Capítulo 46

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Harry bailaba torpemente alrededor de un árbol y las flores de colores inimaginables que crecían cerca de él. Estaban en algún lugar en el que nada importaba mucho.

Draco se desconcentró un poco, movió los ojos del lienzo que tenía frente a él cuando una mariposa se poso en su pierna manchada de pintura verde y amarilla. Sus manos también tenían rastros de rojo, azul rey y un poco de blanco, que lucía suave y mágico al tacto.

La mariposa movió un poco sus alas mientras estaba apoyada en el pantalón viejo de Draco, haciendo que estas brillaran un poco con los rayos del sol antes de volver a emprender vuelo hacía algunas flores más abajo de aquella colina. Draco ni siquiera podía recordar donde estaban ni por qué. Solo podía observarse a sí mismo con el pasto verde repleto de margaritas rozandole los pies desnudos. Harry, a un lado de él, se mantenía dando vueltas a su alrededor, torpe y alocadamente.

El sol y el reflejo de este, mostraban un cielo azul despejado, donde el viento hacía que sus cabellos se movieran, despeinándolos un poco pero no demasiado. Habían algunas flores amarillas frente a Draco, a un lado del lienzo, el mismo donde intentaba retratarlas. De un momento a otro, aquella imagen comenzó a pasar de ser tan clara y vívida, a tornarse borrosa y finalmente negra.

Un minuto después, Draco pestañeó con trabajo. El Sol se colaba por una ventana, haciendo que sus párpados cansados se removieran buscando oscuridad. En cuanto estuvo en sí, sintió todo el dolor llegar a su cuerpo de golpe. Había estado soñado, y había sido también, la primera vez después de mucho tiempo, que odió la realidad. Todos los recuerdos de la noche pasada, uno tras otro, llegaron a su mente, cada uno más doloroso que el anterior, pero ninguno superaba la imagen desaliñada de Harry llorando, Draco en el suelo, manchado de sangre y a su lado, el cadáver de Pansy.

Abrió los ojos.

Ya no estaba en el estacionamiento. Sino en una habitación descolorida y de madera. Para ser un lugar desaliñado, parecía bastante acogedor, rodeado de velas y artefactos construidos a base de conchas y caracoles marinos, que se sostenían a algunas vigas y columnas de la casa. Intentó hacer algún movimiento, pero al momento, dolió tanto como cuando Nicholas lo había golpeado.

Observó al frente cuanto sintió pasos acercarse.

Una chica que tenía el cabello de color miel entró en la habitación, chocando la bandeja que cargaba en sus manos con algunos muebles y estantes que habían en el camino. Se sonrojó completamente cuando levantó la vista y se encontró con Draco recién levantado.

—Oh, lo siento mucho, no era mi intención despertarte. —evitó su mirada con mucha torpeza, mientras intentaba regresar por donde había venido. El peliblanco reaccionó tan solo cuando la vió salir.

—Espera. —llamó Draco, haciendo que ella se detuviera.—¿Quién eres? ¿Tú fuiste quien me encontró en el estacionamiento?

Ella se volvió a sonrojar. Era muy linda. Dejó la bandeja con una botella de agua y algunas pastillas cerca de la cama donde descansaba Draco, con el cuerpo semidesnudo y vendado.

—Soy Margaret. —respondió.—Mi hermano fue quien te encontró.

Draco asintió. Había mucho que asimilar.—¿Donde está? Necesito hablar con él.

—Oh, él ha salido a cortar leña, volverá a media noche. ¿Necesitas algo?

—Sí. Necesito salir de aquí.

Draco no se dió cuenta de lo grosero que había sido hasta que vió a Margaret bajar el rostro.

—No quise ser grosero, lo siento. Pero busco a alguien y no puedo tardarme.

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