Capítulo 50

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—¿Qué sabor de helado es éste, señora Malfoy? —preguntó Harry. Tenía la punta de la nariz embarrada de helado cremoso.

Narcissa dió una vuelta y le revolvió el cabello castaño al Gryffindor. Después de que el doctor diagnosticara que Harry, a pesar de no haber recordado nada demasiado esencial aún, se encontraba estable y fuera de peligro, Narcissa lo trajo consigo a la Mansión Malfoy, como un pequeño niño que no puede hacer nada por sí solo.—Es dulce de leche, Hazza. —respondió.

Draco gruño por lo bajo, murmurando y limpiando con la manga de su camisa la nariz del castaño.—Ni siquiera sabes comer helado.

Harry, quien no lo escuchó, terminó de disfrutar aquel delicioso postre frío. Había tenido recuerdos vagos, pero Draco seguía siendo un desconocido para él.

—Quiero llevarte esta noche a un lugar, Potter. —habló. Draco había considerado que llamarlo nuevamente por su apellido sería lo mejor. No sabía por qué, pero no quería incomodarlo haciendole saber que su apellido no era Potter, sino Malfoy y eso significaba que él era legalmente su esposo.

Harry levantó su ceja. Draco amaba ese gesto.—¿Propuesta o aviso?

Malfoy revolvió su cabello rubio, sacando de su bolsillo izquierdo una cajetilla de cigarros.—Tomalo como quieras.

Draco colocó el cigarrillo entre sus dientes cuando dos personas entraron en la cocina. Lucius venía apurado, entró en la habitación con un rostro neutral, listo para servirse una taza de té negro.

En un movimiento, señaló a Draco.

—Ni se te ocurra encender esa basura aquí dentro.

Draco sonrió. Parecía un maldito demonio cuando hacía ese gesto burlón con sus labios. Y sus ojos, grises y afilados, se complementaban a la perfección con su cabello blanco y su tez clara. Con sus largos y perfectos dedos bajó el cigarro de su boca, partiendolo a la mitad y arrojandolo en la basura.

Nicholas se movió, haciéndose notar. Su presencia era tan insignificante que ni siquiera había llamado la atención.

—Buenos días, Harry. Buenos días Dray.

Draco se tensó. —¿Dray?

—Dray es la abreviación de Draco. Creo que 'Draco' es un nombre muy seco y aburrido. ¿No lo crees, Harry?

Lucius terminó de beber el té y salió. Parecía ir tarde hacía algún lugar, por lo que Draco ni siquiera tomó importancia.

Harry dejó de comer su helado. —Dehecho, Draco es un lindo nombre. ¿Viene de dragón, cierto?

Malfoy asintió. —¿Lo recuerdas?

Un hoyuelo se marcó en la mejilla de Harry.—Lo hago.

Nicholas volteó los ojos en blanco, harto de ver aquello. El hecho de que Harry no recordase todo lo que él les había hecho, ponía muchos puntos a su favor, como por ejemplo, poder hablar con Draco sin desatar una pelea que lo llevase a la muerte, porque sabía que el rubio no lo asesinaría frente a Potter. En resumen, Harry y su perdida de memoria eran para él tan solo un rehén, aquello que lo mantenía con vida, y el hecho de que Harry recordara algo equivalía su muerte cada vez más cerca. Ese rubio tenía una soga puesta al cuello, con un reloj que contaba los segundos para que Draco pateara la silla de la que se sostenía.

Nicholas estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por pasar tiempo a solas con Harry, más aún si aquello le hacía olvidar poco a poco a Malfoy.

—¿Te gusta Paris, Hazza? —Draco gruñó al escuchar el apodo, pero se relajó al pensar en que Nicholas jamás tendría uno tan despectivo como lo era 'cabeza rajada' y que aún siendo tan hiriente, demostrara más amor del que Nicholas hubiera sentido nunca jamás en todo lo que llevaba vivo.

Harry frunció el ceño y Draco creyó por un momento que recordaría su viaje a Francia, sin embargo; no lo hizo. O al menos eso pensó.

El castaño jugó torpemente con la cuchara, haciendo una especie de sonido melódico al sonar el cubierto dentro de la copa.—Nunca he ido, pero estoy seguro de que es precioso.

Nicholas mostró una sonrisa lobuna.

—Vaya. Es una casualidad, porque justo tengo dos tickets para el teatro. Escuché que realizarían alguna obra francesa. ¿Quieres ir?

Harry lo dudó, bastante al parecer. El desconcierto se mezclaba sin pudor con las ganas de aceptar, y aún no encontraba una respuesta clara cuando Draco hizo sonar la silla en la que estaba sentado, arrastrandola por el precioso suelo de la Mansión.

Su altura dejaba a Nicholas pequeño y Potter solo sabía pensar en lo parecidos que eran para ser primos, sin embargo; cuando pensaba en Draco y Nicholas, le venía algún presentimiento que no podía explicar. Al levantarse de la silla, la camisa que Malfoy vestía se adhirió en mayor cantidad a su piel, ciñiendose principalmente en el borde de los músculos de sus brazos.

Harry sintió su corazón latir con rápidez ante aquella imagen y ni siquiera podía explicar por qué. Los zapatos largos en la punta, finos y combinados perfectamente con el pantalón que vestía Draco esa mañana lo dejaron sin aire, incluso con todo el que existía. ¿Acaso no se había fijado antes en Draco? Bajó la vista, pero inconscientemente la volvió a subir cuando sintió su gruesa voz hablar.

Draco se lamió los labios antes de dirigirse a Nicholas, volviendolos rojos como sus mejillas. Tenía su cuerpo peligrosamente cerca del de Nicholas, como si no le importara si eso podía llegar a molestarlo.

—Harry ya tiene planes para esta noche ¿Cierto Harry? —se giró a verlo. Potter recordó al momento el lugar al que Draco quería llevarlo.

—Correcto. —concordó. Los ojos de Nicholas destilaban rabia como nunca. Su mandíbula rigida en los costados se relajó para regalarle una sonrisa fingida a Harry.

—No hay problema. —levantó los brazos en son de paz.—Otro día será.

Harry asintió. —Otro día será. —repitió. Afirmando. A pesar de que en realidad le daba mala espina aquel rubio ruloso. No podía explicar por qué, pero ni siquiera lo hermoso que lucía podía hacerle olvidar la mala sensación que sentía cuando Nicholas entraba en el mismo sitio que él.

Con un movimiento, salió de la cocina. Su rostro de frustración no pasó desapercibido para Draco, egoístamente esto lo hizo sentir genial. Harry volvió a hablar, sacándolo del interior de su mente.

—Entonces... ¿A dónde vamos?

Draco sonrió, recordar aquello le hacía feliz. Y quizá, esa felicidad podría aumentar en cuanto Harry viera el lugar.

—Al Polo Norte, cariño.

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