Capítulo 41

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Draco sabía perfectamente que la elección de un sitio para la noche de bodas era muy importante, por eso en cuanto escuchó que su madre planeaba el evento, no pudo evitar colarse en la conversación. Después de todo, ¿Quién conocía a Harry mejor que él como para saber que le podría gustar o disgustar?

—¿¡Tailandia?! —había exclamado Narcissa aquella vez cuando Draco le propuso dejar los hoteles de lujo en Grecia para disfrutar de la naturaleza de Tailandia.—¿Por qué no lo piensas mejor? ¿No te gustaría viajar a Suiza? ¿Alemania? ¿Argentina?

Sinceramente, su madre estaba aterrada, había escuchado que en Tailandia las personas solían viajar en elefantes gigantes por los ríos y vegetaciones poco profundas, y eso, en su mayoría, le asustaba. ¿Qué pasaba si Draco montaba un elefante y tenía un accidente? Narcissa movió la cabeza intentando desaparecer aquellos pensamientos catastróficos,
estaba segura de que su hijo recapacitaría y optaría por ir de Luna de Miel a Sudáfrica o Australia.

Pues no. Desde aquella conversación a la una en punto de la madrugada mientras Harry dormía, Draco había estado firme en su decisión sobre irse de Luna de Miel a Tailandia. Después de todo era un Slytherin.

El nuevo integrante de la familia Malfoy no tenía ni idea a donde irían a pasar su Luna de Miel y Noche de Bodas, puesto que Draco había sido muy exigente con todos y quería que quedara en una sorpresa. Salieron de la fiesta, observando como las personas se acercaban a ellos para felicitarlos, despedirse o ofrecerles algunos regalos que no habían tenído tiempo de obsequiar, mientras que hombres vestidos de negro y que trabajaban para Draco, metían dentro del auto algunas valijas y maletas de cuero marrón.

Después de despedirse de Pansy, Lucius se acercó a Draco y Harry.

—El auto ya está listo y esperando por ustedes. —dirigió su vista al vehículo, donde fuera esperaba un señor vestido de negro, con un brazo delante y otro detrás.—¿Terminaron de despedirse?

El rubio menor asintió. —Estamos listos.

Y con eso subieron al auto, después de los besos y abrazos acaramelados de Narcissa a ambos.

—¿No piensas decirme aún a donde vamos? —preguntó el castaño.

Draco negó varias veces. Quería que todo saliera perfecto.—No. Es una sorpresa, Harry. —pero al ver el rostro y puchero que ponía el castaño a unos centimetros de él, no pudo evitar hablar.—Solo te diré que es un lugar de ensueño, un verdadero paraíso. Estoy seguro de que te encantará. Espero que se convierta en nuestro recuerdo favorito de ahora en adelante.

El Gryffindor tampoco hizo más preguntas, se dedicó a cerrar los ojos y recostar su cabeza en el hombro de Draco. Ni siquiera supo cuantas horas pasaron hasta que el rubio lo movió con gentileza para que despertara. Le dolía cada hueso de su cuerpo debido al pequeño y reducido espacio del auto y la cantidad de horas viajando, ya que Draco se había negado rotundamente a montar un avión, o un "maldito pájaro volador" como el solía llamar a aquellas gigantescas naves muggles que detestaba, y que en lo más profundo de sí mismo, temía.

Harry estaba aún adormilado cuando sintió las manos de su esposo rodear sus ojos con algo que cubrió su visión por completo. —¿Draco? ¡Draco, quítame esa venda!

Una carcajada ronca se escuchó trás las quejas del castaño.—Harry, déjate guiar o terminarás en el suelo. Te dije que era una sorpresa.

Apoyándose con dificultad en los brazos del otro, Harry intentó caminar, pero al ser un sitio desconocido para sus piernas, no alcanzaba dar un paso sin temblar. El rubio suspiró profundo, para luego alzar a su recién esposo sobre sus brazos y llevarlo sobre él como si de una princesa se tratara.

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