Capítulo 36

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Capítulo 36 | La despedida de solteros, parte I.

Las semanas habían pasado más rápido de lo que Harry alguna vez imaginó. Se encontraba nervioso, mordisquiando la comisura de sus uñas hasta que Draco llegó a él.

—Estoy listo. ¿Nos vamos? 

Harry no tardó en darse cuenta lo radiante que se encontraba Malfoy. Vestía un traje negro que parecía brillar cuando caminaba, una corbata del mismo color se envolvía a su cuello, seguido de su rostro firme y atractivo. Harry no podía negar cuan increíble le quedaban los trajes elegantes, que curiosamente, lo hacían lucir más fino y de alta sociedad. Draco metió la mano en el bolsillo de su pantalón negro y levantó la ceja izquierda, juzgante.

—¿Y esto?

Harry disimuló una risa.

—Tú madre quiso asegurarse de que estuviéramos cómodos.

Un automóvil muggle se extendía de un extremo a otro, largo y lujoso como los que Harry había visto en las peliculas que transportaban a los estudiantes a sus bailes de fin de año. Ambos se subieron, dándole las indicaciones al conductor sobre donde los esperarían cada grupo de amigos. Harry tenía miedo, náuseas y nervios que solo se intensificaron al pensar que al día siguiente sería su boda. Sus manos temblaban más aún cuando pensaba en Draco, por un lado, este le había prometido que se comportaría en su despedida de soltero, y él, en cierto aspecto, confiaba en eso. Pero en quien no confiaba absoultamente, era en Blaise.

—Te quiero lejos de esa comadreja. —masculló, como si hubiese estado dándole muchas vueltas a la idea dentro de su cabeza y no fuese hasta ahora que había decidido hablar.

—Es mi mejor amigo, Draco. —recordó Harry.—Yo no te obligo a mantenerte lejos de Blaise, ¿Recuerdas? Además... ¿Por qué los celos? Mañana es nuestra boda ¿No estas nervioso?

—¿Nervioso? —preguntó Draco, con una mueca de horror.—Estoy aterrorizado. Tengo miedo a que algo salga mal.

—Tu madre se encargó de todo, no tienes nada que temer.

Draco tomó la mano de Harry, entrelazandola con la suya, y casí al instante notó como estaba sudorosa y fría. Después de que Potter hubiera estado casí veinticuatro horas sin hablarle a Draco, este había decidido ir a pedirle disculpas y aceptar de mala gana la presencia de Ron en su boda. Aunque después de darle algunas vueltas en su mente, recalcó el hecho de que por fin aquella comadreja podría ver que Harry se estaba casando con él, y por ende, era suyo.

Los ojos grises de Draco siguieron con la mirada a la de Harry, quien por la ventanilla del auto observaba a unas chicas. El auto en movimiento no iba demasiado rápido, por lo que Draco consiguió echar una repasada rápida a las mujeres. Ambas llevaban bolsas de compras en sus manos, mientras que parecían entablar una emocionada conversación sobre su compra. La chica más alta, rubia y de falda rosada, sacó de su bolsa una prenda de vestir que hizo que las pupilas de Harry se agrandaran, aquello parecía gustarle demasiado, aunque por su mirada, aparentaba ser un sueño muy lejano y casí imposible. Un segundo más tarde Draco recordó aquel día donde había buscado a Harry entre las tantas habitaciones de la Mansión Potter, encontrandolo en una de ellas al azar, vistiendo el vestido más hermoso que él hubiese visto nunca, con aquel maquillaje tan radiante que terminó corriendose del sudor y aquel par de ojos verdes que lo hacían sentir cosas inexplicables. Solo fue necesario un vistazo más al chico de cabello negro sentado a su lado. El auto acababa de perder a las jóvenes tras ellos, Harry se reacomodó en el acolchonado asiento, suspirando hondo.

—Deten el auto. —la gruesa voz de Draco llamó la atención de Harry, quien se giró hacía el, observando como le hablaba al conductor por la pequeña ventanita que los separaba. El hombre de lentes negros y traje lujoso negó varias veces.

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