuerdo sobre algún tema.—No voy a dejar que te utilize de esa manera tan mediocre.

—Por sí no lo sabes, Draco Malfoy...—aunque Harry estaba en un limbo cuando el rubio estaba cerca de él, no iba a permitir que le dijera que hacer o no—; puedo decidir por mí mismo.

—¿Quieres ir a esa jodida cena, cierto? —le preguntó, con un tono amargo e irónico, muy típico de los Slytherins, pero sobre todo, del antiguo Draco, el que disfrutaba molestar a Harry y a todo Hogwarts en general.—Entonces iremos.

Draco se aflojó el nudo de su corbata negra y rodeó a Harry para salir de la habitación, no sin antes escupirle con un tono ácido.—Entonces ponte tu traje más caro si es que quieres simpatizarle a mi padre esta noche.

El platinado salió de la habitación dando un puertazo. Los dedos de Harry bajaron hacía la carta, junto a ella venía una fotografía adjunta. En la fotografía se veía claramente a Harry y Draco caminando de la mano. Era obvio que la fotografía había sido tomada cuando caminaban en el mundo mágico, probablemente por Rita Zketer, a quien Harry desgraciadamente recordaba por haberlo entrevistado en "El torneo de los tres magos". La carta mostraba la perfecta caligrafía de Lucius Malfoy, el padre de Draco, quien los invitaba a una agradable cena en la Mansión esta noche. Aunque Harry sabía que agradable y Lucius eran antónimos, igual quería ir. Más bien, necesitaba ir. No solo para demostrarse a sí mismo que era capáz de liberar las cargas del pasado y perdonar, sino para dejarle claro a Draco que no podía controlarlo a su antojo. En parte, Harry quería que el Slytherin también viera a su madre, era claro que de todos ella era la que más lo extrañaba.

Lucius era un ex mortifago, manipulador y ególatra, pero al fin y al cabo, e independientemente de los problemas y diferencias que los separaban en el pasado, en la actualidad, se deberían volver a ver las caras, y aunque a Harry no le entusiasmaba mucho la idea de ser parte de la familia Malfoy, Draco era una nueva atadura hacía lo que resultaba ser su horrible relación con Lucius. En pocas palabras, Harry debía dar su mayor esfuerzo por Draco. En cambio, cuando se hablaba de Narcissa, Harry sabía que instantáneamente simpatizaría con ella, porque a pesar de ser una excelente mujer, también había traído a Draco al mundo, y Harry no podía estar más agradecido con ella por eso.

Draco entró en la habitación unas horas después, justo cuando el reloj marcaba la hora próxima a la señalada en la carta, que curiosamente, aún reposaba sobre la cama. Sus dedos abrochaban los botones de su traje negro, a los costados del antebrazo. Harry se quedó unos minutos estático, intentando descartar el hecho de que algo estaba cambiando, o que, probablemente el visitar a su padre estuviera influenciando las creencias actuales de Draco. Malfoy había prometido que nunca más vestiría de negro, puesto que le traía malos recuerdos y que, algo de él revivía cuando lo vestía, pero ahí estaba, vistiendo un majestuoso traje de color carbón brillante. Parecía un hermoso cuervo a punto de desplegar sus alas y tomar vuelo, y aún así, sabiendo todo aquello, Harry estaba dispuesto a dejarse arrancar sus ojos por él.

—Te ves increíble. —halagó Harry, ignorando el hecho de que fuera vestido de negro justo para reencontrarse con su padre.

No hubo respuesta por parte de Draco, seguía reacio a la idea de visitar nuevamente la Mansión Malfoy. El platinado sabía que su
padre solo los había invitado para aprovecharse del éxito que implicaba
ser Harry Potter en el mundo mágico, y el castaño lo sabía. Sabía que Draco solo cuidaba de él, pero quizá, las cosas no sucedieran como Lucius tenía planeado. Tal vez, solo tal vez, quien se llevara una sorpresa fuera él.

Llegaron a la Mansión Malfoy un tiempo después de que el elegido se vistiera adecuadamente. Había optado esta ocasión por un traje gris, elegante y sostificado, pero sobre todo, caro: aquello que más llamaba y envolvía a su padre.

Tres toques en la puerta rompieron el silencio espectral que rodeaba a la Mansión. Un elfo doméstico atendió a la puerta unos segundos más tardes, vestía ropa común, como si fuese una persona más y Harry se alegró por ello.

—Es un gusto tenerlo de vuelta, amo Malfoy. —Draco asintió, con un gesto lo suficiente amable para ser él. El elfo observó a Harry y un destello de emoción se encendió en sus grandes y vizcosos ojos verdes.—Adelante, porfavor.

Cuando la gigante puerta de la Mansión fue cerrada, Harry advirtió una mujer que caminaba hacía ellos. Narcissa se detuvo en seco, le hechó un vistazo a las dos personas e inconscientemente colocó su mano en la boca, ahogando un suspiro. Quizá no creía que su hijo volvería a casa después de tanto tiempo.

Fue cuestión de segundos para que Draco caminara con paso ágil hacía ella, envolviendola en un abrazo cálido, mientras se susurraban al oído cuanto se habían extrañado. Harry sintió una ligera envidia al ver la escena, había crecido toda su infancia deseando tener una familia, y aunque parecía una idea retorcida, esto era lo más parecido a una.

A sus espaldas, alguien se aclaró la garganta, interrumpiendo el emotivo reencuentro de la señora Malfoy y su hijo. Narcissa rompió el abrazo para ver de quien se trataba, teniendo inclusive que levantar la vista hasta la imponente figura que se dibujaba un poco más adentro del umbral de la puerta. La mujer de mechas blancas se giró hacía Harry, con quien no había mediado palabra hasta el momento. Hizo una diminuta reverencia que si no fuera porque Harry sabía que era costumbre de las familias más prestigiosas de Inglaterra, ni siquiera lo hubiese notado.

—Es un gusto tenerte aquí, Harry. —halagó, tomando nerviosamente la mano del castaño en un gesto muy maternal.—No podía creerlo cuando mi esposo me contó que vendrías, lamento mucho que esta casa te traiga malos recuerdos. Acompañame.

Narcissa condujo a Harry por uno de los largos pasillos, dándole un poco de privacidad a las dos personas que se mantenían de pie en el corredor.

El hombre en el umbral caminó unos pasos, arrastrando un bastón con el puño de plata y varias esmeraldas incrustadas.

—Bienvenido de nuevo, Draco.

Como si estar en esa casa no fuese suficientemente humillante para él y para Harry, Draco fingió su mejor sonrisa y asintió con la voz algo rota por los recuerdos de su hogar.

—Padre.

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