47. Ella:
Los túneles olían a orín y moho.
Mis pasos tambaleaban contra el terroso piso y tenía mis manos extendidas para poder guiarme entre la oscuridad, caminando recta y lentamente para evitar caerme en algún declive o tambalearme ante la extenuante condición en la que me encontraba, con mareos simultáneos y punzadas en la cabeza, nauseabunda y pasos débiles.
El silencio y la lobreguez me acompañó por mi vasto y fúnebre camino hasta que sentí que mi pierna tocaba contra algo metálico, dejando un sonido sordo a mi alrededor, un leve eco retumbando entre mi camino. Busqué a tientas algún tipo de interruptor, tocando la gélida y llana planicie de una puerta, deslizando mis manos hasta que sentí un dispositivo, similar el identificador de la casas. Deslicé la cubierta, dando la bienvenida a los pequeños atisbes de luz que marcaban los dígitos sobre una plana superficie pantalla táctil.
Me estaba pidiendo mi código.
Escribí un código. El de Victoria.
9, 14, 12, 1, 11, 5, 3, 8.
La puerta se abrió, dándome la primera visión de donde me encontraba: un amplio salón con altas estanterías industriales que contenían diversas cajas selladas sobre ellas, con luces de una grande circunferencia, lámparas de xenón al comienzo del almacén y tubos fluorescentes sobre los aparadores, iluminando algunos escritorios sólo con cajas vacías y papeles diseminados.
IR, cámaras con los lentes apagados y acelerómetros.
—Scheiße mich— mascullé y miré a mi alrededor desde el comienzo de la puerta, detectando el encendedor a unos pocos metros de distancia. Me deslicé por la pared, pegando todo lo posible mi espalda contra ella, y me comencé a deslizar por ella. Me pidió de nuevo un código, e introduje el de Victoria, quedándomele viendo a mis dedos ensangrentados algunos segundos.
Las luces se encendieron, casi rozando mi cuello, y se apagaron. Las cámaras se encendieron, me tapé la cabeza con mis brazos, caminé hacia uno de los escritorios y tomé una caja, poniéndomela sobre mi rostro, sólo por si acaso. Mi estómago se contrajo y puse mi mano sobre el escritorio, presionando mi mano con fuerza contra la esquina, sintiendo cómo me retorcía y viendo cómo las cosas se comenzaban a tambalear a mí alrededor. Respiré profunda y forzosamente, incorporándome unos segundos después, y apreté los dientes cuando la alarma comenzó a sonar, estridente y creando un incesante eco repetitivo.
Tenía que haber alguna computadora cerca. Algo que marcara. Algún tipo de patrón. Miré a los alrededores, los estantes desbaratados entre lo estrepitoso. No estaban alfabéticamente. Muchos agentes se cambiaban el nombre, y sería difícil encontrarlos. Si estuvieran con la nacionalidad me sería imposible localizar el mío. Si estuvieran por rango sería imposible llevar la cuenta. A menos que las mismas computadoras estuvieran dentro de las cajas.
Caminé hacia ellas corriendo, recordando que la psicología inversa de la agencia me pondría hasta el final si eran por rango. Comencé a escuchar pasos a la distancia, y corrí hacia la puerta de acero donde había otro dispositivo con número para ponerlos. Cualquier agente lo sabía: el número de emergencias, lo que hacía que todas las puertas en la agencia se bloquearan por tres minutos en momentos de emergencias.
Lo marqué.
Corrí de nuevo hacia los estantes, viendo cómo era que los dígitos en ellas iban cambiando, moviéndose constantemente, al mismo tiempo que lo hacían los rangos en diferentes partes del mundo, los agentes subiendo y bajando de nivel. Sin embargo, debía de haber una que se mantuviera estática, y encontré aquella caja en el ambiente más turbio que pude haber notado, con retortijones y nauseas en el estómago.
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1. Agente TF01, origen.
AcciónHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...