51.Ella.

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51. Ella.

Victoria nos había declarado equipo.

Y nos dijo que íbamos a comenzar nuestro arduo entrenamiento para infiltrarnos a la OCU en cuestión de meses, el cual nosotros aprobamos.

Cuando llegamos a la casa Eliza, iracunda, cacheteó a Tom cuando llegamos a la casa, e Ingrid, quien me abrazó incómodamente, retuvo conmigo el impulso se soltar una carcajada.

Él no le había notificado que íbamos a ir a la misión.

Ingrid se volvió hacia mí, preocupada, y, después de unas breves palabras, subí a mi habitación, donde me cambié por una camisa azul de ¡Bienvenido a Australia! y un pantalón de franela color rojo. Me quedé dormida en cuestión de segundos, escuchando los sonoros gritos de Eliza que se habían tornado en carcajadas.

Me desperté al sentir la presión de un cobertor sobre mí, y me puse de pie abruptamente, tomando y desenvainando el cuchillo kukri que tenía debajo de mi almohada, y tomé a mi atacante por el cuello, volteando su cuerpo por completo y presionando su barbilla contra mi rodilla, con el cuchillo pegado contra su yugular. Él contraatacó, alzando un poco su pierna y enredándola con la mía, logrando darme la media vuelta y presionar la parte trasera de mi cráneo contra la cama, el cuchillo aun en mi mano. Me soltó, con la respiración agitada, y sacudió la cabeza, sonriendo un poco y poniéndose de pie.

—Puta madre, Tamara— se pasó la mano por su cabello.

Tom estaba vistiendo unos pants de color amarillo, y tenía puesta una camisa un poco holgada de franela, de color blanco. Tenía su largo cabello húmedo, y los brazos cruzados.

—Vato, no hagas eso. En serio— le dije, poniéndome de pie y sentándome en la cama, sintiéndome un poco abrumada por la diferencia de estatura que había entre los dos.

—Sólo venía a ponerte la colcha. Esta Ingrid me dijo que te la pusiera porque vamos a bajar de temperatura más al rato— apretó sus labios, aun incómodo, como si estuviera recordando lo que le había dicho en la agencia. Torció su cabeza—. Hay frentes fríos en el norte. 

—Ah. Gracias— le dije, tomando la colcha entre mis manos, notando que también estaba húmeda—. ¿Por qué está mojada?

—Es la de mi cama. Es que hasta hace rato me di cuenta que había una gotera. Sí, tenemos vidrios de lexan,  pero también goteras.

Asentí, sin saber qué decir, y me quedé callada, con el primer silencio incómodo presente, y fui capaz de notar la oscuridad de mi habitación, lo acogedora y lo estrecha que era mi cama, el sonido de la lluvia y lo alto que era Tom desde donde estaba, sus facciones cambiando entre la fúnebre escena, haciéndome notar que la manera en la que me había comportado con él había sido incorrecta, una manera defensiva e irrazonable, un estímulo bestial. Pero lo que yo no podía llegar a explicarle a él era el hecho de que su presencia creaba una incógnita, aquella pregunta que me susurraba que por qué él, en particular, se preocupaba por mí sin razón alguna, sin fundamentos, sin que yo estuviera dándole algo para lograr este tipo de afecto en él.

No diré argumentos. No saldré con argumentos psicológicos, traumas del pasado. Sólo saldré con una realidad: era una estúpida niña insegura y egoísta cuando venía a confiar en alguien más. Era mi limitación, ese espacio que nunca podía llenar con nada más, como si el pequeño puesto que le podría asignar pudiera ser explotado futuramente, juzgado y reemplazado por otros miles de individuos desleales.

—Perdón. Otra vez.  Estoy quitándome todo mi orgullo en este momento y no sé qué más decirte. Quiero agradecerte por lo de hace unos meses, pero...

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora