7. Ella.
Desperté tendida en la nieve, coreografiando una escena cinematográfica frígida: ojos abriéndose poco a poco, la luz calándome, mi cabello suelto, enmarañado, y movimientos desorientados.
—A la...— me tallé los ojos.
Me levanté, haciendo presión sobre mi codo. Fruncí el ceño, notando cierta presión sobre mi cuello, y llevé mi mano hacia él. Fue en ese momento que lo noté: tenía el cuello vendado, palpitante, ardiendo.
Lo primero que hice fue mirar hacia la derecha. Me encontré cara a cara con la pista de nieve, el níveo paisaje creciendo y encogiéndose al mismo tiempo, ascendiendo y descendiendo. Me encogí un poco y esperé a que el mareo se pasara. No tenía mucha hinchazón en mis ojos o mi cara, lo que decía que había pasado, por lo menos, cuarenta y cinco minutos.
A mi izquierda estaba mi cangurera. La tomé y me la até.
Avisté la casa a la distancia, tras levantar la mirada. Vacilé un poco en si dirigirme ahí o no. Una regla: nunca dejar una misión incompleta. Sin embargo, otra promesa personal era no perder el control.
Me puse de pie y me acomodé mis lentes, con una decisión en mente, y caminé hasta la casa cojeando. Abrí la puerta, dándome cuenta de que las alarmas ya no estaban sonando. Estuve a punto de cerrarla y abrirla de nuevo, sólo para rectificar que no fuera una ilusión óptica.
En el centro de la habitación se encontraba Hypnose, agazapado y con los músculos contraídos, esposado. Sus facciones estaban escondidas entre vendajes, que comenzaban a tomar un color carmesí.
Al lado de él se encontraba mi mochila, acomodada perfectamente.
— ¿Qué scheiße pasó?— pregunté, intentando lograr un tono de voz monótono. Al mismo tiempo, saqué mi comunicador y presioné un botón que mandaba una alarma a Roger, para que acudiera.
— ¿Qué scheiße pasó?— me imitó Hypnose, con un mal acento.
Cerré la puerta detrás de mí, encontrándome con la misma vacía habitación que anteriormente.
Mi comunicador sonó, confirmando la llamada.
—Hypnose, no estoy para tus malditos juegos.
—Tú me amarraste— habló con un tono serio, casi cabal. Su cuerpo tembló, al igual que sus labios antes y después de hablar.
—No, yo no te amarré— contradije sin pensarlo, caminando hacia él. Caminé hacia el suelo y lo miré a los ojos, amedrentándolo aún más.
— ¿Entonces cómo es que estoy esposado?
—No sé, dime tú. Tú eres el que está esposado, no yo.
—Tú me disparaste, después de eso no sé qué pasó.
—Alguien nos vendó. No me salgas con tus pen...estupideces.
—Te estoy diciendo que sé tan poco como tú.
—Estás vendado, lo que significa que tienes quemaduras. No quieres que quite esas vendas y ponga hielo, ¿o sí? Porque hay de más allá afuera.
A punto de contestar algo más, escuché la ventisca aumentar fuera de la casa, avisando la llegada de la aeronave. Cargué mi mochila por delante y lo cargué sobre mi espalda. Salimos de la casa, donde vimos el jet que Roger manejaba revoloteando sobre nosotros y moviendo incontroladamente el aire que nos rodeaba. Entrecerré los ojos, bajé a Hypnose al suelo y comencé a hacer señas al jet.
— ¡Roger!— le dije por mi comunicador—. ¡Estoy debajo de ti!
La nave descendió poco a poco, haciendo que el aire fuerte de las turbinas hiciera mi pelo volar. Me pregunté dónde estaba mi liga.
— ¡No me llevarán de nuevo! No, no, no...
Suspiré y caminé hacia él. Mientras la puerta de enfrente de la nave se abría, volví a tomar a Hypnose, y lo puse sobre mi espalda. Caminé hacia el jet, y cuando la puerta se abrió completamente, entré.
La nave consistía de cuatro compartimientos: una cabina donde estaba piloto, Roger. Un baño. Un cuarto con celdas. Otro con dos bancas, una enfrente de otra, donde estaban las armas. Fui al cuarto de las celdas primero, donde encerré a Hypnose.
—Tú— señalé al señor Hypnose severamente — no te salgas de aquí, aunque eso es imposible, la verdad.
— ¿Me estás retando? ¿A mí? ¿En serio? ¿A mí? ¿De todos a mí? Yo no lo haría. No a mí. No. No. Yo no.
—No; tú me estás retando a mí. No lo hagas.
Suspirando, me di la media vuelta y, antes de cerrar la puerta con candado, le di un portazo.

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1. Agente TF01, origen.
ActionHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...