Capítulo 49

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—¿Cómo es posible? —preguntó Draco, quien tenía los ojos rojos de tanto llorar.

El médico hizo una mueca con sus labios.

—Lo siento mucho, Sr. Malfoy. —pidió, a pesar de que él no tenía la culpa de que Harry no lo recordara.—Las personas no olvidan a otros porque sí, sino porque su conciencia les ha obligado a hacerlo. Esto suele suceder cuando la persona ha sufrido algún evento traumático con relación a la otra, y por ello, al ser tan doloroso, el cerebro decide olvidar todo lo que tiene que ver con respecto a aquella situación o personas implicadas. Es un mecanismo de defensa de la mente humana, donde el cerebro prefiere no enfrentar estos recuerdos que pueden llegar a ser dolorosos en ciertos aspectos. Realmente lo siento.

Entonces Draco, quien estaba parado frente al doctor, se dió cuenta de algo. Se dió cuenta de que el hecho de que Harry no lo recordara era su culpa. Suya y de nadie más, porque él había causado todo, y por ello, la mente del Gryffindor había llegado a su espacio limite, había soportado mucho y había decidido olvidar todas aquellas cosas que le parecían demasiado dolorosas como para lidiar con ellas. Harry había olvidado a Draco.

Ya no habrían más abrazos en las mañanas, más tazas de café a media noche, no habría más sexo en bares ni clubes, ni más pastillas raras que proporcionaran euforia por montones. Tampoco tendría a quien comprarle vestidos rojos, verdes o azules, ni con quien viajar por todo el mundo. No tendría a quien enseñarle las calles de Francia ni tener un amor en Paris. No habrían más bolas de nieve, ni muñecos para hacer. Tampoco botellas de vino que beber en la bañera. Ni tatuajes en pareja que realizarse. No habrían más noticias donde relacionaban a un mortifago con el elegido, ni frases perjuiciosas cada vez que se besaban. No tendría a quien escribirle cartas de suicidio ni de amor. O con quien bailar una canción romántica. No volvería a usar la Polaroid para fotografíar, ni mucho menos volvería a tocar un lienzo o pincel, porque si no era a Harry, Draco no querría pintar.

Draco no tendría con quien bañarse, ni con quien hacer picnics, con quien visitar la tumba de Pansy o jugar ajedrez. Nunca más volvería a pensar en montar un elefante o siquiera en volver a soñar. ¿Podría volver a dormir tranquilo nuevamente? ¿No tendría pesadillas o siquiera frío? Draco tenía la cabeza hecha un lío. ¿Cómo olvidas a una persona que conoces desde siempre? ¿Cómo es siquiera posible que Harry lo haya olvidado? Bajó la mirada. No volvería a perderse en esos ojos verdes, ni amaría el sabor de las aceitunas a pesar de que no podía comerlas sin vomitar. No iba a sentir como su castaño le arañaba la espalda, ni como le dejaba marcas en el pecho, no iba a volver a tocar su pelo lacio, ni recordaría siquiera cuando le rechazó en primer año. No habrían más Halloweens, ni difraces de vampiros, ni un Draco pelinegro, tampoco un Harry con colmillos, ni una historia llena de drama y corazones rotos. Todos los nombres para hijos que planearon ahora no tenían sentido, porque todos y cada uno de aquellos recuerdos habían sido olvidados por la única persona que se suponía que debía recordarlos.

Nuevamente Draco se dió cuenta de lo solo que estaba.

—¿No hay nada que pueda hacer para que Harry me recuerde? —preguntó. Sus ánimos estaban por el piso y la respuesta del médico los hicieron bajar más aún.

—Esperar. Mi padre me solía decir que lo que es real perdura, sin importar el tiempo que pase. Pasa tiempo con él, muestrale aquellas cosas que los hacían felices a ambos, intenta acercarte. Estará siendo el mismo de siempre, solo que tú para él habrás cambiado. Draco. ¿Puedo llamarte así?

Malfoy asintió.

—Draco, te haré una pregunta. —anunció.—¿Crees que Harry vale la pena lo suficiente como para empezar desde el principio? Y con ello te estoy preguntando si estarías de acuerdo en volver a presentarte por primera vez, de volver a ganarte su confianza, de volver a conocerlo y dejar que te conozca como la primera vez que lo hicieron. ¿Estás dispuesto a perder tu tiempo por él?

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