Capítulo 14

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Afuera, una fuente de aspecto espeluznante se mantenía congelada junto a algunas flores marchitas. La Mansión Malfoy era un maldito congelador, pero aún así, Harry no se quejó ni un momento. A pesar de que había vivido una horrorosa infancia, sintió algo romperse dentro de él cuando pensó en un pequeño Draco corriendo por los gigantescos y tétricos corredores vacíos. Al menos Harry había tenido tres amigos con los que olvidarse de sus penas, pero Draco no tenía ni siquiera eso. La mayoría de las personas que se acercaban a él, lo hacían por su estatus de sangre, o por lo que equivalía ser un Malfoy en el mundo mágico.

Lucius, el padre de Draco, se mantenía sentado en la última silla, a un extremo de la mesa de madera rojiza probablemente más valiosa que su traje, o incluso que su misma presencia. Hacía unos minutos que habían pasado los corredores, donde inconscientemente, Harry se había detenido a observar un gigantesco cuadro de marco verdoso con toques elegantes que decoraba la pared. La fotografía mostraba un pequeño niño rubio de mejillas demasiado rosadas, y por supuesto, una mueca de asco incrustada en el rostro.

—Cuéntanos, Draco... —Lucius arrastró el nombre de su hijo como si hubiese nacido para ello. Este hombre sabía fingir curiosidad de una manera increíble.—¿Cómo se conocieron?

Draco comenzó a toser, cubriéndose los labios con una servilleta más blanca que su cabello. Era notable que no había pensado que decir en caso de que le preguntasen. Y claramente, decir que en un club de sexo mágico no era, ni remotamente, una opción. Lucius torturaría a Draco a crucios antes de escuchar que su hijo, su único heredero, había estado prostituyéndose para conseguir dinero e independizarse, pero lo que Harry y Draco no sabían era que Lucius tenía otros planes, que no se basaban en torturar con maleficios, precisamente.

—En Hogwarts. —Draco mintió con una naturalidad cuestionable. Movió el tenedor de plata contra el plato, nervioso.

—Eso está claro. Lo que queremos saber es donde surgió su...—Lucius habló con un tono de asco, tornando un poco los labios hacía abajo, una mueca que claramente Draco había heredado de él.—...amor.

Draco balbuceó, si su padre se enteraba sería capáz de incendiar la Mansión Malfoy con ellos dentro.

—En una celebración. —Potter colocó su mano en el muslo de Draco, tomando el control de la conversación y sacando a Malfoy de un apuro.—Solo para gente de cierto estatus social.

Lucius alzó la cabeza, orgulloso. —Ah, sí. —exclamó con cierta indiferencia.—Mi hijo suele visitar muchas de esas.

Draco disimuló una sonrisa burlona al escuchar la respuesta de su padre, si tan solo supiera.

Lucius no había dejado que Harry removiera su alimento con el tenedor cuando volvió a atacar.

—Supongo, Potter... —a Harry se le erizaron todos los vellos que cubrían su tonificada piel.—...que después de hundir el nombre de uno de los magos más poderosos de todos los tiempos, te invitaron a muchísimas celebraciones.

—Padre. —Draco arrastró con cierta molestia, pero más con un tono de advertencia. Habían ciertos límites que no debía cruzar.

Harry colocó su mano sobre la del rubio, tranquilizandolo. Con sus manos juntas, el resto del mundo no parecía importar. Era casí cautivador ver lo hermosos que lucían juntos.—Dehecho sí, señor Malfoy. —picó con el tenedor una verdura de cuestionable color, para luego llevársela a la boca, restandole importancia al asunto.—Es una lástima que no pueda decir lo mismo de usted.

Cuando todos pensaron que Harry se mantendría callado, volvió a hablar. —Aunque...—hizó un ademán de curiosidad.— Usted también tendrá muchísimas invitaciones ahora que puedo llamarlo suegro.

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