43.Ella.

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43. Ella:

Me desperté escuchando una fúnebre versión de Unchained Melody.

Y estaba oscuro.

Y él estaba muerto.

Los inconvenientes en la oscuridad aumentan, vagando entre lo imperceptible, fundiéndose en esas crisis de qué es lo que te rodea, qué es lo que existe a tu alrededor aparte del hedor a sudor y a humanidad, los respiraciones pesadas a mi lado, las paredes de metal contra tus huellas digitales, marcando un camino y una evidencia en un lugar donde se supone que uno no debe de existir, porque hay lugares en el mundo que han llegado a estar recónditos a favor de su supervivencia, al mismo tiempo que secretos que están lejos siguen incognitos por el valor de su verdad.

Como el refulgir del tintineo rojo a la distancia, el rojo carmesí entre mis dedos y mi cabello húmedo, recogido en una coleta de nuevo.

Oscuridad.

Letras profundas.

Tinta corriéndose.

Di un clamor, sintiendo la histeria recorriendo por mí durante unos segundos, toques desconocidos, foráneos, el mundo tambaleándose a mi alrededor al mismo tiempo que llevé mi mano a mi estómago, ante un increpante dolor, preguntas sobre la proveniencia y la hipoxia en pleno apogeo.  Sin embargo, privé todo, recatando todo lo que sentía, hermética.

Me puse de pie de inmediato, siendo cautelosa con mis movimientos, aun con las piernas y las manos temblorosas ante la conmoción, la palabra muerte vagando por mis pensamientos. Golpeé con una pared de metal, haciendo que los primeros murmullos entre la oscuridad se comenzaran a escuchar. Nos estábamos moviendo, lo podía sentir por la inercia debajo de mí, la manera en la que estaba buscando en qué sostenerme. Posiblemente una camioneta. Me quedé callada algunos segundos, intentando escuchar los balbuceos que no lograban formar palabras.

Nada.

Sentí cómo una mano tomaba mi tobillo y, por instinto, di una pisada hacia abajo. Era una autómata, y estaba comenzando a toser cada vez más, sus gotas de saliva pegadas contra mi mejilla, su cálido aliento rozando mi nariz.

Las luces relampaguearon, trayendo consigo el reflejo  de la situación: personas en la orilla del cambio, arrumbadas. Miré hacia arriba y me encontré con la bombilla que estaba alumbrando. A causa del movimiento de la camioneta y un falso no dejaba de titilar, sin alumbrar algo es específico. Me puse de pie sobre la banca y tomé la bombilla, sintiendo el calor que esta emanaba. La luz volvió, y fui capaz de ver de nuevo a las personas, sus siluetas tornándose borrosas, reflejos en mate en la oscuridad cuando la camioneta se movió y yo me fui hacia adelante. Logré poner mis manos sobre el frío metal y me hice hacia atrás, acortando la distancia de la persona que yacía sentada debajo de mí, quienes no parecían ser capaces de terminar algún monosílabo. Me puse de nuevo de pie, ahora con cada una de mis piernas sobre las bancas paralelas, abiertas en un arco. Subí la mano e hice presión de nuevo sobre la bombilla. La dejé presionada con fuerza y le comencé a dar más vueltas. Bajé las manos, confirmando que la presión seguía ahí. Me bajé de inmediato y comencé a actuar, analizando las personas con filtro, repelando las emociones.

Había cinco autómatas en total.

Una era una mujer de alrededor de treinta años, con rasgos orientales, tenía su mano sobre la cabeza, su camisa manchada de sudor. Otra una joven, de tez clara tornándose a amarillenta, de alrededor de veinte años, con su mano sobre su tórax, con la respiración pesada. Una réplica de una niña rubia, de menos de quince años, tocia efusivamente, con una de sus manos sobre su boca, teñida en rojo, otra sobre su rostro, tapándose los ojos.  Otra asomando los estragos de un joven, de cabello oscuro y tez morena, con sus rodillas engarrotadas su rostro bañado en sudor sentado sobre una banca de metal. Finalmente, otra de un joven de tez un poco más oscura, convulsionando.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora