50. Ella:
Salí corriendo y cojeando de la habitación, dejando atrás su silueta y el repiqueo de sus tacones, y me di cuenta que estaba en los recintos del hospital, el que ahora se veía tan vacío, tan monótono, con aportes desconocidos para todos, y me comencé a preguntar por qué, cómo, cuándo, dónde, todas aquellas cosas que necesitaba que tomaran sentido para poner los ladrillos sobre el edificio que me encontraba, dinero sobre los rostros alimentados de las personas que desconocían un paradero, el tejido de la bata y los bóxers de compresión sobre la alta persona que estaba a pocos metros de mí, enfrente de la pantalla que mostraba los rangos, declarando que no tenía hemofilia y que un moretón no lo mataría.
Corrí hacia donde estaba él y, tan eufórica como para olvidarlo, lo tomé del brazo, notando como se tensaba, y lo abracé.
—Me vale que estés enojado conmigo—dije, eufórica—. Te amuelas, enserio.
Y él era tan nítido como real, al igual que toda la vorágine que nos sostenía y nos hacía tangibles, crédulos, voces repitiendo palabras y profesando mentiras. Lo sostuve el tiempo suficiente en mis brazos como para darme cuenta de que él era real, pero también el tiempo suficiente como para que se pudiera desmaterializar.
Él se destensó, riendo, y así se quedó, con mi cabeza sobre su hombro, ambos con los ojos abiertos, manos sobre cinturas y espaldas desnudas, la gente a nuestros lados murmurando, y el doctor viéndonos, pero dos suspiros que nos llenaron de calma.
—Dime tú eso— dijo después de unos segundos—. A ti envenenaron.
Me aparté de él y me le quedé viendo, confundida. Mientras él se volvía hacia el doctor y le agradecía en portugués noté las recientes cortadas en su rostro, las marcas de sangre y de sus venas.
—¿Cómo te hiciste esa?— le pregunté, señalando y casi tocando su labio inferior.
Él se llevó su dedo, tocando la sangre seca.
—Por idiota.
—Ah. Y no— dije—. A ti te envenenaron. Te picó una araña y te sacrificaste para terminar descifrar unos patrones.
Él negó con la cabeza, puso sus manos sobre la barandilla de cristal, y se sentó en ella, sin tomarse el descaro de cerrar sus piernas.
—Esa fuiste tú.
Negué con la cabeza.
— ¿Quién más?
— ¿Quién más qué?
— ¿Quién más se murió? Conmigo se murió Victoria, pero está viva.
—Equis. Fue alguien; no sabes quién es. Le dispararon en la cabeza.
Sonreí. Él frunció el ceño, cruzándose de brazos y elevando una ceja.
—Está viva.
Él elevó un poco su comisura derecha, como si estuviera intentando sonreír, pero simplemente asintió con indiferencia, escondiendo su regocijo.
—Pero esa sí fuiste tú. Te sacrificaste por mí. Te picó quién sabe qué mierda, y te moriste.
Apreté mis labios. Negué con la cabeza. Él se me quedó viendo, con una sonrisa borboteando en sus labios, y negó con la cabeza. Se pasó su mano por su barbilla y bufó.
—Creo que ya sé qué es— se bajó, puso su mano derecha sobre mi hombro, yo fruncí el ceño, y me llevó hacia la orilla de donde estábamos; él enfrente de mí, yo viendo directamente a la pantalla que, simultáneamente, se había apagado. Fruncí el ceño, pero no aparté mi mirada de él—. Hace tiempo...puede que hacer tiempo haya leído unas cosas que no debí de haber leído, o me haya juntado con gente que no debí de haberme juntado.
—Algo me dice que lees muchas cosas que no deberías de leer.
—Justine o los inofortunios de la vida— elevó ambas cejas y le hice una cara—. No, ya, en serio. Aunque no lo creas, tengo varios amigos en la agencia, y uno de ellos era un ingeniero. Lo fui a visitar una vez y me dijo que estaban, como que intentando crear esa realidad inversa en mecanismos. No sé si me entiendas—asentí—. Tú y yo estábamos en el mismo escenario, un mismo escenario duplicado, pero yo en realidad estaba con un humanoide que aparentaba ser tú. Estaba, efectivamente, sólo en esa misión.
— ¿Pero entonces qué tiene eso de trabajo en equipo? A menos que hayan coordinado nuestras acciones y estas hayan completado a los otros. No sé si tú sí hayas aceptado quedarte por mí en las ruinas esas.
Se me quedó viendo, seriamente, y asintió.
—Sí, pero no quiero que hagas la gran cosa por eso. ¿Tú?
—Tengo la misma respuesta que tú— apreté mis labios—. Así que... O sea, si tú o yo en verdad hubiéramos ido... A lo que me refiero es que si tú no te hubieras querido sacrificar por mí en tú misión, en mi misión no se hubiera desbloqueado, para así decirlo, tú humanoide diciendo que se quería sacrificar por mí, yo hubiera ido y me hubiera muerto.
— ¿Está bien jodido, verdad?— se cruzó de brazos, alzando sus cejas.
—Bastante. La verdad es que sí.
—Pero tiene sentido al mismo tiempo, aunque según mis cálculos no fue todo el tiempo, porque sí estuve cuando te mordieron el tobillo—señaló mi pie.
—Ha de haber sido cuando nos caímos.
—Y luego también no sé si te diste cuenta que estaban los patrones de las inteligencias múltiples según Howard...
—Tomás—le corté—, a mí también medio me importas.
Él se me quedó viendo seriamente por unos segundos, y después comenzó a sonreír levemente, asintiendo. Sin embargo, todavía había algo que faltaba ahí, algo que no encajaba.
—Gardner. Howard Gardner—sacudió la cabeza, aun sonriendo—. Mil novecientos...
—Y por eso hay que salirnos de la agencia.
Él se volvió hacia mí, y pude ver en él todo lo que yo temía: lo frangibles que éramos, el hecho de que todas nuestras bases estaban puestas en donde nos encontrábamos, y que nuestro mundo tenía un límite. Pero me di cuenta que era lo mismo con todos aquellos que odiaban donde estaban, que queríamos moverse hacia otro lugar.
Estaba a punto de contestarme, pero no lo hizo porque, justo en ese momento, Victoria llegó hacia donde estábamos nosotros y nos dijo que sí habíamos calificados para ser parejas, todo esto al mismo tiempo que la pantalla se reinició y vi qué había cambiado: BM03.
Si yo me salía de la agencia, Tomás tendría que ir a la misión.
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1. Agente TF01, origen.
БоевикHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...