Capítulo 30

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—¿Potter? —llamó Draco, al otro lado de la habitación. Acababa de salir de la ducha cuando se dió cuenta que no tenía ropa decente que ponerse. Harry, fuera del vestidor, respondió a él con un raro sonido de garganta, afirmando que lo escuchaba.—¿Puedes prestarme ropa?

—No tienes que preguntarlo, Draco.
—cedió, recostado en la cama como todo un holgazan, aún con la respiración entrecortada y la mente perdida en las paredes del baño. A veces se preguntaba como era que Draco conseguía llegar al tercer round sin un intervalo de tiempo de por medio.—Toma lo que quieras.

El rubio continuó secandose el cabello con una de las tantas toallas roja de la Mansión, mientras que caminaba por el gigantesco vestidor de Potter. Su vista se detuvo en cuanto encontró un atuendo decente en la percha de prendas, ladeó la cabeza, dudando, pero al final se decidió a tomarlo.

Puso sus manos en él, encogiendose de hombros.—Al menos no es rojo.

En el momento en que Draco lo tomó, sintió el sonido de algo caerse al suelo, volqueó su vista al alfombrado y encontró en él un pequeño sobre transparente. Se agachó, aún vistiendo una bata de baño amarilla y roja, y cuando sus orbes grises enfocaron de que se trataba, maldijo a Harry mil veces.

Las manos de Draco estaban temblando prácticamente, no podía concentrarse ni creer que lo que sus ojos vieran era una bolsa con droga, no después de que Harry casí muriese a causa de ella. Apretó el sobre en su mano, haciendo que las venas de sus antebrazos se marcaran, y podía sentir con facilidad la rabia corriendo dentro de él.

Recordaba perfectamente como se había roto los nudillos golpeando sin parar al imbécil que había abusado de Harry algún tiempo atrás, y volvería hacerlo sin dudar cuando encontrara al que le había vendido droga esta vez, pero primero lo haría con él, porque si el chico que se la había vendido era un hijo de puta, más aún lo era Harry por haberla aceptado.

—¡Potter, ven acá! —gritó, con su cabeza comenzando a palpitar en dolor.

La voz de Harry sonó del otro lado de la habitación, respondiendo ante su llamado.—Draco, estoy agotado, no tendré sexo contigo dentro de un vestidor.

—¡Tienes tres segundos para hacer lo que digo! —sin dudarlo, Harry se levantó, rezando por su vida. En el transcurso del camino, analizó en su mente que cosas había hecho últimamente y por cuales Draco podía haberse enojado.

—¿Qué sucede? —preguntó tembloroso una vez que llegó. El rostro de Draco destilaba odio, asco y rabia, y Harry no sabía por que, pero al ver a su chico así, sintiendo todas esas emociones negativas hacía él, le hacía sentir una verdadera repulsión a sí mismo.

El hombre frente a él arrojó el paquete con la sustancia blanca brillante. Era sorprendente como Draco también sabía acerca de aquella droga y sus horrorosos efectos.

—Esto es lo que sucede. —se acercó a él.—¿Desde cuando consumes esta mierda? ¿Para eso querías ir al callejón Diagon esta tarde? ¿Para comprar más de esta porquería?

Harry se quedó callado, estaba sintiendo el verdadero miedo. Su boca ni siquiera conseguía articular una sola palabra, y aunque quisiera, no podía ocultar el asco que estaba sintiendo hacía sí mismo. Draco convirtió su mueca exasperada en una de confusión al ver su silencio, agarrandolo de la mandíbula con posesión.

—¿Estás drogado? —preguntó, casí sin creerse lo que estaba viendo. Y no, realmente Harry no estaba drogado, había dejado de consumirla desde aquella tarde en el jardín, sin embargo, su rostro mantenía una expresión estática que le hacía lucir como si no se encontrara allí en ese momento.—¿Acabas de tener sexo conmigo estando drogado? ¿Estás jugando conmigo?

¿¡Potter?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora