Capítulo 17

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Draco se removió en la cama buscando a Harry, sin embargo; no lo encontró. Era muy temprano en la mañana, así que ni siquiera podía imaginarse donde estaba. Se levantó del montón de sábanas de seda rojas, medio dormido y medio despierto. 

—Rezale a Merlín para que no te encuentre, Harry. —murmuró, tallandose uno de sus ojos con su palma desnuda. Recordaba perfectamente haberle dicho a Harry que no se moviera de la cama en toda la noche para que la herida en su abdomen no se abriera, pero era Gryffindor después de todo.

Habían pasado unas largas semanas desde lo sucedido en el club, semanas en las que Harry había estado alejado de todo en general, especialmente de Draco, quien ya no aguantaba la situación que si antes era fría, ahora parecía congelada.

Malfoy iba a regresar a la cama cuando chocó con una de las habitaciones de huéspedes que nadie usaba. La puerta estaba medianamente abierta y un hilo de luz se colaba fuera de esta. Se inclinó un poco dentro de ella, buscando con la mirada a Harry, pero lo que encontró fue bastante distinto.

Era una habitación tan grande que tuvo que repasar dos veces con la mirada para no perderse. Harry se encontraba frente al gigantesco espejo, observando su propio reflejo, vestía tan distinto a lo normal que precisamente eso fue lo que hizó que el corazón de Draco comenzara a latir desenfrenado. En ese instante se esfumaron todos los rastros del chico educado, masculino y correcto que Malfoy conocía. Sus labios se entreabrieron, mientras que Potter daba vueltas como un tonto frente al espejo, haciendo que el vestido blanco que vestía se moviera en todas las direcciones. Draco nunca lo había visto con prendas femeninas, pero no quedaba duda alguna que era de las mejores vistas que se podía tener.

Su cabello castaño caía en un pequeño flequillo sobre su frente, sus piernas largas y tonificadas se felxionaban de manera perfecta, e incluso los pendientes de perlas que pasarían desapercibidos para cualquier otra persona, hacían que el mundo de Draco tuviera sentido por lo menos una maldita vez.

Harry se detuvo. Cambió su vista alegre a una de vergüenza total, sin apartar la vista del espejo por donde claramente veía a Draco, quien acababa de entrar en la habitación, cerrando la puerta después de él.

—¿No deberías estar durmiendo? —atacó el castaño, caminando hacía el tocador lila que aguardaba en una esquina. Las mejillas de Harry se tornaron rojas de la vergüenza mientras que intentaba quitarse los pendientes nerviosamente.

—¿No deberías estar descansando? —rebatió, respondiendo su pregunta con otra.—Tu herida se puede abrir.

—Está bien, no debes preocuparte por...—Harry detuvo su propia oración, acababa de percatarse que Draco se encontraba detrás de él. Podía sentir su aliento natural rozarle la nuca en una débil caricia. Entre algunos balbuceos nerviosos Potter consiguió hablar.—Tengo que cambiarme, Malfoy.

El castaño caminó, se negaba a hablar más de tres palabras con Draco o tener contacto tanto físico como emocional, y el platinado lo entendía, había sido abusado por un imbécil drogadicto y estaba debilitado psicológicamente, pero Draco era un Malfoy por más que quisiera ocultarlo, no iba simplemente a rendirse.

Potter le hizó una señal al rubio para que dejara la habitación, pero Draco lo tomó por los hombros, sin importarle si lastimaba o no el vestido. Inconscientemente, Harry cerró los ojos, su rostro se contrajo en una mueca de miedo, posiblemente pensando que Draco lo fuese a golpear, pero en cambio, solo recibió un beso en los labios. Se sentía cálido, diferente a todo lo que había sentido en las últimas semanas, no era fuerte ni violento, porque Draco sabía que en este momento, un beso así no era lo indicado. Habían pasado más de tres semanas y Harry lo había estado apartando, pero eso terminaría hoy, ahora y en estas cuatro paredes.—No. No te quites el vestido aún, porfavor.

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