Capítulo 5

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¿Alguna vez te has sentido tan mierda que ni siquiera puedes explicar como se siente? ¿Has sentido, quizá, que realmente no te quedan motivos para no darte por vencido? ¿Has sentido la molesta sensación de tener miles de cosas por decir, pero al final quedarte callado por qué no sabes ni siquiera por donde empezar? Si te has sentido así, entonces, sabrás exactamente como se sentía Malfoy en estos momentos, después de que una extraña que,  además de aprovecharse de la situación y básicamente engañarlo, lo torturara a puros crucios.

«Me lo merezco» se repetía Draco,
«Después de esto, la deuda quedará saldada y no tendré que sufrir más»

Se prometió, en el pequeño intervalo en el que Jude dejó de torturarlo para encenderse un cigarro, que si llegaba a salir de aquí vivo, esta misma noche tomaría sus maletas y se largaría, aunque tuviera que regresar a la Mansión Malfoy y toparse con todos los malos recuerdos que aún vivían entre esas paredes.

«Soporta un poco más, Draco»

La puerta vibró a los toques apresurados de alguien. Jude se sobresaltó y casí dejó caer el cigarro que sostenía entre sus dedos, lo apagó contra la pared y comenzó a caminar en círculos confusos, nerviosa. La persona detrás de la puerta parecía apurada, por lo que no le dió tiempo a Jude de pensar en un plan estratégico sobre qué hacer.

La puerta no volvió a sonar, en cambio y para la buena suerte de Draco, se abrió.

Madame Betty entró con el cabello revuelto y casí corriendo. La persona que venía junto a ella se mantuvo oculta, un poco más atrás del umbral de la puerta. —Draco, deja todo lo que estés haciendo, no importa con quien estés, hay un invitado especial que quiere...—Betty se detuvo en seco cuando observó a Malfoy atado a la cabecera de la cama, con todo el rostro y pecho goteando sangre y a Jude apuntandola con su varita.—¿Pero qué demonios?

Jude se apresuró y pronunció algunas palabras, para después dejar a Betty en el suelo, con una expresión rigida plasmada en el rostro.—Petrificus Totalus.

La mujer sonrió con satisfacción.—¿Ves, Draco? —señaló victoriosa a la mujer en el suelo y se acercó a él—Nadie va a impedir que sigamos divirtiéndonos.

El rubio apretó los ojos, la única salvación que tenía yacía rigida en el suelo. Algunos pensamientos sobre las posibles torturas que Jude podía experimentar con él le atormentaron la mente, aunque después de todo, ya ni siquiera sentía su cuerpo, menos sentiría el dolor que Jude podría volver a ocasionarle.

—No, no lo creo. Tu diversión se acabó aquí. —Jude se giró al escuchar una voz a sus espaldas y seguidamente observó una silueta bajita pero imponente emergiendo de la sombra del umbral. Conforme se iba acercando Jude sentía su cuerpo temblar, hasta que por fin, el rostro estuvo al descubierto, y Jude pudo observar un cabello castaño oscuro cubrir un pedazo y medio de cicatriz rojiza. —Espero que te diviertas en Azkaban.—Harry hizó una mueca para después mover su varita.—Petrificus Totalus.

Jude cayó reacia al suelo, con una expresión de terror, porque lo último que vió al ser petrificada, era al niño que vivió, salvar a quien siempre fue su enemigo.

Draco levantó la cabeza para observar quién lo acababa de salvar, y se encontró nada más y nada menos que con Harry, quién vestía una chaqueta roja y unos vaqueros azules marinos. No sabía si el hecho de tenerlo de nuevo cerca le gustaba, o si realmente le avergonzaba que Harry lo viera cubierto de sangre y golpeado.

—Draco. —la ronca voz masculina hizo que Draco sintiera cosas revolotear en sus intestinos, pero ignoró todo el afecto que causaba Harry en él, y se limitó nuevamente a saludarlo, pero esta vez, con una media sonrisa.

—Cabeza rajada.

Harry no pudo evitar sonreír, después de todo era Malfoy, ¿Qué esperaba? La expresión risueña del castaño fue remplazada por una seria, preocupada.

—¿Draco? —los ojos de Malfoy empezaban a cerrarse, parecía mareado y su vista claramente estaba pérdida en alguna parte de la habitación.

El rubio sonrió y como pudo, ubicó su mirada en la chaqueta que vestía Harry. —El rojo es definitivamente tu color, león. —susurró con esa voz ronca y masculina que poseía. Trás decir eso, el rubio cerró la boca abruptamente, pestañeó dos veces y cayó inconsciente.

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