18.Ella.

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18. Ella:

—Oye, Tamara.

— ¿Qué?

— ¿En qué idioma piensas?

—No lo hago.

Pero lo hice justo en el momento en el que cristal se hizo añicos sobre nosotros, cayendo precipitadamente, sólo que no logré descifrar en cuál.

Estábamos en un edificio de simulación. Un panorama que transcurría semanas de viajes corría en segundos a nuestro alrededor, deslizándose entre los ventanales, sin control. Nos movíamos de un lugar a otro, sin control y sin escape, el día cayendo sobre nosotros seguido por la noche, la playa y la ciudad atormentándonos y persiguiéndonos.

— Es que no te entiendo—dije, golpeando en el cuello al hombre mecánico que había sido creado para distracción y obstáculos. Di un gran salto y puse mis tobillos alrededor de la autómata hasta que escuché un crujido. Quedé parada de manos e incliné mi espalda hacia atrás hasta que mis pies tocaron el suelo. Segundos después, estaba de nuevo de pie, intacta y con un pequeño y pulsante dolor en mi quemadura, la cual no me impedía moverme con tosquedad.

— Ya te dije por qué lo hice— escuché que Tomás, quien estaba a mis espaldas, soltaba un pequeño jadeo, y luego escuché un grujido ajeno a él o a mí.

Corrí con rapidez hacia un pequeño banco que había. Todavía teníamos docenas de autómatas que vencer, pero si sólo llegaba a la palanca podría pararlo antes.

— Yo no le vi nada divertido— grité sobre el sonido de los cristales que se rompían sobre nosotros, y poniendo mis brazos sobre mí para taparme. Debido a mi chaqueta que siempre vestía, y que cubrían todos mis brazos, los cristales esquivaron mi cuerpo.

Había una grieta de gran profundidad y de volumen, dividiendo el escenario en dos.

Me hice hacia atrás y corrí con rapidez, saltando y esquivando las ráfagas de fuego químico y sintético que iban dirigidas hacia mí. En la esquina de la grieta puse más fuerza en mis pies y salté lo más alto posible, no sin antes sacar la estaca. Caí a unos pocos metros de profundidad, logrando pegarme en la cadera con la tierra. Puse toda la fuerza posible en mi mano derecha y saqué la otra estaca con mi mano izquierda de mi mochila. Poco a poco, fui subiendo los pocos metros de profundidad, hasta convertirlos en centímetros.

Tomé una gran respiración, puse toda la fuerza restante en mis manos y subí hasta el otro lado de la grieta. Me flexioné un poco y volví a comenzar a correr hasta el otro lado de la habitación. Fue ahí cuando una flecha se dirigió hacia donde estaba. No pude evitar suspirar. Arqueé mi cuerpo hacia la izquierda, seguida hacia la derecha y después hacia abajo, en sentadillas. Una rozó mi hombro izquierdo y su tela, raspando un poco. Estuve a punto de pararme algunos segundos, quitándome toda la calma que tenía en mí para reemplazarla por turbación. La flecha no debería de cortar. Tomando un profundo respiro, me seguí moviendo, sin embargo, sin poder alejarme de mi objetivo.

— Sabes— gritó Tomás desde la distancia—, podrías ayudarme aunque fuera un poco con las malditas autómatas.

— ¡Porqué quái crees que casi me caigo en un pozo!— grité, comenzando a escalar la pared con trampas de hilos, sigilosa y cuidadosamente—. Y oye, prende tu maldito comunicador. No quiero seguir gritando.

Mientras seguía subiendo, comencé a sentir el calor prologándose e intensificándose. Estaba subiendo el último tramo para bajar, cuando los cristales que nos rodeaban estallaron en pequeños pedazos, cayendo en una sueva y truculenta lluvia. Justo cuando puse mis pies sobre la cima de la pared de escalar de piedra y tierra, me tiré de la cima hacia el otro lado, que terminaba en una pequeña brecha de agua.

1. Agente TF01, origen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora