39.Ella:

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39. Ella:

La caída pareció lenta pese a que sucedió tan rápido que fue casi imposible de verla.

Me posicioné correctamente para caer, mis rodillas dobladas, escondiendo mi cuerpo entre mis manos.  Dentro de pocos segundos, caí contra lo que me pareció ser una colchoneta, flexionando  mis piernas al caer. Me dejé caer de espalda contra el suelo, sólo para estirar un poco mi cuerpo.

En un pestañar, volví a la realidad y miré hacia abajo.

Alargué mi mano, tocando otra mano enguantada en el movimiento. Di un respingo y llevé mi mano hacia mi pecho.

   — Sitt—  maldije, llevando mi otra mano a mi pecho. Él entreabrió sus dedos, entrelazando los míos, y me dio un suave apretón. Me relajé, sintiendo la tranquilidad de su compañía. Aflojé mi cuerpo y me dejé caer de espaldas contra la colchoneta,  disipando mi dolor de espalda—. Ya, quita tu mano, Tom.

—Tamara—dijo él, lentamente—. Yo no estoy agarrando la mano. ¿Dónde...?

Entonces se calló, al mismo tiempo que llamé por primera vez su nombre sin tener alguna respuesta.

Aún en tientas, y raudamente, quité mi mano. En un santiamén, escuché el gruñido que prosiguió a mi acción. Levanté mi rodilla hacia mi pecho, lista para atacar, para propulsar al cuerpo lejos de mí. Sin embargo, el cuerpo yacente a mi lado de apresuró y para ese momento ya estaba de nuevo sobre mí, de horcajadas, mis piernas temblando ante la situación, mis manos moviéndose frenéticamente.

Esperé uno, dos segundos por un contraataque.

Nada.

Estaba estática, con fornidas piernas sujetando mi cadera alrededor, manos apretando con fuerza mis brazos, contra la dureza de la colchoneta, extremidades raptadas, ajenas a mis propios movimientos. No intenté forcejear, no por qué sabía qué iba a hacer cuando él estaba tan difuso, sino porque estaba demasiado enfocada en recordar cómo se sentía el colchón contra mi nuca, la textura que tenía, rugosa, gélida, la sensación del color azul, todo eso junto el sonido del silencio, un vibrante chillido que distorsionaba todo lo que estaba a mi alrededor,  y la visión de la oscuridad, no la nada, simplemente la oscuridad, al cual se expandía y se contraía entre los dos, colisionando los recuerdos, porque todo eso era más alentador que sentir la mecánica respiración acercándose hacia mi oído, tornándose en unas orejas grandes, ojos oscuros y tez morena, labios gruesos balbuceando al tocar los míos para guardar las palabras.

بسرعة

إهدأ

اسكت

Sentí los gélidos y falsos dedos acercarse hacia lo barbilla, jugando con mi mejilla, rozando mis labios, vertiéndose a tejidos ásperos, huellas digitales palpables alrededor de mi cuerpo. Comencé a temblar, recurriendo a los viejos impulsos, a los recónditos secretos restituyéndose de nuevo en esa realidad, apoderándose de mis acciones, de mis deseos de gritar, propinar golpes con ira, de moldear al mundo con mis dedos, las acciones con mis únicos y vagos recursos.

Me tranquilicé, respirando profundamente, y me quedé callada, sin internar forcejear, la respiración pesada y el nombre de Tom atorado en mi garganta.

Pasó su mano hacia mi mentón, dejándome estática, para terminar sobre mi nuca, tomando mi chongo entre sus dedos, sintiendo lentamente la textura de mi cabello. Bajó su rostro por unos segundos hacia mi rostro y sentí su aliento cercano al mío. No existía, pero olí su aliento: cigarro, una sensación acoplándose entre mis labios, impregnándose en mi piel, el olor a la lluvia y a la soledad. Moví mi cabeza, intentando ubicarlo, cuando sentí que se alejaba de nuevo de mí, hacia mi cuello, donde enterró su cabeza al mismo tiempo que descendía su mano hacia el cierre de mi traje, el cual tomó con sus gruesos dedos y lo comenzó a bajar, tocando mi piel desnuda con sus glaciales dedos enguantados. Llegó justo a mi ombligo, sus piernas estorbándole para terminar su recorrido, y comenzó a bajar su rostro, su aliento rozando mi piel erguida, trémula. Se hizo hacia atrás, sobre mis muslos, y sus dedos pasaron de mi abdomen a mi vientre, comenzando a descender más abajo al mismo tiempo que hacia mi traje hacia abajo, jalando mis mangas y rozando mis pechos. Volví a sentir su aliento subiendo, sobre mi rostro, mudándose a rostros foráneos, cercanos, lejanos, nítidos, íntimos.  

Con la respiración pesada, manos trémulas y labios titubeantes, entre abiertos ante la cólera, lo ubiqué.

Con agilidad, le di un cabezazo lo suficientemente fuerte para tantearlo. Sus piernas se debilitaron alrededor de las mías y aproveché para darle un rodillazo entre sus piernas, seguido por otro en su costado y uno en el cuello. Me puse de pie, me senté de rodillas detrás de él y sostuve su nuca: una mano alrededor de su cuello, otra detrás de su nuca, rodeándola completamente.

   — Esto basta para dejar inconsciente a un humano normal—  grité, tragando con lentitud; sabía que ellos, donde quiera que estuvieran, me estaban escuchando—, pero esto es porque no es un humano.

   Torcí su cuello por completo y, después de escuchar un crujido, dejé caer el inerte cuerpo hacia el suelo, lanzándolo con mis piernas.

   Fue hasta que el cuerpo cayó, que las luces se comenzaron a encender poco a poco, resollando la realidad y haciéndome entrecerrar los ojos.  Estaba en una habitación cilíndrica, de paredes blancas y de baja estatura. Me di cuenta que debía de haber algún tipo de inhibidor de sonido entre los dos, porque Tomás estaba a pocos metros de distancia de mí, con su cabello revuelto y su mandíbula apretada, un perfil unilateral.

  Cuando se volvió hacia mí comencé a subir el cierre de mi traje, sin pudor, sin mortificación, un gesto hermético detrás de las manos temblorosas. Me dirigí hacia él, acomodando mi cabello y en silencio.

—Tamara...—comenzó a decir.

Me volví hacia él, frunciendo mi entrecejo, y le di un cabeceo. Él me respondió de la misma manera, aun sin apartar su mirada de la mía después de que yo lo hiciera. 

En ese momento, en lo alto del techo, un panel hexagonal apareció, creando una pantalla. Unos segundos después, el rostro de Victoria apareció, iluminando un poco el escenario.

— Sí, ya pueden poner el fondo blanco. Ya lo estoy viendo—  le dijo Victoria a alguien. El fondo de pantalla pasó a ser una maquinaria a una blanquecina y Victoria se nos quedó viendo por algunos segundos, analizándonos—. Hola, agentes— dijo haciendo un saludo a los dos— como ya han de saber, están aquí para ser probados como compañeros por el desempeño que mostraron hace un mes, aproximadamente. Y la agencia requiere rectificar sus habilidades en esta misión, porque hemos notado que ya están listos. No hay un percance en especial en ésta misión, sólo una cuerda atándose con la otra. Durante todo el proceso tendrán cambio de escenarios donde tendrán que desarrollar sus habilidades y sus inteligencias. Ya depende de ustedes que sepan cómo y cuándo parar la simulación. Pero sólo tienen una hora— hizo una pausa y tragó, antes de hablar dirigiéndose específicamente a mí—. Y es trabajo en equipo. Recuerden.

La pantalla se fue apagando poco a poco, desapareciendo a Victoria en un centellar.

El cuarto de celdas blancas fue lo único que hubo a nuestro alrededor por algunos segundos. Fue en ese momento cuando nuestros pies fueron sujetados contra el suelo, con una cadena sobre ellos.

Tomás soltó su cabeza hacia atrás, antes de que las celdas se comenzaran a desplazar, llevándonos a una nueva habitación.

— Espero que te hayas confesado porque sólo estábamos desbloqueando la misión—  suspiró—. Apenas va a empezar.



1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora