12. Ella.
México, mi primer lugar residente después de la agencia, la base a mi elocuente, pero con un pésimo acento, español. Había pasado de ser Tamara a ser Luz.
Alemania, mi segundo hogar, a los cinco años. Me llamé Éunice.
Fui trasladada a Brasil a los siete, con el nombre de Gislaine. Comencé a entender el idioma que ahora dominaba. Duré un año.
Para no olvidar los otros tres idiomas que ya sabía y reforzarlos, unos agentes que venían de Venezuela, Francia y Austria me daban los estudios básicos sobre la introducción a las armas, ejercicios de fuerza y supervivencia, la moralidad y comportamientos de un agente e información general sobre la introducción al mundo real en su idioma natal.
Aparte de eso, leía libros en diferentes idiomas durante todo ese tiempo.
Ocho años. Rusia. Sólo un año. Zhenya. Terminé entendiendo el idioma. Fin.
Viví en Italia un año. No aprendí nada, sólo que los estereotipos no existían y que continuamente escribía Alessandra con sólo una s, aparte de que había muchos tabús en la sociedad que lamentablemente yo no había seguido, y mis bases para entender el italiano.
Fui trasladada.
Después de eso tuve los dos años más difíciles de mi vida en China, donde me había hecho llamar Nicole, una estadounidense extranjera. Cuando me adapté, fui trasladada.
Después de eso fui a Canadá con el nombre de Genevive. Por tener ya un elocuente inglés, no me resultó difícil y me ayudó para reforzar mi francés.
Casi a los trece me fui a Egipto, donde duré un año. Ahí me asignaron el nombre Sigrid, y a mis alrededores me identifiqué como una persona Europa occidental. No aprendí el idioma, sólo embargo, un poco de árabe, lo suficiente para entenderlo.
Viví por tres años en Paris, Francia, bajo el nombre de Bethsabée. Ya sabía un poco de francés porque en mis tiempos de ermitaña había estudiado las bases de la lista de idiomas que tenía que aprender para el final de mi preparación. Sin contar que saber español era una gran ventaja.
Casi a los dieciséis fui trasladada con el nombre de Tamara Roberta Quivera, a Taer, Azul del mar, un archipiélago perteneciente a los Estados Unidos Mexicanos y ubicado en el Golfo de México. El archipiélago en total tenía cincuenta mil habitantes. En total había tres islas habitadas, las cuales se conectaban con un puente. La del centro era Taer y la demografía marcaba que, para el 2010, había treinta mil habitantes. Tenía otra isla, que era casi considerada un pueblo, a su lado izquierdo. A su otro lado estaba la capital, Azul del Mar, cuyo nombre debía de ser adorado y alabado por su originalidad.
Ese era el punto, el nuevo juego psicológico: estar aislada. Todo en la agencia era un juego psicológico, la necesidad hacer la mente maleable y llevarla a un descollante lugar jamás conocido.
Y así era cómo sucedía, la manera en la que borrábamos nuestros rastros, cómo era que éramos invisibles ante aquel mundo, ante aquella persona que habíamos salvado sólo unos minutos atrás, o la razón por la que nuestro compañero había muerto. Éramos un papel blanco, sin apuntes de qué habíamos hecho y qué no, un nuevo comienzo de una nueva vida a diario, un disfraz en el que no éramos elogiados y podíamos ser modestos con nosotros mismos.
Por un lado éramos fríos, arrogantes, cínicos, crudos, crueles y sin modales, rudos. Ese tipo de personas que no te quieres topar, mayormente, pero que habitan tanto en el mundo real como ficticio. Por otro lado, el lado que nuestro orgullo no nos dejaba mostrar, era que no éramos tan malos.
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1. Agente TF01, origen.
ActionHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...