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Descubrí que Damon lee muchos libros de Biología en casa, tenía en la sala de estar una librería repleta de ellos, él me contó que son buenos libros que le heredó de su abuelo. Algunos ya los ha leído, y otros aún estaban esperando a ser estrenados.

Me pregunto si su abuelo los habrá leído todos...

Damon suele sacarlos a relucir cuando el silencio en su hogar se vuelve demasiado incómodo.

Ahora, que me lo pregunto...

¿Dónde están los familiares de él?

Cuando estuve por preguntar aquello, de la nada, saltó a mis piernas el gato gris que tenía Damon, y que tanto lo veía acariciar en la ventana.

Yo me emocioné y le mimé sus cachetes gorditos, mientras éste se recostaba cómodamente en mis muslos. Luego le dí besitos y lo olfateé en su cabecita peluda.

--¿Te gusta oler la cabecita del gatito, William?-- me cuestiona encariñado al verme así con el animal.

--Me encanta el olor a gato... ¡No sé cómo explicarlo!... Simplemente y llanamente... huele a gato... ¡Hueles a pan, amigo!-- le comenté bondadoso al gatito, dejando que el minino ahora se dirigiera a las piernas de Damon para recostarse. --Se limpia con su lengua que huele a pescado, y huele a pedacito de cielo... Es increíble...--

Cuanto más miraba a Damon con su mascota, más feliz me volvía. Sus delgadas manos se envolvieron en el cuello del animal y exhaló esperanzado.

--Un gato no te da consejos, ni te juzga, sólo te ama por lo que eres. Me gusta mucho tener a alguien que se siente a escucharme... Tú eres como mi gato, William...-- me explicó, cerrando sus ojos por largo rato.

Ahora mi mente se puso en blanco.

Un suspiro aliviador expulso de mi boca, mis hombros se relajaron y absolutamente mi musculos abandonaron sus tensiones dolorosas al ver el relajado rostro de Damon enfrente mío.

Podría decirle tantas cosas... pero si tan sólo se fijara en la forma en la que lo miro, ya debería saberlo todo...

¡¡Él acababa de decir que era su gato!!

¿¡Qué debería decir!?

Pensé en pleno ataque de pánico, pero afortunadamente, le respondí mínimamente tranquilo:

--V-vaya, Damon... E-estás haciéndome sentir seguro d-de mí mismo... ¡Nunca pensé que a alguien le gustaría tener mi compañía!-- pronuncio tímido, pero se apreciaba un sentimiento de felicidad en mis palabras.

Mis manos sudaron, y apreté los labios.

Damon hizo una lenta sonrisa y me dijo:

--Si tú te sientes bien... Yo me siento bien...--

Después con del paso de unas horas de charla sobre animales, él y yo nos dimos una pequeña siesta de veinte minutos en el sofá.

Recuerdo soñar que quería comer un cactus pequeño, en un reino lleno de sapitos de color rosita, encima de un castillo de arena.

Al final, no llegué a comerme el cactus, porque me desperté repentinamente de un susto.

Visualicé la sala de estar con mis ojos cansados, y llegué a Damon nuevamente a mi costado, quien estaba roncando a mi lado.

Esto era perfecto. Lo tenía enfrente descansando...

¡Parecía que estaba viviendo otro sueño!

Damon era un hombrecito dulce, hasta sus ronquidos me divirtieron un poco.

¿Cómo puede lucir tan precioso descansando sus ojos?

Me mantuve admirando sus facciones de cerca sigilosamente...

Hasta que ví que en uno de sus nudillos...

Traía puesta una curita.

Damon aún seguía dormido, así que dí provecho de la situación y acerqué mi mano para quitársela con cuidado. No quería interrumpir su sueño y que viera la escena de yo arrancándole su pequeño vendaje.

Al retirarla, me percaté que la sangre estaba aún seguía siendo de un rojo brillante. La extraña herida de Damon no era tan grave como para ponerle un tirita...

Me la guardé con cuidado en la página de mi diario, y regresé a hacerme el dormido.

Pero a los minutos siguientes, Damon se despertó susurrando unas palabras inaudibles. Se estaba frotando un ojo con los dedos y bostezó.

Él me dijo que lo visite el Viernes de la próxima semana, porque ahora mismo estaría muy ocupado con algunos asuntos personales. Además se preocupó de que llegue tarde a mi casa.

Yo para nada me perdería un día para volver a estar con Damon, así que, concordamos ese día para volvernos a ver.

A la hora de las seis de la tarde, nos estábamos despidiendo.

Ya no aguantaba las ganas de poder llegar a mi hogar para soltar toda la felicidad que llevaba dentro.

Le dije adiós a Damon con la mano, y le sonreí en el marco de la puerta.

Al voltear mi cuerpo para dirigirme a mi destino, sentí una llama por detrás de mi espalda, a causa de los brazos de Damon que me rodearon en mi cintura.

¿Qué sensanción tan mágnifica fue esa?

--Eres el chico más genial que conozco... ¿No te gustaría ser mi amigo, William?-- murmuró gentilmente en mi oído.

Damon me miró con esos ojos turquesas, y mi corazón se puso aún más alterado.

Suspiré en voz baja al sentir un fuego placentero que pasó por toda mi sangre.

¿Cómo podría negarme a tal propuesta?

--¡Me encantaría, Damon!-- respondí, apreciando un bajón de azúcar porque abandonó el tacto de mi cintura para verme sonreír.

Sinceramente, pude haberle robado un beso rápido de lo tan cerca que estaba de mi rostro, pero debía volver a mi casa por lo tarde que ya era.

Me fuí corriendo a mi hogar, y al entrar a mi cuarto, saqué inmediatamente mi diario para comenzar a escribir el nombre que me tenía fascinado.

¡DAMON YA ME CONSIDERA SU AMIGO!

También pegué su curita usada en mi diario, ya tenía la tinta roja de Damon en mis preciadas hojas en donde me desvelaba por él.

Al pasar los minutos, un calor floreció en mi pecho mientras se recostaba en mi fría cama.

Una vez más permití que la energía que había obtenido este día, me hundiera en una bienvenida meditación, a la par, del lento surgimiento de la noche que se reflejaba en mi ventana.

Yo aún tengo que dormir con mi peluche descosido, Puki, para sentirme realmente protegido, y para no tener pesadillas...

Pronto mi habitación se convirtió en una cueva oscura una vez que me tendí cómodamente en mis sábanas, y abracé mi peluche de sapo.

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J͙u͙s͙t͙ F͙o͙r͙ M͙e͙❧ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora