54.Ella:

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54. Ella:

La ansiedad estaba creciendo cada vez más. Debido a nuestra próxima misión extranjera, nos habían pausado las misiones para reforzar nuestro entrenamiento y evitar fracturas. Sin embargo, sólo tenía ganas de quedarme tirada en la cama, intentando hacer el tiempo tangible, ver a Eliza vocalizar cuál era el siguiente plan, sintiendo el frío de mi cuarto, el vacío de la casa y del espacio, la comodidad de mi vestido de mi pijama, sintiendo mis dedos, y con el olor de las verduras hervidas.

Pero se sentía inservible: cómo podía desperdiciar ese tiempo de vida, esos pequeños gajos que, recolectándolos, trazarían una nueva historia servible para la humanidad, pese a que el tiempo era indiferente al igual que la gente, aquella que sólo nota quién eres cuando haces algo malo. Las pausas para mí no eran permitidas, eran agonizantes, como el tiempo y ese momento.

Tom entró repentinamente a mi cuarto, vistiendo un traje de baño de colores alucinógenos y una camisa sin mangas de color negro, mostrando sus exuberantes brazos músculos, según mis gustos.

—Sigo enojado contigo, pero tienes que ir a esa fiesta— se rascó la cabeza y se apoyó contra la jamba de la puerta, dejando ver sus lanudas axilas. Yo bostecé—No— me cortó, y yo me encogí de hombros, recriminándolo.

—Tomás. Nada más bostecé.

—Cinésica. Sí me lo sé y sé que tú también te lo sabes y sabes que yo también me lo sé, así que lo usas en mi contra para confundirme— negó con la cabeza—. Y no sirve. Pero debes de dejar de amargarte. No sé qué te pasa, pero andas de mal humor casi todo el tiempo y, por lo que sé, esos sentimientos se contagian. No quiero terminar de amarguetas e igual geniudo que tú.

— ¿Entonces no es un acto altruista?— dije, dejándome caer en la cama—. —No quieres salir conmigo. En serio, ando de un humor del asco.

Era cierto: ese día en específico estaba haciendo críticas negativas de todas las personas a mí alrededor, transfigurando sus bocas a cierres, utilizando su ignorancia como el argumento principal a la desgracia humana, su banalidad y su euforia por ser viernes trece como una muestra de simpleza, permutando su alegría y altanería en idiotez, y poniendo los ojos en blanco consecutivamente.

Inclusive estaba hastiada y extenuada de mí y mi razonamiento ilógico.   

Y. Quería. Que. Todos. Se. Callaran.

— ¿Estás en tus días?

Don Do Gori—me alejé de él, molesta, y me crucé de brazos, sintiendo un dolor sobre mi pecho—. Eres un maldito sexista. ¿En verdad tengo que estar desangrándome para estar de mal humor? No. Puedo estar de mal humor y con las ganas de golpear a cualquier otro día. No tiene que ser porque mi endometrio se está rasgando. Que te entre eso. 

—Sí—asintió—, cuando estás premenstrual.

—Pinche tipo— arrugué mi rostro—. En verdad pensé que tú, de todos, serías un poquito menos ignorante y cerrado ante esas cosas. Maldito...

—Tamara— me cortó, alzando una ceja—. En serio. ¿Qué traes?

—En este momento el especismo entre los dos no me deja contestarte esa pregunta.

—Ah...—soltó un gemido.

—Es que Victoria me dio unas pastillas anticonceptivas y tengo todo el pinche cuerpo hinchado...

Alzó ambas cejas. Le lancé una mirada.

—Vamos a la sierra Pacaramia.

—Ah— asintió—. Nuestra luna de miel. Sí es cierto.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora