25. Ella.
Victoria siguió en su búsqueda de trajes.
Compendiando la situación, Victoria compró dos trajes: uno para ella y otro para mí. Mi garganta se rasgó al dar las gracias, y los oídos de Victoria sisaron al escuchar mis palabras, pasando por indiferente y comprándome la manopla de acero con una navaja incluida en el camino. Las incógnitas financieras siguieron el camino, arrastrándome hacia sus quincenas que, a comparación de las mías, eran más que el precio de una manopla y dos trajes de elastano color carne. Después de eso nos dirigimos hacia el sauna comunitario, donde estuvimos algunos minutos, nuestras manos sobre nuestras rodillas desnudas, gotas de sudor cayendo sobre nuestro rostro y vientres desnudos, donde ella me contó que las recientes tensiones entre la OCU y la EAU, cómo era que el simple juego entre ambas agentes se había desleído, dejando de ser una trampa acrimina. Después de eso, nos metimos a bañar, y sacamos de nuestros casilleros nuestros cambios de ropa. Ella tomó una falda negra larga y voluminosa, una camisa verde con un escote pronunciado, el cual cubrió con una blusa interior, y unos tacones marrones. Pese a que Victoria tenía, en general, un ponderado cuerpo, era modesta con su manera de vestir, casta. Yo, por mi parte, tomé un cambio de ropa interior, unos pantalones de mezclilla anchos y una camisa de recuerdo de Gales. Mientras Victoria se maquillaba yo me le quedé viendo, aprendiendo e incomodándola. Finalmente, al terminar, mientras salíamos de los baños, decidimos comer algo.
— ¿No se supone que tengo que seguir mi dieta?— le pregunté probándome mi manopla y golpeándola contra mi puño. Ella, alzando una ceja, veía mis movimientos.
—Hoy no.
—Ah, mira— fue entonces que nos dimos la media vuelta y nos dirigimos de nuevos hacia el mercado, a la sección de comida, donde los agentes mayormente retirados o de tiempo libre se asentaban—.Sopa de lima, tamales de dulce, chiles en nogada y o huevos zacatlantecos. ¿Crees que haya?
— ¿Chiles de nogada en a las diez de la mañana?
—No son sólo chiles, Victoria. ¿Quieres que tenga un poco de cultura? Aliméntame con eso.
Ella negó con la cabeza, rehusándose a gastar su dinero en eso, y apartó la mirada.
— ¿Profiteroles de chocolate?— le dije, opinando mi postre favorito. Ella sonrió un poco. Era uno de sus recónditos secretos, pero yo sabía que en diversas situaciones, sobre todo las estresantes, Victoria era una comedora compulsiva.
—No importa cuánto me gusten a mí esas cosas, no.
— ¿Pulques curados, quizás?
Ella se volvió hacia mí bruscamente, casi ofendida.
— ¿Eso te dan de comer en tu casa? Tú deberías de comer en base a tu dieta asignada, usando tu quincena en comida.
—Bueno, ¿Conejo enchilado?
— ¿De dónde saca conejo esa mujer?
Alcé una ceja y me paré en seco.
— ¿Conoces a Ingrid?
—Todos conocen a Ingrid, y todos saben que ella no tiene descaro y romper las dietas asignadas a los agentes— se encogió, con indiferencia, y siguió su camino—. Aparte ha hecho los menús de la noche de gala desde que soy directora.
—Entonces no me puedes negar que su comida es buena.
Ella negó con la cabeza y se paró enfrente de un puesto de comida.
No me dejó comprar cuernitos ni pie de manzana, demasiado normal. El pastel de Génova eran demasiadas calorías para mí, quien había subido de peso bruscamente, lo mismo que con los chilaquiles de pollo. En otro puesto tampoco me dejó comprar falafel o hummus, y como ella iba a pagar, terminé comprando una ensalada árabe y un café machiatto. Ella, en cambio, pidió un té Krasnodar y un draniki.
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1. Agente TF01, origen.
AcciónHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...