40.Ella:

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40. Ella:

Me agaché para tomarme de mis tobillos, la única parte que no se vería afectada por el abrupto despegue que estábamos a punto de tomar.

La erosión de la tierra comenzó debajo de nosotros digitándose imperceptiblemente sobre los paneles. Los escenarios a nuestro alrededor se comenzaron a fusionar, recorriendo el transcurso de los años y de la tierra en sólo cuestión de segundos, pasando de un indeciso escenario a otro, fuera del alcance de las manos de un hombre, agitándose y tornándose en el deseo de muchos.

Finalmente, la propulsión que nos había estado llevando cada vez más lejos paró, y presenciamos por primera vez lo que íbamos a afrontar: una ciudad congelada, encapotada y sombría, con el ajetreo del mundo transcurriendo por sus aceras y la gente.  

La cúpula en la que nos encontrábamos se extendía recreando una escena perdida entre mi memoria, un lugar donde jamás había participado. Grupos de edificios de diferentes dimensiones se encontraban uno junto al otro, creando calles y llevando a callejones, elevándose hacia el cielo, imperceptibles, con el sonido de los truenos resonando y retumbando en los ventanales.

La ciudad estaba en pleno apogeo, con la gente moviéndose vigorosamente por las calles, con cerrilidad y pasos torpes, golpeándose uno contra los otros, como si estuvieran escapando de algo. Los carros estaban estáticos, con personas sobre ellos tocando las bocinas, haciendo que las personas que culebrearan con respingos sus circunferencias, haciendo que los gritos sonoros se adormecieran un poco.

Solté una mezcla de maldiciones en diferentes idiomas, negando con la cabeza que me comenzaba a doler, en una leve pulsada. Comencé a sentir mi estómago vacío, seguido por extraños sonidos gástricos, y fruncí el ceño, botaratada ante el ruido.

— ¿Una ciudad?— pregunté, elevando una ceja y comenzando a sentir la adrenalina del momento vibrando en el ambiente, agitando las cosas y encontrando su sentido, una nueva meta a seguir.

—A la madre... Nunca había estado en una ciudad— confesó Tom, sonriendo levemente—. O sea, en una misión.  

— Yo tampoco. Sólo falta que nos saquen el dilema del tranvía—me crucé de brazos y me volví hacia él, quien aún me veía con suspicacia—. ¿Ahora qué fregados?

—Supongo que tenemos que salvar todo esto.

Ninguno de los dos comenzó a caminar. Nos quedamos ahí, analizando la situación, creando un plano de las calles, de cosas que aún no podíamos ver ni tocar, pero ya queríamos deshacer.

El ritmo de los pasos comenzó a hacerse más pesados, y el hecho de que estuviéramos en una banqueta no cambiaba la velocidad de las personas, por quienes no pasábamos como indiferentes. El ruido de los carros y el griterío comenzaron a entumecerse, voces recorriendo por mis entrañas y  trastornada.  Nos volteamos a ver, alzamos una ceja y comenzamos a movernos entre la gente, aquellos obstáculos que se movían a nuestro favor, con pejiguera. Nos seguimos desplazando, encontrando nuestras miradas entre las volteretas y los despliegues de nuestros pies sobre la tierra, con el miedo de perder lo único que conocíamos entre el gentío, lo único verdadero para nosotros, aquella seguridad.

Parecían ser casi perfectos, los humanoides que tenía enfrente de mí: las características que tenían eran exquisitas, ninguna era repetitiva, diferentes en pequeñas cosas que los hacían completamente paralelos. Me pregunté sobre el costo, la razón por la que estaban ahí, pero nada que tuviera sentido me venía a la mente. Sobre todo, la razón por la que los proyectos revolucionarios e innovadores no eran lanzados al mundo.

De repente, en el momento en el que comenzamos a dar la vuelta en la esquina, una alarma comenzó a sonar.

El alboroto comenzó lentamente, con breves balbuceos entre las personas y gritos cortos. Terminó siendo alto, con la gente comenzando a correr contracorriente y los carros moviéndose a una fuerte velocidad, estrellándose uno contra otro. El caos fue inmune ante todos, y las acciones que causaba en cada uno comenzaban a repercutir la paz en las calles.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora