Capítulo 44

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—¿Para que sirve? —preguntó Draco descolocado y con un rostro de malas pulgas al observar un regalo que había quedado atascado en lo profundo del resto y el cual por accidente no habían llegado a ver.

—Es una cámara de fotos instantáneas. —respondió Harry, sonriente y orgulloso de sus conocimientos muggles.

En cambio, Draco mantenía una mueca de recelo hacía el objeto.—¿Instantánea?

—Sí, tomas una fotografía y ésta es revelada al momento. —explicó. De pronto, una idea corrió por su mente. Podría enfadar o ofender a Draco aquella pregunta, pero si no la hacía, nunca lo sabría.—¿Te gustaría probar?

Los ojos grises y cansados de Draco observaron a Harry unos instantes, para luego retirar la mirada con indiferencia.—No.

Harry parecía no rendirse. Quizá podrían encerrar algunos lindos recuerdos en fotografías antes de marcharse.—Vamos, Draco, tienes que intentarlo.

Caminó unos pasos tras Malfoy, quien se movía rápido en comparación con las cortas piernas del elegido.—Vamos, solo una.

Draco mantenía su postura seria y parecía harto de escuchar los ruegos de Harry.—He dicho que no.

Justo cuando Harry caminaba apurado tras el rubio, Draco frenó, girandose y haciendo que Harry se tropezara con él. De momento, la cámara que estaba entre sus brazos se movió de lado a lado, estrujándose contra sus dedos y presionando varios botones sin querer.

Primero el sonido de un flash y luego las luces hicieron que la habitación se callara. No se escuchaba la voz de Draco molesta, pero Harry intuyó que por su mirada asesina, no tardaría mucho en oírla. Como si fuera poco, de la ranura de la Polaroid comenzó a salir lentamente una pequeña fotografía cuadrada, que hacía un molesto ruido a su paso. Draco estaba teniendo un pequeño tic nervioso en el ojo izquierdo y no podía dejar de pensar en como Harry era una zona de desastres a su alrededor.

La fotografía cayó al suelo sin esperar a ser refrescada. Pasaron unos segundos hasta que Draco se hincó y con sus largos y perfectos dedos ágiles recogió el pequeño cuadrado, dirigiendo sus ojos filosos y su ceja arqueada hacía lo proyectado.

Harry tragó saliva, con suerte sería tan solo una imagen borrosa o quizá ni siquiera eso, pero no, la mirada de Draco decía lo contrario.

Vaya noche, pensó el Gryffindor.

Draco apretó la mandíbula, tomó el puño de Harry y lo abrió, depositando en este la foto, para continuamente darse la vuelta. El castaño tragó saliva nuevamente, volteó la foto y cuando sus ojos enfocaron la imagen, todo cobró sentido. No le importó demasiado que Draco estuviera en la otra habitación, puesto que una carcajada melódica y burlona salió de su garganta, atropellandose con sus palabras.

El rostro de Draco salía en la imagen como primera portada de un periódico de Londres. Se encontraba movido, borroso y con una mirada que, a pesar de no estar precisamente enfocada, podía notarse tan seria como la de Snape.

Volvió a reír. Sin dudas, si alguna vez llegaban a tener un hijo, Harry le ordenaría que pegara la fotografía a la taquilla de su colegio.

Los pasos de Draco entrando en la habitación nuevamente llamaron la atención de Harry, quien le rezó a Merlín para no recordar la chistosa cara de amargado de Draco en la fotografía.

—¿Estás listo? —preguntó el rubio. Estaba vistiéndose. Con una mano abrochaba uno de los botones de su camisa negra mientras que luego se encargaba de poner adecuadamente la corbata. Harry no podía negarlo, Draco lucía extremadamente atractivo y elegante, y se preguntaba cientos de veces como era posible que decidiera encerrarse en un matrimonio siendo tan jóven y apuesto. Y la respuesta era clara. Nada más y nada menos que porque estaba enamorado. Perdidamente enamorado de Harry. Y no veía un futuro sin él, o sin sus ojos verdes como aceitunas.

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