Capítulo 43

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Al segundo día de su Luna de Miel, Draco recibió un paquete repleto de fotografías, y con ello, comenzaron las peleas.

El sobre solo ponía "Draco", con letras verdes y una caligrafía que desconocía. El rubio sospechaba que debía haber llegado entre las nueve y las once de la mañana, la hora en la que él y Harry habían ido de picnic al rio, por ende, la única vez en la que ambos abandonaron la habitación 303, donde se hospedaban. Aún pagando la habitación más lujosa del mundo, Draco supo que no podía hacer nada contra la seguridad, sabía que en todas partes, hasta en Gringotss, la seguridad era burlada a veces, por mentes ingeniosas que trabajaban directamente, o quizá, que movían sus hilos tras alguien más.

Revisó el paquete una vez más, estaba seguro de que había un punto que no estaba atando correctamente. ¿Debería denunciar a la seguridad del hotel por encontrar un sobre sobre su cama con fotos de su pareja justo cuando regresaban de un picnic? ¿O debería quedarse callado hasta que sucediera algo peor que un allanamiento?

Revolvió las imágenes, buscando el menor detalle. Quizá un ángulo, la textura o incluso el olor le podría parecer conocido, pero no, definitivamente y si no había perdido la mente, estaba seguro de que nada de aquello le parecía cercano. En las fotos se mostraba el cabello canela oscuro de Harry salpicar, su sonrisa achinandole los ojos y su labios moviéndose en sintonía con la mandíbula mientras masticaba una rebanada de pizza y albóndigas. Por el lugar y sus alrededores, Draco supo que se trataba del rio y que la foto era reciente. Aún así no recordaba haber escuchado ningún sonido raro tras las hierbas ni el peso de una mirada sobre ellos mientras se divertían en las aguas. Y aunque por el momento todo fuera confuso para ambos, había una realidad jugando en su contra.

Alguien los estaba siguiendo.

—Draco, has pasado toda la mañana observando esas fotografías. ¿Por qué no descansas? —Harry había comenzado a asustarse, de hecho, lo estaba desde mucho antes. La razón por la que él fuese el único que salía en las fotos le incomodaba, confundía y sobre todo aterrorizaba. ¿Quién estaba trás ello? Rodó los ojos al darse cuenta de la respuesta. No tenían ni idea.

Malfoy suspiró, agotado y dandose cuenta que su esposo tenía razón.—Bien. ¿Qué quieres hacer? —observó su reloj de mano. Draco vestía muy bien hoy. Tenía una camisa blanca holgada, típica de los países caribeños. El cabello rubio se le parecía haber enrulado un poco con el agua del río, puesto que tenía algunos zurcos y chorongos sobresaliendo de sus mechas ordinarias. Tenía también, un short crema que le llegaba un poco más arriba de las rodillas y en su cuello, por orden de Harry, bailaba un collar de colores exóticos hecho a base de flores de plástico.—Tenemos algunas horas antes de cenar fuera. ¿Hay algo en especial que quieras hacer? 

Cierto, recordó Harry. Esta noche era la gran noche. La noche donde por fin concretarían sus botos. Ninguno de los dos se había apresurado, si por Draco fuera, podrían pasar sus vidas enteras viviendo en aquel hotel, por lo que no tenían prisa en lo absoluto. El Gryffindor no sabía que planeaba Draco para la noche, pero últimamente había prometido dejarse llevar mientras estuvieran allí, había prometido dejarse corromper o sorprender al menos un poco por su astuta serpiente.

Con un poco de creatividad, Harry supo exactamente que actividad podrían hacer.

                           [...]

—No.

Harry suspiró. Tocaría arrastrar a Draco dentro.

—No lo haré, pequeño león. —murmuró el rubio platinado que olía a menta, plata y cigarro. Estaba tan reacio que Harry comenzaba a fatigarse de tanto empujar y no conseguir ningún resultado.

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