34. Ella:
— Propongo que nos escapemos de la escuela en este momento y nos vayamos a entrañar— dije, sin apartar la vista de mi libro, cuando escuché que Tomás se comenzaba a sentar a mi lado, sobre el césped.
Su regreso había sido polémico entre los maestros y una incógnita entre los alumnos. Aun así, él se había mantenido indiferente y tácito ante las preguntas, ignorándolas cuando era necesario. Mejor dicho, la mayoría del tiempo, pasando como un personaje insulso ante toda la atmosfera colegial. Aun así, podría haber sido más controvertible si hubiera regresado entrado a mitad de cuarto semestre y no el primer día de éste.
— Hola a ti también— chisteó—. Tuve un día bien genial junto con la trigonometría. Gracias a Dios, digo, lo bueno a todos les vale madre que haya desaparecido y no tengo que hacer un montón de ensayos para la siguiente semana sobre Jorge Ibargüengoitia y los relámpagos de agosto, el cual no me voy a plagiar de ti si sí lo hiciste, ni creas. Y no tengo que presentar seis finales, tampoco eso—farfulló y negó con la cabeza, sacudiendo sus manos—.Ni siquiera sé por qué estamos en la pinche escuela.
—Pues quién te manda a desaparecerte, niño. Y hablo en serio— dije, mientras él se sentaba a mí lado, sin apartar la mirada de los párrafos rusos de Guerra y Paz, intentando concebir el significado de sus palabras—: hay que entrenar un poquito antes de ir para allá. No sabemos qué puede venir ahí. Y tenemos el carro, ni se van a dar cuenta.
—Yo también hablo en serio, cierra ese libro maldito libro. Me gusta ver a la gente a los ojos cuando hablo.
Puse de separador la hoja del vocabulario ruso que había impreso y lo cerré. Bajé la mirada y alcé una ceja al verlo. Por alguna razón, sentí la temperatura de mi cara subir ante esta acción y torcí mis labios.
—Bien—comencé—. Desde ahora, Génova y Lucca no son más que haciendas, dominios de la familia Bonaparte. No. Le garantizo a usted que si no me dice que estamos en guerra, si quiere atenuar aún todas las infamias, todas las atrocidades de este Anticristo, de buena fe, creo que lo es, no querré saber nada de usted, no le consideraré amigo mío ni será nunca más el esclavo fiel que usted dice. Bien, buenos días, buenos días. Veo que le atemorizo. Siéntese y hablemos—chisté—. Lev Tolstoi, mil ochocientos sesenta y nueve.
Él asintió y sonrió levemente.
—En el otoño de aquel mismo año, Nicolás Rostov y la princesa María...
— ¡Ya cállate!— lo golpeé en su hombro con el dorsal de mi mano derecha—. ¿También te hicieron aprenderte todos los primeros y últimos párrafos de todos los libros que has leído?
—Sun Tzu dijo— comenzó a decir, asintiendo—: Tu meta debe ser tomar intacto todo lo que hay bajo el cielo. De este modo tus tropas no se agotarán y tu victoria será total. Éste es el arte de la estrategia defensiva— se quedó callado al terminar, viéndome unos segundos, y se lamió sus labios resecos—. ¿Estás enojada conmigo?
Negué con la cabeza y tardé en contestarle.
—No puedo estar enojada contigo. Por lo menos no hoy— me quedé callada, pensando en cómo era que el mundo había reducido su existencia justo para ese momento—. No me puedo enojar si mi vida va a depender de ti, literalmente, y no debería de estar usando la palabra literalmente para afirmar algo que no es una metáfora—resoplé—. Me encabrona que utilicen tan mal esa palabra aquí.
Él sonrió con ironía y se volvió hacia el mar, justo lo que yo estaba viendo. Nos quedamos callados unos segundos, invadidos por los repiqueos de los pasos a la lejanía, el sonido del mar y las voces desde los salones, rompiendo la cercanía que nos pertenecía, la circunferencia que lográbamos moldear con nuestra propia presencia.
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1. Agente TF01, origen.
AkcjaHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...