60.Ella:

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60. Ella:

Tomé el jabón para limpiar los pisos y una escoba. Dudaba que sirviera, mas no estaba de más intentar. Cuando llegué a la puerta, miré hacia atrás, esperando encontrar a Tomás. Sin embargo, él ya no estaba ahí. Lo agradecí, porque sabía que diría que me veía bien con una escoba, que ese era mi lugar.

Una escoba y no una manopla.

La patrulla ya no estaba ahí. Y en la noche, los rastros de la sangre ahora sólo eran difusos. Sabía que tallando un poco se borrarían. Así que comencé a tallar, siendo precavida con cada carro que pasaba, lista para correr en cualquier momento.

Aun después de que logré borrar todas las manchas de la banqueta, me quedé quitando las burbujas de jabón con la manguera y no fue hasta que Eliza llegó que me dirigí hacia la llave y la cerré.

Estaba vistiendo con ropa cotidiana: unos pantalones ajustados a su cuadrada figura, connotando su figura cuadrada, y se estaba recogiendo su cabello en una coleta alta, dejando caer un corto mechón de rubio por su frente. Frunció el ceño al verme. Abrió desmesuradamente sus ojos al ver las marcas de sangre en mi cara, y dejó caer su cabello sobre sus hombros.

—Tomás está bien— le dije en alemán, el idioma que utilizaba para hablar con ella.

Sus hombros se relajaron, y ella subió su mano, para seguir haciendo su coleta. 

— ¿Entonces de quién es la sangre?— me respondió en su idioma natal.

Dejé caer la manguera y me dirigí hacia la puerta de la casa, seguida por ella. No tenía ganas de hablar. Así de simple.

— ¿Tamara?

Comencé a desbloquear la puerta, poniendo el código de seguridad.

—No sé—contesté, tajante—. Encontramos a alguien en la playa y lo trajimos para acá.

Eliza sonrió un poco, confundida, mostrándose cada vez más pura y ligera conmigo, siempre omisa a mi existencia.

—Y no les importa saber quién era. Tiene mucho sentido.

Me encogí de hombros y entré a la casa. Eliza puso su código y también entró.

— ¿Y está muy grave o no?

—Nah, sólo fue en el hombro y en el muslo— mentí.

—Qué payaso, entonces— dijo, soltando una pequeña risa. Dejó caer su bolsa en las escaleras, se quitó sus zapatos y comenzó a jugar con su pulsera, jalando su dije redondo—. Voy a bajar a ver si necesita algo.

—Pues Tomás está con ella. La verdad es que no sé si sí necesite a alguien.

—Ah, bueno— dijo, sonriendo y encogiéndose de hombros. Se volvió hacia mí, sin poder borrar una sonrisa de su rostro—. Tengo noticias, Tamara. Muy, muy buenas noticias. Y me urge hablar con los dos.

—Yo no— le dije, recordando las explosiones en el pasado, los repiqueos en la oscuridad—. Tomás y yo salimos...

— ¿A dónde salieron?

—Tuvimos una fiesta.

— ¿Dónde?

—En la playa.

— ¿Con quiénes?

—Personas de la prepa... Tenemos... Tomás tiene amigos.

— ¿Y a qué hora regresaron?

—No sé. Hace como una hora. ¿Por qué el progenitora, mamá?

Pensé que ella sonreiría o algo. Fuese lo que fuese, Eliza se había aplacado de una manera patente conmigo. Sonreía más, intentaba conversar más conmigo, como si nunca me hubiera odiado, como si intentara aceptar mi existencia. Sin embargo, se quedó callada, tensa.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora