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La semana siguiente pasó en una bruma de preparativos y despedidas.

Mi madre trató de hacerme sentir mejor con palabras vacías de consuelo. Y mis hermanos intentaron animarme, pero sus esfuerzos sólo resaltaban lo lejos que estaba de entender lo que estaba pasando en mi mente.

Estaba tumbado en mi cama, observando con un nudo en la garganta cómo mi madre empaquetaba mi ropa en una maleta que parecía absorber toda la luz de la habitación.

Cada prenda que colocaba me acercaba más a un destino que no quería aceptar... una clínica especial para lidiar con mi trastorno.

Entre mis manos tenía un folleto con un vistazo hacia la clínica, me sentí como si estuviera siendo arrancado de mi hogar, de mi vida.

Ví las imágenes que éste contenía como referencia, notando que las paredes blancas y estériles del lugar eran frías y despersonalizadas.

Me imaginé a gente llevándome a una pequeña habitación, donde una enfermera me explicaría las reglas y el horario.

Toda esta escena parecía irreal, como si estuviera atrapado en una pesadilla, pero pronto me sucederá.

Me costaba creer que me estaban preparando para ser recluido en un lugar lleno de personas con problemas similares, un lugar del que no estaba seguro si saldría con mi mente intacta.

--Será lo mejor para tí, Liam...-- dijo mi madre, su voz cargada de una tristeza que apenas podía esconder.

Cerré los ojos, tratando de bloquear las imágenes de lo que estaba ocurriendo, pero el ruido del cierre de la maleta me devolvió a la realidad.

Abrí los ojos para encontrar a mi madre mirándome con una mezcla de compasión y dolor.

--Liam, sé que es difícil, pero mañana es tu cumpleaños...-- dijo, acercándose a la cama. --¿Qué clase de pastel te gustaría tener?--

La pregunta me golpeó como una bofetada.

Cumpliría diecisiete años, pero no sentía que mereciera una celebración.

Todo parecía tan insignificante comparado con la tormenta en mi mente.

Negué con la cabeza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar.

--No me lo merezco, mamá. No quiero nada-- dije, la voz quebrada.

Pero ella insistió, su rostro reflejando una determinación que no podía ignorar.

Era su último intento de darme algo de normalidad antes de que mi vida cambiara drásticamente.

--Por favor, hijo. Antes de que te vayas, quiero que tengas algo especial...--

Finalmente, con lágrimas en los ojos, cedí.

--Quiero un pastel de duraznos, fresas, y crema-- dije, mi voz apenas un susurro.

Su sonrisa triste me partió el alma.

Se inclinó para acariciar mi cabello, pero me aparté bruscamente.

--No quiero que me toques. No quiero que nadie me toque más... Todos son malvados conmigo...--

Su expresión se tornó aún más dolorosa y, sin decir nada más, se levantó y salió de la habitación, dejando un vacío aún mayor en su estela.

Miré alrededor, mi cuarto ahora prácticamente vacío, despojado de cualquier signo de mi vida anterior.

Mis ojos se posaron en la ventana abierta, las marcas de los martillazos que le había dado aún visibles.

J͙u͙s͙t͙ F͙o͙r͙ M͙e͙❧ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora