Capítulo 40

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—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Draco respecto a su tía. Hacía un rato que la fiesta había comenzado y algunas personas intentaban acercarse al matrimonio para ofrecerle obsequios.

Narcissa convirtió sus carnosos labios en una fina línea.

—No tengo ni idea, Draco. Pero esperemos que ella y su hijo se marchen pronto, siempre que están cerca los problemas aumentan. —recordó. Y Draco casí tuvo un deja vú de tanto pensar. Nicholas y él siempre habían tenido cierta rivalidad cuando eran niños, discutían por quien podía llegar a ser más fuerte o incluso por quien pondría en alto el apellido de su familia. Todo eso hasta que el padre de Nicholas murió. En ese entonces, Andrómeda estaba viviendo en la Mansión Malfoy junto a su hermana, puesto que desde el principio, cuando Nicholas nació, ella siempre había formado parte de la casa, incluso eso no parecía molestarle a Lucius, que a pesar de su exquisito status de sangre, no tenía rencores a Andrómeda por estar casada con Ted Tonks, hijo de muggles. Cuando Ted murió, Andrómeda huyó con su hijo de la Mansión, pues probable la matarían por traidora a la sangre a ella y a cualquier individuo que se atreviera a ayudarla, y ese era un riesgo que ni Narcissa ni Lucius correrían, menos aún teniendo a Draco pequeño. Desde ese entonces Draco y Nicholas no hablaron nunca más, su rivalidad parecía estar en un pasado infantil, o eso creía Draco hasta que vió como el rubio permanecía observando a Harry durante toda la celebración.

—¿Por qué tiene el pelo rubio? —preguntó Harry, metiéndose en la conversación. Narcissa y Draco se miraron con duda sin entender de que hablaba el castaño.—Nicholas. ¿Por qué tiene el cabello rubio? Su madre tiene el cabello castaño y su hermana igual. ¿Su esposo venía de una descendencia rubia?

La pregunta pareció desconcentar a Draco.

—Es cierto. —murmuró, arrugando el ceño.—¿Por qué, madre? ¿El esposo de Andrómeda era rubio?

Narcissa mordisqueó la comisura de sus uñas, en un instinto de nervios.

—No que recuerde, creo que Andrómeda mencionó que era un nacido de muggles muy común, dehecho. Aunque nunca debes confiarte. Andrómeda era conocida por pasar por la cama de cada mago, quizá es eso. —movió un poco el borde de su vestido y rápidamente buscó una excusa para irse.—Creo que deberías atender a Pansy y Theo, están esperando por tí, Dray. Ahora si me disculpan, yo recibiré a los demás invitados.

Y con eso se fue. Otro punto a su favor, pensó Harry. Narcissa estaba ocultando algo, pero la pregunta era qué.

A pesar que la fiesta pasaba lento, los pensamientos de Harry pasaban veloces. No podía quitarse a Nicholas de la cabeza, ni su voz, ni siquiera aquella sonrisa perversa y su cabello rubio. ¿Qué había de malo con aquel pelo dorado? Nada, quiso creer. Siempre lo había visto en Draco y nunca le había molestado, dehecho, eran una de las cosas que más le gustaban de él. Sin embargo, Nicholas con aquel rostro angelical parecía perturbarle un poco, después de todo, algunos angeles se habían descarriado del sendero de Dios. Y sin duda este era uno de ellos. Sí. Uno muy maldito. 

—¿Sólo? —una melena rubia y no precisamente la de su esposo, lo sorprendió.

—No. —tajante y sin rodeos, respondió Harry.

—¿Mal humor? —Nicholas ladeó la cabeza, haciendo que alguno de sus rulos esponjosos salpicaran su rostro pálido.

—Tampoco. —justo cuando Nic iba a hacer otra pregunta sofocadora, Harry habló.—¿Qué es lo que quieres?

El joven sonrió con burla, socarrón ante la molestia del otro.

—¿Por qué intuyes que quiero algo?

—¿Entonces cuál es tu razón para estar aquí?

—¿No puedo darte un regalo de bodas?

—¿Qué?

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