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Me desperté de un sueño profundo al escuchar ruidos agudos que atravesaban mi mente como un punzón.

Al principio pensé que todo era parte de mi sueño, pero el sonido persistente me hizo abrir los ojos con lentitud.

La luz matutina entraba a través de las cortinas, iluminando mi habitación en tonos suaves y cálidos.

Me incorporo de la cama, frotándome los ojos y estirándome perezosamente.

Mientras intentaba despejarme del todo, mi mirada se dirigió hacia su escritorio. Allí, en un rincón, había una pequeña cajita con tapa.

Me levanto con curiosidad y camino hacia ella, intentando averiguar de dónde provenían esos ruidos que me habían despertado.

Con manos temblorosas, destapé la caja, y lo que ví, hizo que mi corazón se llenara de una calidez inusual.

...

Dentro de la caja había seis pequeños pollitos, algunos amarillos y otros negros, moviéndose y piando con fuerza.

Sentí una ola de ternura que me recorrió el cuerpo y una sonrisa apareció en mi rostro.

Agarré la caja con cuidado y me senté en la alfombra de la habitación.

Lentamente, saqué a los seis pollitos, colocándolos con delicadeza en mis manos.

¡Eran tan pequeños y suaves, que le recordaron a los peluches!

Luego comencé a hacer silbidos suaves, como si fuera su mamá.

Los pollitos, respondiendo a su instinto, se agruparon más cerca de mí, buscando calor y seguridad.

Dejé a los pollitos en una esquina de la alfombra, y me alejé unos pasos.

Dí unos silbidos de nuevo, esta vez más fuerte, y observé con alegría cómo los pequeños correteaban torpemente hacia mí.

Sus movimientos descoordinados y sus piídos entusiastas, hacían que mi corazón se hinchara de felicidad.

No podía recordar la última vez que me había sentido tan bien, tan lleno de vida.

Miré nuevamente hacia la caja, que ahora estaba vacía, y se dí cuenta de que había una nota pegada en un lado.

La despegué con cuidado y la leí.

La nota decía:

"Querido William, pensé que estos pequeños amigos te harían compañía. Espero que te alegren el día tanto como me alegran a mí tenerte como amigo. Con cariño, Damon..."

Me quedé mirando la nota, conmovido por el gesto de Damon.

Sabía que él siempre había sido amable conmigo, pero nunca había esperado algo así.

Los pollitos eran más que un simple regalo...

¡Eran un símbolo de la amistad y del cariño que Damon sentía por mí!

Pasé el resto de la mañana jugando con los pollitos, riendo, y disfrutando de su compañía.

Cada vez que uno de ellos se acercaba a mí, sentía una conexión especial, como si esos pequeños seres entendieran algo sobre mi mundo que nadie más podía comprender.

Todo gracias a mi trastorno que a menudo me hacía sentir aislado y diferente de los demás.

A veces, los sonidos eran demasiado fuertes, las luces demasiado brillantes, y las interacciones sociales demasiado complicadas.

Pero en ese momento, rodeado de pequeños y torpes pollitos, todo parecía ser más simple y más alegre.

Decidí que esos pollitos necesitaban un buen hogar, así que comencé a preparar algo...

Encontré una caja de zapatos vacía, que más grande, y la llené con toallas suaves para que los pollitos pudieran descansar cómodamente. También busqué un recipiente pequeño para ponerles agua y algo de comida.

Quería asegurarme de que estuvieran bien cuidados y felices.

A lo largo del día, los pollitos se convirtieron en mis compañeros inseparables.

Los observaba con atención, estudiando cada uno de sus movimientos y aprendiendo sus personalidades únicas.

Había uno que siempre lideraba al grupo, otro que era más tímido y se quedaba cerca de mí, y un tercero que parecía estar siempre en problemas, metiéndose en lugares donde no debería.

Una vez miré la caja donde dormían los pollitos, mi corazón se llenó de una calidez reconfortante. Acaricié suavemente a uno de los pollitos, sintiendo su suave plumaje bajo mis dedos.

Los pequeños animales ni siquiera se despertaron, simplemente se acurrucaron más cerca entre sí, buscando calor.

Me dí cuenta de que, a pesar de mi timidez y mis desafíos, podía ser responsable y cariñoso. Los pollitos me enseñaron sobre la paciencia y el cuidado, y me dieron un propósito que me hizo sentir útil y querido.

Esa noche, cuando finalmente me acosté, escuché los suaves piídos de los pollitos durmiendo en su nueva caja.

La sensación de satisfacción y felicidad me envolvió, quedándome dormido con una sonrisa en el rostro.

En los días que siguieron, yo y los pollitos formamos un vínculo especial.

Cada día era una nueva aventura, llena de risas y descubrimientos. Y aunque los desafíos seguían presentes en mi vida, tener a sus pequeños amigos me daba la fuerza y la alegría para enfrentarlos con una actitud más positiva.

A través de ese simple, pero significativo regalo, Damon había logrado algo increíble.

Había traído luz y amor a mi vida, recordándome que no estaba solo y que siempre había alguien dispuesto a apoyarme y a hacerme sonreír.

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J͙u͙s͙t͙ F͙o͙r͙ M͙e͙❧ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora