Capítulo 22

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Harry le tenía miedo a las alturas desde que era un niño, pero el alcohol en su sistema consiguió hacerlo caminar algunos pasos hasta un balcón que se encontraba apartado de la piscina, la fuente de agua hechizada, las personas e inlcuso la música, que era ahora un pequeño murmullo para sus oídos. Estaba intentado seguirle los pasos a Draco, a quien había visto perderse minutos atrás en la misma dirección a la que ahora se dirigía. Cuando sus pies tocaron el suelo del balcón y su rostro fue recibido por un aire fresco, sintió como dos brazos fuertes se envolvieron a su torso, con movimientos torpes, pero que reconoció sin siquiera girar el rostro. Draco olía únicamente a alcohol, tabaco y un ligero aroma a fragancia masculina.

Harry no necesitó mucho para darse cuenta de que el platinado estaba tan borracho que ni siquiera podría recordar su nombre, aún así, llevaba una botella a medias en su brazo izquierdo.

—Te tardaste. —comentó el de ojos grises, mientras dejaba marcas inapropiadas en el cuello del Gryffindor, que no necesitarían más de dos minutos para volverse rojas, o en el peor de los casos, moradas.

—El camino hacía aquí es difícil, tardé encontrándolo. —contestó Harry, quien estaba disfrutando de los besos húmedos de Draco. Ahora mismo no le importaba demasiado si habían discutido un poco o tal vez mucho, estaba borracho, pero no más que Draco, quien ya comenzaba a soltar incoherencias.

—Oh, Harry, estoy tan caliente que podría follarte aquí. —Draco parecía fuera de sí. A diferencia de las demás personas a las que el alcohol los ponía melancólicos o felices, al rubio lo ponía caliente.—¿Quieres comprobarlo?

—No, Draco. —musitó Harry, intentando creerse sus palabras, no entendía como podía pasar de estar enojado a excitado, o quizás sí, era Draco Malfoy después de todo. Harry observó una vez más al platinado frente a él, quien parecía tener los ojos brillantes y desbordantes de libido, las mejillas rosadas por la excitación y los labios ligeramente entreabiertos y rojos por la fricción que oponía sobre los suyos. Ya no tenía el saco de su traje, por lo que la camisa blanca se ajustaba en sus brazos, con los pliegues de las muñecas doblados y mostrando ligeramente el comienzo de su marca tenebrosa, lo que lo hacía, al fin y al cabo, el ex mortifago más sexy que Harry había conocido. El castaño lo apartó un poco, a pesar de que quería que Draco siguiera desabotonando los botones de su camisa.—Estamos en un lugar público.—señaló con la mirada el balcón en el que se encontraban, a lo que el rubio se detuvo, como si no se hubiese dado cuenta de ello hasta ahora, y cuando Harry esperaba una disculpa o un razonamiento lógico de su parte, Draco volvió a abrir la boca, y no para jadear:

—¿Y qué? —soltó, tan indiferente como siempre.—No me digas que no quieres que te foll...

Harry tapó la boca de Draco con la palma de su mano, porque al parecer el alcohol lo hacía decir muchas idioteces en una sola oración. El castaño estaba tan rojo como una de esas manzanas que Malfoy se rehusaba a comer años atrás solo porque tenía el color de su casa, y eso era prácticamente tener algo que ver con Gryffindor o peor, con Harry. Pero allí estaba, excitado, jadeante, tan borracho que probablemente no lo recordaría al día siguiente y con sus labios a merced de Potter, dispuestos a hacer lo que él quisiera, aún cuando eso implicara arrodillarse y raspar sus rodillas por otro hombre.

—Arrodillate. —pidió Harry, o más bien ordenó, porque sí, Harry estaba disfrutando el hecho de tener a Draco desesperado y a punto de rogar. En el momento en que las palabras de Potter abandonaron sus labios, el entrecejo dorado de Malfoy se frunció. Al parecer no entendía lo que el castaño le decía, pero Harry estaba bastante dispuesto a explicarselo.—¿No estabas caliente y desesperado? Arrodillate.

Draco a pesar de estar borracho, escuchaba con claridad las palabras del chico frente a él.—No juegues con fuego, Harry. —advirtió, lo que hizo que Harry sintiera un poco de miedo, probablemente no podría caminar dentro de unas semanas más, pero lo valdría, cualquier cosa que le dejara saber a Draco que él también tenía el poder en esa relación, lo hacía.

—He dicho que te arrodilles, pero creo que el alcohol no te ha dejado entenderlo bien, lo pediré una vez más porque soy una persona gentil.—habló, lo que consiguió que Draco se excitara más, estaba derritiendose con esta versión de Harry, pero no se lo dejaría saber aún.—Arrodillate para mí, Draco.

Casí como una orden, los pies de Draco comenzaron a flexionarse contra su voluntad.

—Hijo de perra. —masculló, mientras que sus rodillas tocaron el suelo y sus manos comenzaron a desabrochar el primer botón del pantalón de Harry.

Justo en ese momento, un ruido insistente hizó eco en el balcón. Draco se levantó del suelo, con la vista un poco extraviada en las luces ligadas y borrosas de la ciudad, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un pequeño dispositivo móvil. Harry estaba estático, petrificado. No daba crédito a lo que sus ojos veían, y tuvo que pestañear dos o tres veces para percatarse que, efectivamente, la imagen frente a él revelaba a Draco, la persona que más repulsión sentía por los muggles, usar un aparato no mágico.

Draco, frente a él, maldijo en voz baja, estaba tan borracho que ni siquiera veía correctamente las teclas del teléfono, después de tocar algunas al azar y acertar, se colocó el aparato muggle al oído.

—Hola mamá. —saludó, con el rostro destilandole efluvios de felicidad. Después de unos minutos en silencio, con solo el murmullo de la voz de Narcissa trás la línea, Draco volvió a hablar, para después colgar la llamada.—Sí, ahí estaremos.

Draco guardó el dispositivo en su bolsillo nuevamente, se giró hacía el pelinegro, con una sonrisa maliciosa y repleta de picardía en el rostro.

—¿Listo para ir a una fiesta de disfraces, Harry?

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