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Mi cuerpo tuvo la necesidad de acercarme hacia él de alguna manera, fue como algo automático que hice inconscientemente. No tenía ni la menor idea de qué hacer en esta situación. Su rostro era cubrido por sus manos, y yo sólo observaba como se desahogaba.

Me sentía como un pedazo de basura si no lo ayudaba enseguida. Aún recordando otra vez... que yo sigo siendo un descocido para Damon.

Mi forma de socializar consiste en no hacer nada, y esperar que alguien venga y me hable. No que yo sea el que se atreva a dar el primer paso.

Todos nos vamos a morir... y nadie nos va a recordar, nadie ni mi familia me va a recordar... así que, le hablaré.

Me armé de valentía, aunque mis piernas temblaban como gelatina al igual que mis manos. Flexioné mis rodillas, quedando agachado delante de él, y con la voz más frágil, solté mis palabras.

Detuve por unos segundos su suave, hasta diría... bonito llanto.

--¿N-necesitas un poco de ayuda?--

Al enterarse de mi presencia, Damon se estremeció visiblemente.

Liberó las manos de sus ojos, demostrando su único y atractivo rostro a mí. Grité por dentro al tener el privilegio de ver el mágico turquesa de aquellos ojos dolidos.

--¿Acaso te conozco?-- Pronunció totalmente quebrado.

Mis labios vibraban intentando decirle otra palabra, sin embargo, sabía que cualquier cosa equivocada que podía decir, lo podría arruinar. Y perdería la oportunidad de estar con él.

Por lo que, mi acción, fue entregarle un pequeño paquete de pañuelos que llevaba guardado en el bolsillo de mi abrigo.

--Ten, p-para tí...-- Dije con el corazón a punto de estallar.

Cuando le asomé el paquete de pañuelos me observó con desconfianza.

Sinceramente quería huir, porque creía que no los aceptaría y pasaría una terrible vergüenza por semanas... O para siempre.

Pero él sólo sonrió débilmente.

--Oh, muchas gracias, chico... Te lo agradezco...-- Dijo tomando los pañuelos con una diminuta sonrisa.

Juro que pude sentir el tacto de sus dedos en los míos, hasta pude llegarme a desmayar en ese momento. Mi cara reaccionó con un ardor en mis mejillas, quería estallar igual que los latidos de mi corazón.

Secó las lágrimas de sus mejillas, y aún después de eso, me seguía viéndome encantadoramente, sin importarle de estar hecho un desastre.

Mis ojos no sabían en dónde centrarse, si en el césped o en su precioso rostro comiéndome.

Todo el ambiente era muy inusual.

¿Por qué mi primera vez haciendo una charla con él no pudo ser bonita?

Me imaginé que llegabamos a chocarnos accidentalmente, como en las películas románticas, aunque no sucedió así. Me tocó que estuviera encontrándolo llorando entre medio del parque. Que deprimente...

Damon retomó tu postura, y ahora estando de pie, decidió regresar mis pañuelos en las palmas de mis manos para agradecerme de nuevo, y querer darme su número de teléfono.

Yo asentí nerviosamente, y saqué mi diario para que Damon anote en la última página su número telefónico.

Y así no más... Él se marchó del lugar.

No tiene idea de la gran sensación que tuve al recibir su contacto escrito en mi diario, fue como si me hubiera ganado la lotería, pero mucho mejor.

¡Ahora tenía el poder llamarlo cuando yo quiera!

Y de ahí me quedé con las ganas, atrapado y emocionado por esperar cada día juntarme con Damon todas las tardes.

Al volver a mi casa, hice lo mismo que él hizo sentado en aquél árbol del parque. En vez de hacerlo con tristeza, lo hice de felicidad.

Si que estuve un buen rato llorando contentamente encerrado en mi cuarto.

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J͙u͙s͙t͙ F͙o͙r͙ M͙e͙❧ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora