28.Ella.

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28. Ella.

De alguna manera, se veía diferente, inclusive aunque había llegado a ser incapaz de recordarlo y estábamos envueltos en la oscuridad.

Lo recordaba difuso, con ángulos prolijos, como una persona que ves en sueños y no puedes recordar de dónde la conoces o cómo es, con sólo una sonrisa fisonómica en los vagos recuerdos.

Sus facciones, sin embargo, ahora estaban más demarcadas, con unos mofletes más raquíticos con pecas escondidas, y músculos más ponderados, más alto debido a su delgadez en la cara. Sus ojos eran inescrutables, su cabello largo, cayendo en pequeñas curvas desaliñadas sobre su frente, dando un aire ligero.

Su silueta era como una sombra que se ve en la oscuridad, intocable y con la misma distorsión de todas las sombras.

— ¿Necesitas que te pegue o algo para que reacciones o qué? — me gritó—. Porque si tengo que hacerlo para que te muevas, lo voy a hacer.

Salí del trance, con el mundo cayendo sobre mis hombros por un sólo instante. Los gritos seguían sonando, la gente se seguía moviendo y abalanzado una contra la otra. Sin embargo, lo que me preocupada era que, paulatinamente, los gritos iban cesando.

— Victoria. Tenemos que encontrar a Victoria— dije, con los labios tambaleando y parpadeando rápidamente. Aun hablando fuerte, me agaché y comencé a palpar con mis manos todo lo que estaba a mi alrededor, intentando buscar unos zapatos, caminando de puntillas—. Debieron de ponerle algo a las bebidas: éxtasis, rivotril o pastillas para dormir, en dosis muy grandes. Ryu estaba convulsionando, pero algunos estaban en pleno apareamiento. Otros se estaban moviendo con lentitud— solté un suspiro de disensión cuando toqué el vómito de Ryu. Otro cuando revisé su pulso y no sentí nada. Mientras me quitaba el cristal que me había enterrado y me vendaba la cortada con sus calcetas, seguí hablando—. En poco tiempo muchos van a morir convulsionados, otros simplemente se van a desmayar. Tenemos que encender la luz para ayudar a los que convulsionan.

— Yo tengo una pequeña lámpara, pero no va a ayudar en nada— dijo Tomás, agachándose a mí lado, su respiración paulatina a mi lado; miré de soslayo, con la respiración agitada—. Como quiera combinaron drogas con alcohol. Eso es de lo más mortífero y estúpido que alguien puede hacer. Pueden tener hasta paros cardiacos. Y no creo que sean narcóticos, depresores o estimulantes nada más. Están actuando demasiado rápido como para eso. También pueden ser alucinógenos en los panes, como lo hacían en la Edad Media, setas.

Su voz parecía ser un producto de mi imaginación, una repetición de una contestadora. Me le quedé viendo unos segundos, apretando mis labios y distorsionando su rostro. Despabilándome, me puse los zapatos de Ryu, sin importarme que me quedaran grandes.

— Entonces, vamos— extendí mi mano y comencé a palpar de nuevo a mi alrededor. Toqué algo a mis alrededores. Me di cuenta que no era la mano de Tomás y la aparté inmediatamente, sintiendo mi rostro arder en la oscuridad.

—Tamara...

Voi Paska, eso no es tu mano.

— Está lejos de ser mi mano— dijo, soltando una carcajada—. Créeme.

— Dame tu mano y deja de ser un payaso. No te me vayas a desaparecer de nuevo.

Entonces, puso su áspera mano contra la mía, y me sentí más inerme que jamás en mi vida. Estaba dependiendo de alguien en ese momento, de alguna manera. De alguien que se podía esfumar tan fácil como aparecer, que podía ser el efecto de una droga o que podía ser tan cierto como el cadáver detrás de mí.

En fin, era de lo único que me podía sujetar en ese momento. Y lo único que iba a seguir.

Comenzamos a caminar, escuchando cómo los ruidos se hacían más sigilosos cada vez, gritos de comunicación y no de auxilio comenzaron, todos mostrando su faceta adoctrinada. Sin embargo, con cada paso de dábamos y cada codazo que recibíamos, los gritos se hacían más como silbidos o pequeños murmullos, convertidos en los sonidos de las arcadas, de un cuerpo cayendo contra el suelo, arrastrándose en la oscuridad, siguiendo la luz que sosteníamos.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora