Capítulo 48

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               Una semana después.

Malfoy pasó la palma de su mano sobre la tumba. Tenía un nombre, un apellido y una fecha que prefería no mirar. Esta vez había sido más creativo, había optado por un ramo de tulipanes amarillos, porque sabía que eran las flores favoritas de Harry, y que él en su lugar, las hubiese llevado. Había cumplido la promesa que le había hecho a Harry hacía una semana. Llevaría flores a la tumba del conductor que murió en el accidente por cada día que él pasara en estado de coma.

Draco se levantó del césped húmedo, limpiando con sus manos la parte trasera de su pantalón.

—Sé que suena egoísta. —murmuró.—...pero deseo con todas mis fuerzas no tener que venir aquí nunca más, porque eso significaría que Harry, mi Harry, habría despertado. Y siendote honesto a tí, que eres la única persona que se ha tomado la molestia de escucharme todo este tiempo, eso es realmente lo único que quiero.

Draco sonrió. ¿Había esperado una reapuesta? Efectivamente no. No creía en los fantasmas, ni en los espíritus. Lo que estaba muerto, muerto estaba. Sin embargo; sintió que un peso se había ido sobre sus hombros cuando habló. ¿Estaría perdiendo la cabeza? ¿Quién sabe? Después de todo, hablar con los muertos no parecía algo de cuerdos.

Comenzó su marcha rutinaria de todas las mañanas desde que Harry había entrado en coma. Pasaba la gran parte de la mañana en el cementerio, y luego, tomaba uno de los libros de Astronomía e Historia de Magos que había comprado en la bibloteca de la ciudad y comenzaba a leerle a Harry hasta quedarse dormido sobre el sillón. Algunas veces lo podía ver moviendo sus manos, pero era tan ligero que simplemente prefería hacer como que no lo había visto y no crearse ilusiones. En otras ocasiones observaba su rostro contraerse, su ceño arrugarse y su mandíbula tensarse como si quisiera hablar, pero nuevamente, retomaba la lectura intentando no distraerse mucho.

Los médicos muggles no decían nada nuevo. Los análisis eran ciertamente los mismos, sin embargo; Harry estaba mejorando y los índices de que desperara pronto eran cada vez más altos.

Draco entró en el hospital y tan rápido como observó la habitación donde Harry se encontraba, rodeada de algunos doctores, incluyendo a sus padres, su corazón revoloteó dentro del pecho. Alzó el paso y llegó a ellos con tres largas zancadas.

—¿Sr. Malfoy? —la gruesa voz que podía reconocer como la del doctor que lo atendió por primera vez, habló tras sus espaldas.—Debo comunicarle dos noticias, pero es preferible que se calme y abra su mente.

Draco tragó saliva, haciendo un ademán para que el hombre hablara.—Porfavor.

—Su esposo ha despertado.

Draco pensó que le daría un infarto en ese mismo momento, no podía creerlo, estaba que daba saltos de alegría y emoción, de deseos por entrar por la puerta y abrazarlo con tanta fuerza que le reventara los sesos, porque solo él sabía cuanto lo había extrañado.

—Pero es probable que haya sufrido algunos trastornos mentales, y con ello me refiero que puede tener problemas al recordar sucesos o personas. Hemos hecho un rápido exámen mientras usted se encontraba fuera y gracias a ello hemos encontrado la causa. Porfavor... ¿Gustaría acompañarnos?

Draco asintió. No importaba lo que el médico acababa de decir. Él solo había comprendido que su Harry había despertado. Entró en la habitación, sosteniendo el corazón entre la palma de sus manos, el cual latía con una rápidez sofocante.

Harry se encontraba acomodado entre el regazo de la almohada y las sábanas. Pestañeando con dificultad y adaptandose ante la claridad del lugar. Tenía el rostro somnoliento, cansado y tan precioso como Draco lo recordaba.

Algunas cicatrices habían dejado marcas, tanto como las de Draco, quien gracias al hospital, quitó y curó sus heridas faciales, las mismas que le daban aquel aspecto de chico malo que pegaba tanto consigo.

—Señor James Malfoy. —saludó el médico, con una pequeña libreta y bolígrafo en mano.—Es un placer verlo despertar. Me gustaría, si no es inconveniente, explicarle algunas cosas. Ya sabe, ponerlo al tanto.

Mientras el médico le explicaba a Harry el difícil proceso de rehabilitación luego de un coma y como esto podía afectarle en su memoria, Draco se encargó de observar al resto de las personas. Ni siquiera se fijó en los doctores vestidos de blanco y azul, sino que fijó su mirada trás el hombro de su padre, observando a la persona tras este.

Draco no lo podía creer. Tuvo que sostenerse a sí mismo, puesto que sus labios se entreabrieron de manera que el aire entraba y salía sin problema, sin embargo; sus pulmones parecían tan pequeños como para retener todo el aire. Intentó contener la agitación de su pecho, su pulso y el nivel de ira que comenzaba a extenderse desde las piernas hasta las manos, en furiosas corrientes eléctricas.

No sabía como era posible que Nicholas tuviera el descaro de aparecerse allí luego de que casí los matara a ambos, sin embargo; estaba en el lugar adecuado, porque desde que terminara de hablar con su esposo, tendría tiempo de sobra para realizar algunos conjuros imperdonables sin problema alguno.

Repudió con asco aquel pelo rubio y rizado, el par de ojos aburridos y la tez blanca, los zapatos con los que había hecho las cicatrices y sobre todo, su valor para mostrarse allí, porque si él no los hubiese atacado aquella noche, Draco y Harry hubiesen estado en Francia justo ahora.

—Bien. —habló el doctor.—¿Entonces has comprendido?

Harry asintió todavía confundido, el médico principal hizo que los demás ayudantes salieran, quedando tan solo los padres de Draco y aquel insolente que se hacía llamar su hermano.

El doctor le dió la orden a Harry: fácil y sencilla. Señalaría con su dedo a las personas dentro y él tendría que decir su nombre o si ni siquiera las recordaba.

—Empezamos. —el hombre señaló a Lucius, quien frunció los labios, ¿Estaría nervioso porque Harry no lo recordara?

Harry calló un momento.—Lucius.

En ese momento, el mayor de los Malfoys pudo soltar todo el aire dentro de sus pulmones y continuar observando. Nuevamente el médico señaló, esta vez apuntó su dedo indice a su suegra, a quien Harry recibió con una sonrisa calurosa.

—Narcissa.

El ambiente se tensó un poco a tan solo la espera de Nicholas y Draco. El doctor apuntó hacía el rubio de cabello ruloso, quien le sonrió a Harry de la manera más pícara que existía. Draco no pudo evitar sentirse celoso de aquel gesto, pero cuando realmente reventó fue cuando vió como Harry le sonrió de la misma manera, poniéndose colorado desde las mejillas hasta los talones.

Los ojos esmeralda que siempre lo habían observado a él, ahora miraban a Nicholas de la misma manera. Compenetrando de una manera que ni siquiera él, que estaba frente a ambos, podía creer. Sus ojos comenzaron a picar, no entendía nada.

—¿Nicholas, no? —preguntó, sonriendo con timidez. Harry mordió su labio inferior y sus ojos se calvaron en los otros frente a él. El mundo se hizo chiquito para Draco. Necesitaba salir de ahí, pero no tenía el valor para hacerlo. ¿Qué estaba pasando? se preguntó. Harry, su Harry, no era tímido ni se comportaba así. 

Nicholas le sonrió, pero no con timidez, sino con el descaro más grande del mundo. Tomó el dorso de sus dedos y dejó un pequeño beso en ellos, justo como la primera vez que se habían conocido, lo que hizo que Harry sintiera un corrientazo de electricidad en todo el cuerpo.—A tu servicio.

El médico sonrió un poco ante aquello.—Vaya, parece que los recuerdas a todos.

Nuevamente y tan solo para estar seguros, el doctor señaló a Draco. El tan esperado. Todas las miradas dentro de la sala pasaron a él, incluyendo la de Harry, quien arrugó el ceño con confusión y desconcierto. Los labios de Draco, su corazón y sus manos temblaban como un niño que se pierde por primera vez en un centro comercial. ¿Era normal que alguien tuviera ese efecto en tí? Harry dejó de arrugar las cejas y retiró los ojos verdes sobre los de Draco, como si ni siquiera le importara.

—No. A él no lo recuerdo.

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