PRÓLOGO:
Había volado el helicóptero hacia la agencia esa misma mañana, pese a que sabía que no era la mejor opción hacerlo.
Me podían reprender por eso, pero no le di mucha importancia, y llegué ahí hasta las cuatro de la mañana. Sin embargo, tuve que esperar fuera de su departamento hasta las seis de la mañana.
Hablé con quienes tenían que hablar, ensamblé los cables que tenía que ensamblar, y seguí mi camino.
En ese transcurso aproveché para ir a la librería, tomar todos los libros rentados que tenía, y guardarlos en la mochila que traía conmigo. Comencé a ver el resto de los edificios, notando brillos de la isla que antes no había visto, el nítido color de la arena, el olor y la sensación del mar en la esquina de mis pies, sin querer rozarla por completo, casi como si fuera a quemarme completamente, como si pudiera engullirme, jalarme, ahogarme, atarme a ese lugar.
Fui hacia el edificio de celebraciones. No eran iglesias, pero cada quien tenía su cuarto designado donde podían celebrar sus días religiosos. Toqué aquellas bancas, las que profesaban, decían y sentían, aquellas que me inhibían a generalizar.
Y luego comenzaron aquellos rostros conocidos, los que estaban lejos, los cuales quería acercar, pero aquellos que distorsioné y a los que les susurré palabra convirtiéndome en el viento, todo porque era demasiado cobarde, porque haría todo una excusa casi verídica y factible para esconder ese hecho.
Pero seguía siendo una cobarde, y los errores históricos estaban impregnados en mi piel, haciendo erizar mis vellos mientras me dirigí de nuevo hacia el edificio de Victoria.
Y luego se conformaron en ella, vistiendo un sencillo vestido negro hasta sus rodillas, de manga tres cuartos. Aparte de eso, tenía unas medias negras y unos botines negros con tacón.
Me podían reprender por eso, pero no le di mucha importancia y llegué a las cuatro de la mañana. Tuve que esperar a que Victoria llegara hasta las seis de la mañana. Tenía su cabello ondulado peinado hacia un lado, y un maquillaje ligero a excepción de sus labios, los cuales estaban pintados de un color vino mate.
Cuando me vio, bajó su celular y me dio un asentimiento, señalando su departamento. Sin embargo, sólo me quedé pegada contra la pared, viéndola fijamente.
—¿Pasa algo, Agente TF01?— me preguntó.
Y pensé en reprenderla, en volverle a gritar que ya no me llamara así, que tenía otro nombre, como meses atrás. Sin embargo, me quedé callada, reteniendo todos aquellos impulsos, porque ya no aquella ni esta, era una persona cautivada en la mitad del camino, fácil de moldear.
—Sí— le dije. Me quedé callada unos segundos, creando un poco de tensión. Asentí—. Estoy lista para ir a la OCU. Ahora.
Se quedó callada, analizando la situación, hasta que negó con la cabeza, abrió la puerta de su oficina y entró, sin darme la invitación.
Puse el pie para que no cerrara la puerta, y la abrí, quedándome en el marco de la puerta.
—Tamara— dijo, con voz cansada, y se masajeó la frente—. No estoy para tus juegos e impulsos en este momento. Sé que dijiste que...
—Sé lo del equinoccio de primavera— solté la verdad que Eliza me había dicho que utilizara contra ella.
Levantó la mirada lentamente, entrecerrando sus ojos, y me di cuenta que nunca había visto a alguien envejecer tan rápidamente delante de mis ojos.
Elevó su mentón.
—¿Cómo sabes?
—Lo sé— fue todo lo que dije—. Y también sé que, en lugar de enviarme hasta el año que entra, me puedes enviar este año.
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1. Agente TF01, origen.
ActionHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...