Capítulo 18

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Draco acababa de despertar después de una de las mejores noches de su vida junto a Harry, quien aún tenía su cuerpo desnudo y enredado al suyo, mientras que su pecho subía y bajaba con total naturalidad. La manta roja y amarilla lo cubría un poco más abajo de sus hombros y su cabello negro tapaba sus ojos y cicatriz. Draco intentó levantarse, pero todo el cuerpo de Harry lo atrapaba, reteniendolo a algún movimiento. El Gryffindor cuidaba lo suyo hasta estando inconsciente.

—Harry. —el platinado movió a Potter, quien soltó unos quejidos y se removió en la cama.—Despierta, vamos.

—Diez minutos más, porfavor. —balbuceó con dificultad, siendo casí inaudible para el rubio.—No quiero ir a clases hoy.

Draco comenzó a reír. Harry ni siquiera sabía lo que decía estando dormido. —Han pasado dos años desde que terminamos la escuela, Potter. —comenzó a levantarse, apartando las piernas del castaño, quien se enredaba cada vez más a su cuerpo.—Vamos, tenemos que bañarnos, olemos a sexo.

Los ojos de Harry se abrieron de golpe al escuchar aquello y el calor no tardó en asentarse en sus mejillas. Todos los recuerdos de la noche pasada invadieron su cabeza, cada uno más prohibido que el anterior. Casí como una orden divina se levantó de la cama, buscando comprobar si lo que pensaba era cierto, y efectivamente, en el momento en el que sus pies tocaron el suelo, cayó desplomado en este.

—¿Harry? —Draco corrió hacía el castaño, ayudándolo a mantenerse de pie.—¿Puedes caminar?

El niño que vivió se apartó un poco, intentando caminar sin derribarse a sí mismo, y aunque le era demasiado molesto, consiguió dar algunos pasos aferrandose a la pared.

—Eres un maldito salvaje, Draco. —escupió Harry entre dientes, en un tono murmurador y sin esperar que Malfoy lo escuchara, pero para su mala suerte, lo hizo.

—Ayer no parecía importarte mucho.—concluyó, con una sonrisa ladina y pasando sus brazos desnudos por el cuerpo de Harry, levantandolo sobre su hombro como un costal de papas. Con grandes zancadas se dirigió al baño, ignorando los gruñidos del castaño que le rogaban que lo bajara al suelo.

Ambos se metieron bajo el grifo de agua caliente que caía a borbotones sobre sus cuerpos desnudos y sucios por la noche anterior.

—¿Iremos? —preguntó Harry, haciendo que la mandíbula de Draco se tensara, marcandose más. Draco sabía perfectamente a lo que se refería el chico de estatura pequeña frente a él, sin embargo, no tenía una respuesta concisa. Habían recibido una lechuza la noche de ayer, una que, curiosamente, Harry no había visto volar en años. —No los he visto por años, Draco, los extraño, y ellos a mí.

Draco blanqueo los ojos. —Haré lo que tu digas, de todas formas...—cerró el grifo, enojado.—; siempre lo hago.

Draco sabía que aunque ahora su vida estuviera unida a la de Harry, no implicaba negarle o prohibirle que hiciera ciertas cosas. También habían algunos motivos por los que Draco no estaba emocionado con la boda Weasley a la que los habían invitado anoche, y uno de ellos, tenía nombre, apellido y un gran cabello rojo.

Draco salió del baño, con una toalla roja atada a sus caderas y el pelo húmedo, se detuvo frente al espejo y observó su brazo, exactamente la zona donde descansaba la marca tenebrosa, la cual parecía antigua y estropeada, Malfoy había usado muchísimos hechizos que encontraba en libros antiguos sobre eliminar una marca, pero lo único que conseguía era distorsionar un poco la tinta negra, consiguiendo un borrón oscuro en su antebrazo pálido. No era usual ver a Draco observandola, pero hoy, justo hoy que habían sido invitados a la boda de Ginny Weasley, no podía evitar sentirse culpable, después de todo, Fred había muerto en la batalla contra Voldermort, batalla en la que Draco había estado y aún así, no había hecho nada para evitarlo.

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