29.Ella

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29. Ella.

Yaáburne.

Palabra de origen árabe, que significa Tú me entierras. Es el deseo de morirte ante las personas que amas, para que así nunca tengas que sufrir el dolor de la pérdida, el vacio sin solución y en base a un descuido. Sin embargo, creo que esta vez iba a la inversa, tornando las cosas a matices grises, crudos, satírica, en lugar a uno sensiblero. Nosotros los enterramos deseando que nunca hubiera amado a nadie y que nunca hubiesen sido amados, porque así sería más fácil sobrepasar la realidad, superarlos, dejarlos en el olvido, sin demandas o recordatorios.

Así se llamó: día ya'aburnee.

Murieron alrededor de trescientos agentes esa velada, y el noventa por ciento de los empleados yacieron enterrados junto a ellos y los cuerpos de los científicos, personas de interés y las bases de la agencia en el cementerio de la isla, al lado de las tumbas de Jacopo y Timofei.

Pudimos salvar a algunos, y otros pudieron salvar a otros.

Entre ellos, pudimos salvar a Victoria.

Aun así, la masacre de ese día sería recordada por el resto de la historia de la agencia, junto con la efigie que los agentes de la AGU habían dejado de recordatorio para nosotros, sonidos de la noche tornándose en visiones de una pesadilla. Sobre todo, quedaría plasmado en los Slabitel'noye, quienes sabían que habían sido el catalizador de lo que podría ser una contienda directa.

Mientras veíamos cómo las personas reaparecían saliendo del edificio y esperábamos a Eliza, Tomás y yo nos quedamos ahí después de ayudar todo lo posible, viendo la cerrilidad de las personas y los asistentes que nos habían despreciado por nuestra juventud saliendo del edificio y cargando bolsas con cuerpos dentro de ellas, llevándolos lejos, como si nunca hubieran existido, hacia el área designada para los entierros que no eran reclamados.

Habíamos estado viendo este espectáculo por más de una hora, aguardando su morboso final, en silencio.

—Así que no estás muerto— afirmé, abrazándome con fuerza en la oscuridad que cada vez se hundía más en el horizonte, haciendo que la noche se hiciera cada vez más eterna, cuando al final era algo contradictorio.

Tomás, sentado a mi lado, con las mangas de su saco arremangadas, se quedó callado, arrancando pasto y fundamentando su respuesta. Lo volteé a ver, notando que no estaba vivo ni muerto para mí, que aquella persona que tenía a mi lado no era la misma persona que había conocido en el luto de la casa, sino alguien real, y era difícil analizar eso, pensar algo con una repercusión.

—Quiero contestarte con sarcasmo— dijo—, pero siento que me pegarías.

Al mismo tiempo, dije:

—No lo hagas si no quieres que te pegué.

El torció sus labios. Yo suspiré y dejé caer mi cabeza hacia atrás, confundida, y apretando mis labios. Me dejé caer sobre el pasto, mis piernas y brazos relajándose en el acto. Tomás repitió mi acto, y todo se volvió difuso, difícil de describir como una pregunta filosófica cuando se volvió hacia mí y se me quedó viendo.

—Es que no entiendo— comencé a decir, apartando la mirada al mismo tiempo que él—. No tiene sentido. Te quiero matar, mal plan, así de tanto está molesto mi vacío corazón, pero al mismo tiempo quiero ir ya con Eliza y decirle que estás vivo, pero también quiero que me expliques qué pasó, porque necesito saber que no gané cinco kilos por tu culpa por nada, y créeme que esos cinco kilos no se fueron aquí— señalé mi llano pecho, sacudiendo la cabeza—. Y necesito una explicación verídica. O sea, ya sé que casi no te conozco, pero me gusta confiar en que me vas a decir la verdad.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora