8. Ella.
En la sala de armas me desarmé: dejé caer mi mochila, mi cangurera y saqué de las plantas de mis botines los cuchillos con sus estuches correspondientes. Registré que la misión había acabado en el comando que se encontraba al lado de las bancas, escribiendo mi número de serie, y me dirigí hacia el baño. Fui al lavaojos y después a la ducha, donde permanecí quince minutos. Me cambié de ropa y me dirigí hacia la cabina del piloto.
Roger estaba sentado, con audífonos puestos, haciendo caso omiso a la persona sentada a su lado, Natán. Rogelio— como se llamaba, o como había elegido llamarse—, era un señor colombiano alrededor de la mitad de sus sesentas, posiblemente un poco más, con rasgos romanís. La mayoría de las edades en la agencia eran inciertas. Tenía una barba larga y extensa, voluminosa, comenzando a tomar un color grisáceo, acompañada con un bigote abundante. Eso le daba una pinta sofisticada. Sin embargo, su cabello castaño rojizo alborotado y rizado le daba una pinta ajetreada y coloquial. Tez morena clara y una cara tosca, nariz y labios carnosos, con ojos marrones. Su físico demarcaba que era había sido una persona bien cuidada: una estatura promedio, brazos y músculos lánguidos, lo cual, algunas veces, me hacía preguntarme si había servido a la agencia anteriormente. Sin embargo, nunca le preguntaba.
Era una regla: no entrometerse con la vida de los demás.
Guarda dentro de una caja tus sentimientos, tu historia y tu disociada vida. Junto con eso, también guarda la llave, que ni siquiera tú debes de ver o reconocer lo que hay dentro. Aleja esas cajas, aléjate tú de las cajas y a los demás. Conoce a los otros, conoce sus debilidades, porque cualquier persona puede sostener un cuchillo detrás de sus espaldas, puede tener una réplica de la llave que acabas de esconder, o aun peor, ambas cosas. Última cosa: el ser humano necesita la compañía de otra persona para llenar su soledad, para aprender lo negativo y descubrir el mundo, es su sustento, pero nunca dependas de alguien más.
Esa habían sido las sabias palabras de Victoria el día de mi iniciación, las cuales me encantaba plagiar a diario en mi mente.
— Qué onda, Roger— le dije en español, sentándome despreocupadamente en el asiento de acompañante y cruzando mis piernas sobre tablero, después de ponerme los audífonos para hablar con él.
Al lado de Roger estaba sentado al lado de Natán, el doctor y químico que normalmente me atendía. Le repetí lo mismo a él, pero en inglés: no sabía noruego o danés, los otros dos idiomas que él dominaba. Roger se quitó sus audífonos y, sin verme, dijo:
— ¿Cómo te fue en tu misión de hoy?— preguntó con su profunda y grave voz.
Mi relación con Roger siempre había sido muy básica: no hablábamos mucho sobre nuestra vida yin, eso era todo. Sin embargo, sí hablábamos de nuestra vida yang. Cosas básicas que no llegaban a ligar ningún tipo de simpatía, enternecimiento o estima o reciproco.
Colombiano, de las Fuerzas Aéreas de Colombia, subteniente. Había hecho un año de especialización en Administración de aeronáutica y aeroespacial. Ahí terminaba su historia, y ahí comenzaba su enojo.
Él estaba enojado. La manera en la que se comportaba con las otras personas lo decía, la manera de expresarse, toscamente, gritando. Estaba asqueado de existir, cansado, pero no podía ponerle pausa a lo que estaba a su alrededor, quizás porque seguía buscando. Y eso me hacía notar que éramos e intentábamos lo contradictoria a eso, que seguíamos intentando pese a que dolía, que cansaba, que los estragos nos seguían y se arraigaban a eso. Esa era la agencia, la nueva esperanza de todos.
Me encogí de entre hombros. Al mismo tiempo, arrastré una silla compacta y me senté en ella, al lado de Natán, para que revisara mi quemadura.
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1. Agente TF01, origen.
AcţiuneHay grietas llenas de dolor y de misterios; ahí es donde nacen las dos agencias cuya rivalidad es tan grande que su objetivo es olvidado. Tamara sabe perfectamente cómo controlar su doble vida como una agente y una adolescente: tiene amigos, pa...